Diego Velázquez estrena dos películas en cuarentena
"Muchas veces durante esta cuarentena me pregunté por qué actúo. Sobre todo porque la nuestra es una actividad que ahora quedó muy relegada y sin un horizonte claro y yo siempre vi mi profesión como una manera de encontrarse con los demás. Creo que esa es la principal razón para haberla elegido. Y se convirtió en una necesidad". El que habla es Diego Velázquez, un notable actor argentino que, antes de que se iniciara la suspensión de todas las actividades relacionadas con el mundo del espectáculo, repartía su tiempo entre tres propuestas teatrales: Escritor fracasado -una adaptación del cuento homónimo de Roberto Arlt que hizo en sociedad con Marilú Marini- y Miedo -una obra de danza-teatro dirigida por Ana Frenkel-, mientras calentaba motores para el reestreno de Fantasmatic, estupendo trabajo inspirado en la figura de Stanilavsky que dirigió Ciro Zorzoli para el ciclo Invocaciones y que debutó en el Cultural San Martín e iba a montarse de nuevo en El Portón de Sánchez. Todo eso quedó, lógicamente, en stand by. Pero al menos le queda el consuelo del estreno de dos películas, ambas en la plataforma cine.ar, como es norma hoy por hoy: Camping, la ópera prima de la mendocina Luciana Bilotti (el 28 de mayo), y este jueves El maestro, un film austero, preciso y conmovedor en el que interpreta a un docente de una escuela primaria de un pequeño pueblo salteño que, a pesar de su buen desempeño, debe tolerar el desprecio de los que lo sancionan ferozmente por sus preferencias sexuales. Natalio, el protagonista del largometraje de Cristina Tamagnini y Julián Dabien, en el que también aparecen Ezequiel Tronconi y Ana Katz, es un maestro ejemplar que prepara con mucha dedicación una obra de teatro infantil. Pero una ola de prejuicios medievales lo obligan a dejar el colegio donde trabaja. Parece un suceso de otra época, pero la historia -inspirada en la de un maestro de Córdoba llamado Eric Sattler- provoca un impacto porque sabemos que, tristemente, hoy sigue siendo perfectamente posible. "Decidí hacer esta película porque me pareció muy necesaria, más allá de que haya muchas que abordan el tema de las discriminaciones. La historia ocurre en los años 90, pero esto sigue pasando hoy. Por un lado se avanzó con un montón de derechos -de hecho, discriminar ya está penado por la ley-, pero a la vez te enterás de igual que cagan a palos a dos chicos porque van de la mano por la calle, o maltratan a una chica trans. Muchos piensan que acá en Buenos Aires esas cosas están superadas, que solo pueden pasar en un pueblo alejado de la gran ciudad, pero yo creo que no. Está más controlado, es cierto, pero todavía hay mucho pensamiento retrógrado que persiste. Y Salta es una provincia especialmente pacata".
-¿Cómo preparaste este personaje? Es un maestro muy entrañable, que parece no tener dobleces en su comportamiento.
-Actuar un blanco, un puro como este personaje no era algo tan fácil para mí. Me suelen llamar para personajes más oscuros, que a mí me divierten mucho, ojo. Pero justamente por eso me daba ganas de probarlo. Es alguien que no hace nada para que esa comunidad lo traicione de la manera que lo hace. Es un bueno de verdad, no un tonto de una tira televisiva. Un tipo que se preocupa por su trabajo, por los alumnos... El doblez está en la parte de su vida que mantiene oculta porque sabe que mostrarla tiene consecuencias. Consiguió que esa comunidad lo quisiera y lo respetara ocultando algo esencial. Creo que esa actitud es un poco conservadora de su parte. Y cuando da un paso más allá de esos límites, de hecho, no se lo perdonan. Tuve en cuenta todos esos detalles para hacer este personaje.
-¿Tenés un buen recuerdo de algún docente en particular de la época en la que estabas en la escuela primaria?
-No, la verdad que no. Hice la primaria en la Escuela 19 de Mar del Plata, que está muy cerca del puerto y mucha gente consideraba un poco "cutre". Sí me acuerdo que una vez por año alquilaban el club Aldosivi, que ahora está destruido, y se hacían competencias en las que participaban alumnos de todos los cursos en diferentes disciplinas. Había de todo: deportes, teatro, baile, juegos de ingenio... Era algo que generaba un vínculo especial, muy fuerte con los profesores. Ese espacio me permitió empezar a bailar, que era algo que me daba mucha vergüenza. Te alentaban para que hicieras lo que te gustaba, eso estaba buenísimo. Después, en la secundaria, tuve unas profesoras de matemática y contabilidad que fueron de esas que trascienden la materia, que te caen bien porque son buena gente y se transforman en guías.
-¿Cómo llegás a la actuación?
