Depredador, la presa: una feroz heroína, una reivindicación histórica y una interesante vuelta de tuerca para la saga iniciada en 1987
Amber Midthunder, protagonista del nuevo film que llega este viernes a Star+, adelantó a LA NACION detalles sobre esta suerte de precuela y expresó su orgullo de haber realizado el primer film de la historia hablado y subtitulado en comanche
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De la selva a la gran ciudad. De los verdes campos al desierto blanco de la Antártida. No les importa el lugar, no les preocupan las condiciones climáticas. Pertenecen a una poderosa raza alienígena humanoide, inteligente e impiadosa, cuya existencia está dedicada a la caza de otras formas de vida. Son dueños de la más avanzada tecnología, y dominan el manejo de cualquier arma, por más rudimentaria que parezca. Estrategas natos, no dan tregua ni piden piedad. Matan y mueren sin renunciar a su naturaleza exterminadora. Y han estado entre nosotros, como mínimo, desde el siglo XVIII. Por lo menos, eso es lo que demuestra la séptima entrega de la longeva y exitosa saga, Depredador: La presa, que Star+ estrena este viernes 5.
Dirigida por Dan Trachtenberg y protagonizada por Amber Midthunder, la película nos lleva al corazón de la nación comanche, a principios de 1700, donde la joven guerrera Naru deberá enfrentar a la más perfecta máquina de matar, mientras lucha por ocupar el lugar que merece entre los suyos. En exclusiva, en medio de la gira promocional del film, la actriz que ganó fama por su rol en la serie Legión conversó con LA NACIÓN vía Zoom sobre las dificultades y responsabilidades de filmar esta precuela, con sabor a relanzamiento general de la franquicia.
-¿Qué podés contarnos de Naru, tu personaje en Depredador: la presa?
-Es una mujer bastante decidida, muy concentrada en alcanzar lo que quiere. Y quiere que su gente la vea tal como ella se ve a sí misma, que la valoren por lo que es. Está impulsada por su orgullo comanche; y eso la lleva a vivir una serie de experiencias muy particulares. Entre otras, el encuentro con un extraterrestre.
-¿Cuál es la batalla más importante que debe enfrentar en la película: como guerrera, frente al Depredador; o como mujer, frente a los prejuicios mostrados por su propia gente?
-Las dos tienen la misma importancia, y por eso las enfrenta en simultáneo. Creo que uno de los grandes logros del film es el de fusionar una historia muy humana sobre el empoderamiento femenino en el siglo XVIII, con la acción que uno espera de este monstruo alienígena del espacio exterior. Son dos películas muy diferentes; y Dan logró que sean una sola. Hizo un gran trabajo.
Orgullo comanche
Depredador: la presa entrará a la historia del cine estadounidense como la primera película en exhibirse en copias habladas y subtituladas en comanche. No es un dato menor para las comunidades indígenas norteamericanas, que vienen demandando mayor visibilización, presencia y trato respetuoso en la industria hollywoodense. De hecho, el film cuenta con más de un 80 por ciento de profesionales (delante y detrás de cámara) pertenecientes a las comunidades indígenas, incluida la protagonista principal, Amber Midthunder.
-Hasta donde sé, Naru es la primera mujer nativa americana en protagonizar una película de acción de este tipo. Siendo una actriz nativa americana, ¿qué significa esto para vos, tanto en lo personal como en lo profesional?
-Lo significa todo. Estoy muy emocionada con esta película, porque muestra a nuestra gente de manera real, en toda la dimensión de su raigambre y fuerza. Para nosotros, miembros de los pueblos indígenas originarios, es muy importante. Porque muy distintas personas, en diferentes lugares, van a poder aprender nuestra cultura y nuestra historia mientras se entretienen con una película de acción y aventuras. Es una obra que vamos a poder mostrar a nuestros hijos y decirles: “Miren, pueden ser y hacer lo que quieran. Ser actores, ser científicos, lo que quieran”. Eso significa mucho. Mucho. Estoy realmente orgullosa.
-La película muestra un universo comanche extremadamente rico y complejo, tanto cultural como socialmente. ¿Cuánto es cierto y cuánto ha sido modificado por las necesidades de la trama?
