La copia restaurada de Sin aliento que abrió el Festival de Mar del Plata permitió redescubrir la modernidad del debut de Jean Luc Godard, quien planeó milimétricamente su película, filmada con un presupuesto mínimo, para poder luego improvisar las escenas con sus estrellas, Jean Paul Belmondo y Jean Seberg
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Él está cansado, enamorado, y decide dejar de huir. Pero ella duda de su amor. Nada pasaría si él no fuera un delincuente perseguido por el asesinato de un policía y ella, una joven norteamericana cautivante pero evanescente. Y la historia sería común, casi trivial, si no fuera porque la película cambió el curso de la historia del cine. “Hay films que no se parecen a nada de lo que se hizo antes”, dijo Francois Truffaut sobre Sin aliento, la película de Jean-Luc Godard que dio inicio a una de las trayectorias autorales más importantes del séptimo arte y dejó inmortalizados a Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg como esa pareja que escapaba por París y asumía la inevitable marca de una cinefilia que la convirtió en única.
La película, en una envidiable copia restaurada, abrió la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata como homenaje a su realizador -fallecido en septiembre último- y es parte de la programación que recuerda al ícono que casi con su propia existencia marcó el inicio y el fin de la dorada Nouvelle Vague francesa. “Son muchas las obras de JLG que pasaron por el festival. El año pasado publicamos una hermosa versión/diálogo de y con El libro de la imagen. Comenzar esta 37 edición con Sin aliento nos parece una simbólica vuelta a los principios de este revolucionario incansable, que supo siempre continuar la búsqueda y mantenerse fiel a si mismo. Hay mucha gente que la verá por primera vez en una sala de cine. O sea, que la verá por primera vez”, apunta emocionado Fernando Juan Lima, presidente del Festival de Cine de Mar del Plata luego de presentar junto a Pablo Conde, director artístico del certamen, la copia dorada que devolvió a Belmondo y Seberg a la gran pantalla del Auditorium. Godard fue un realizador que dotó al cine de una reflexión propia de la filosofía y construyó desde su memorable ópera prima un ensayo sobre la mirada y la propia construcción del lenguaje del cine.
Casi un mes duró el rodaje de Sin aliento, entre el 17 de agosto y el 15 de septiembre fundamentalmente en París, con algunas tomas añadidas de la Costa Azul. Aquel dorado 1959 enfrentaba a Godard con el desarrollo de su ópera prima después de la realización de varios cortos y de ser una de las firmas fundamentales de la no menos imprescindible Cahiers du Cinéma. Pero contrariamente a la frescura que parece exudar su obra mítica con el pulso de la cámara en mano y los saltos de plano que dan ruptura a la continuidad espacial, todo Sin aliento es un cuidadoso oficio de ingeniera planificado hasta el milímetro. Un film revolucionario que escondía una cuidada elaboración. “Yo improviso, sin duda, pero con materiales que poseo desde hace tiempo.
Durante años se reúnen cantidades de cosas y de pronto se las introduce en lo que se está haciendo”, diría Godard. La película que comenzó a rodarse en aquel agosto partió de un argumento de Truffaut con diálogos que se improvisaban durante el rodaje y que contó con la asesoría de Claude Chabrol en los aspectos técnicos. “Había escrito la primera escena (Jean Seberg en los Campos Elíseos) y, para el resto, tenía una enorme cantidad de notas que se correspondían con cada escena”, confirmaba Godard en diálogo con Jean Collet, Michel Delahaye, Jean-André Fieschi, André Labarthé y Bertrand Tavernier. Empero, los saltos de continuidad fueron sugeridos por un legendario cineasta que participaba de Sin aliento con un pequeño papel: Jean-Pierre Melville.
Pero Godard también se rodeó de un equipo técnico formidable que construyó la leyenda de Sin aliento detrás de cámaras. Ese fue el caso del gran director de fotografía Raoul Coutard, un montaje supervisado al milímetro por el director (a cargo de Cécile Decugis), y los climas sonoros de una partitura con la que el gran Martial Solal contribuyó a los aires innovadores del film: la película que hizo del sonido posincronizado otras de sus marcas de estilo. Todo estaba permitido, todo podía integrarse en el film que contaba con la cámara en mano para ahorrar tiempo y, con ello, dinero. Por eso mismo, Coutard utilizó película ultrasensible para ahorrar en costosas puestas de luces. Austera, la producción de la película no podía contar con el carro de traveling que demandaban ciertas acciones y es por eso que Coutard utilizó una silla de ruedas para concretar el movimiento de cámara como parte de la acción: “No se podía hacer otra cosa. No teníamos nada. No disponíamos de tiempo ni de dinero, y quizá esta fuera la razón fundamental que nos hizo abandonar los estudios, rodar con la cámara sobre el hombro y apenas iluminar”, afirmó el fotógrafo.
Abrazado a una cinefilia que terminaría en erigirlo como estandarte, Godard se inspiraba en Buenos días, tristeza de Otto Preminger para el personaje de Jean Seberg, suerte de continuación de aquel. Con la maldición de las grandes obras, veinticuatro años más tarde Jim McBride ensayó una remake de Sin aliento protagonizada por Richard Gere y Valerie Kaprisky que era tan olvidable como todo lo inolvidable que tenía el film original. Estrenada el 16 de marzo de 1960, el romance entre Michel y Patricia hizo que el cine se abriera paso a la modernidad. Una que continúa tan viva y fresca aunque también seduzca con la melancolía del dorado tiempo ido donde todo estaba por hacerse y todo estaba por inventarse.
Sin aliento está disponible en Qubit.tv.
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