-A través del cine. Durante toda mi adolescencia el cine fue muy importante para mí. Era un refugio y un lugar al que quería pertenecer. Me pasé años recortando las críticas de los diarios que llegaban a Mar del Plata para armar una especie de revista que también incluía los afiches de cada una. Era una época en la que no existía Internet, llegaba muy poca información a Mar del Plata. La única forma de conseguir la revista El Amante era pedirla en una biblioteca, porque no llegaba a los kioscos. Me fanaticé con películas como Cuenta conmigo o Mi mundo privado. Me emocionaban hasta las lágrimas. Vi como seis veces seguidas La bella durmiente de Disney. Pero a pesar de esa fascinación, no me imaginaba actuando. Me acobardaba por la idea de la exposición, de poner el cuerpo. Pensaba que tenía que ser por el lado de la dirección. Entonces empecé una carrera de artes visuales y también comencé a estudiar teatro para tener herramientas que me permitieran dirigir. Pero me gustó tanto la experiencia de actuar que terminó ganando eso.
-¿Y cuándo resolviste mudarte a Buenos Aires?
-Yo hacía la típica del marplatense: trabajaba en la playa en verano para juntar plata y pasar el invierno más o menos tranquilo. Hice de todo: fui carpero, laburé en el estacionamiento... Siempre en el Balneario 12 de Punta Mogotes. La persona que tenía la concesión del restaurante de ese lugar también tenía la del buffet de la Facultad de Derecho. Como yo le había comentado que quería mudarme, al final me ayudó. Trabajé un montón de tiempo en la Facultad de Derecho. Después hice algún cursito de teatro y entré a la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático). Me llamaron para algunas obras y no paré más.
-Dado ese vínculo emocional que tenés con el cine, ¿te gusta más actuar en películas que en obras de teatro?
-No necesariamente. Me gustan las dos cosas. Hay varias diferencias... El cine se puede hacer sin ensayar. Eso tiene que ver con que las condiciones de un ensayo son muy distintas a lo que después efectivamente va a suceder en el rodaje. Al momento de actuar en una película, trabajás con lo que te rodea, con lo que estás percibiendo. En La larga noche de Francisco Sanctis, donde hice un trabajo que quiero mucho, ya el hecho de estar solo en la calle, a oscuras me sugería la mitad de lo que tenía que actuar. Eso es imposible de construir en un ensayo. Las variables que presenta un rodaje son imposibles de reproducir en un espacio de ensayo. Y son esas variables las que debés usar para actuar en cine.
-¿Qué debe tener un buen actor?
-Yo creo que cualquiera puede actuar. Todos nos la pasamos actuando en la vida cotidiana. Le queremos hacer creer algo a una pareja, o a un amigo... En cuanto al trabajo profesional, creo que hacen falta más herramientas en el teatro. Es más posible que alguien que no es actor pueda hacer un papel en cine que en teatro, que te exige del dominio de una técnica y de una disciplina. No como algo rígido que pauta todo lo que hacés, sino como una serie de recursos a los que podés acudir en función de tus necesidades concretas. Eso es así en todas las disciplinas artísticas: música, danza, artes plásticas... Pero en la actuación todo ese bagaje quizás sea un poco más abstracto. La técnica con la que trabajamos no es tan fácil de asir. Por eso aparecen muchos chantas dando clases.
-¿Qué define a una actuación como buena o mala?
-Pienso bastante en eso, pero me cuesta pensarlo en términos de bueno o malo. ¿Dónde sucede la actuación? ¿En el que hace o también en el que observa? La actuación es una vía de comunicación. Puede haber una actuación que te conmueva en una película que te parece un embole. Y que logre emocionarte obviamente es muy importante. Te puede emocionar una obra de Shakespeare o una telenovela de las cuatro de la tarde, eso no importa tanto. Pero si no te llega, por más que hayas escuchado por ahí que esa actuación es increíble, no se da esa comunicación tan necesaria. Eso me parece lo central. Después existen unos cuantos clichés sobre lo que es una actuación "comprometida"... Pero que algo te emocione es otra cosa. A mí me gustan las películas con niños. Los niños suelen actuar increíblemente bien, logran emocionarte.
-¿Cómo vislumbrás el futuro profesional, el después de la cuarentena?
-Dificil hacer pronósticos. Puedo decir que esto nos está afectando muchísimo, claro. Es preocupante para los actores y también para los técnicos de cine, para la gente que trabaja detrás de escena en el teatro. Yo iba a trabajar en Santa Evita (la serie de Disney que iba a tener a Natalia Oreiro y el español Francesc Orella como protagonistas), estaba por empezar eso con muchas ganas y ahora no sé cuándo se hará. Estaba muy feliz con mi presente teatral, con tres obras simultáneas. Vivimos una gran incertidumbre, y me parece inútil ponerse a elucubrar. Nadie sabe nada. Yo me siento medio a la deriva, no estoy pudiendo ser para nada productivo, cuando en otro momento, con todo este tiempo libre, hubiera leído más, mirado más películas, trabajado en más proyectos. Estoy viviendo en una especie de estado de suspensión. Ojalá no dure mucho más. Pero yo confío en que estamos haciendo las cosas bien. El objetivo debe ser que esto pase causando el menor daño posible para todos. Obvio que va a tener consecuencias económicas. Yo no sé cómo va a ser mi futuro laboral y con qué pagaré mis cuentas. Pero en este momento lo que importa es otra cosa. Veo demasiada gente opinando sin tener las herramientas. Es difícil entender cabalmente lo que está pasando.
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