-Todo es exacto. Y hasta la parte fantástica está contada tal como podría suceder en la realidad. Esa fue la prioridad que Jhane Myers, productora del film, le impuso al relato. Jhane es parte de la Nación Comanche y ha colaborado en innumerables producciones. Estuvo presente en todos los momentos del rodaje, supervisando diálogos, comportamientos, atuendos, accesorios, para que todo se vea tan preciso como espectacular.
-En el contexto de la película, ¿crees que la figura del Depredador puede entenderse como una metáfora de los conquistadores europeos o de los hombres blancos que intentaron exterminar al pueblo comanche a lo largo de la historia?
-Por supuesto. Sostengo esa teoría porque me parece una de las más interesantes y complejas que pueda pensarse. Pero entiendo que esta película, como cualquier película, no deja de ser una conversación entre partes y está abierta a la libre interpretación de la gente. Y en ese sentido, conceptualmente, el Depredador puede funcionar como metáfora de muchas cosas. Durante la filmación, por ejemplo, sentí que también podía representar a ese asesino invisible que tanto nos ha quitado en los últimos años.
Nacida el 26 de abril de 1997 en Nuevo México, Amber Midthunder es hija de un actor nativo americano y una reconocida directora de casting. Miembro de la reserva Sioux asentada en Fort Peck, en el estado de Montana, debutó a los nueve años con una pequeñísima aparición en Negocios brillantes, protagonizada por Alan Arkin y Emily Blunt. Participó de distintas series, hasta lograr estelarizar en Legión (2017-2019), ambientada en el universo Marvel de los X-Men; y Roswell, New Mexico (desde 2019), drama fantástico sobre alienígenas e inmigrantes indocumentados.
En cine, Midthunder compartió pantalla con Jeff Bridges y Chris Pine en Sin nada que perder (2016); y con Liam Neeson en Riesgo bajo cero (2021). Como cineasta, filmó los cortometrajes Don’t y #nightslikethese, ambos de 2013, ganadores del premio otorgado por el Museo Nacional del Indio Americano, perteneciente al Instituto Smithsoniano. Depredador: La presa es su primer protagónico absoluto al frente de un tanque hollywoodense.
-La película requirió un trabajo físico muy exigente. ¿Tuviste que aprender alguna habilidad específica para el papel de Naru?
-Sí. Tuve que aprender a manejar el Tomahawk que tuve en la mano todos los días, durante los seis meses del rodaje. Pero un mes antes de comenzar a filmar, estuvimos viviendo en un campo de entrenamiento en Canadá, donde tuvimos prácticas intensas e intensivas con rutinas de gimnasia y acrobacia personalizada, manejo de armas, tiro con arco, lanzas y hachas de guerra.
-¿Qué fue lo más difícil que te tocó realizar?
-Todo. No hubo un solo día en que no me preguntara cómo íbamos a hacer las tomas que Dan tenía pautadas. Y no hubo una sola noche en que no dijera: “¡Wow, lo hicimos!”.
Rocky contra los alienígenas
En Hollywood, dicen que todo empezó como un chiste. En 1985, durante uno de los tantos festejos por el éxito internacional de Rocky IV, el director John McTiernan escuchó cómo uno de los productores le decía a Stallone: “Ya peleaste con todos. Si seguimos así, en la próxima película vas a tener que enfrentarte a un alienígena”. A McTiernan le encantó la idea; y al llegar a su casa se puso a trabajar. Partió de una premisa sencilla, con una figura hostil, enfocada en matar humanos para exhibirlos como trofeos. Sólo al final del film, se sabría que el depredador pertenecía a una ancestral raza extraterrestre que había hecho de la Tierra uno de sus principales cotos de caza. Dos años después, Depredador, con Arnold Schwarzenegger luchando por su vida en la selva centroamericana, reventaba las taquillas del mundo entero y prometía iniciar una nueva y lucrativa franquicia.
En 1990 llegó la primera secuela, Depredador 2, con Danny Glover y Rubén Blades investigando las matanzas que sacudían a la futurista Los Ángeles de 1997. No le fue bien. La crítica la destrozó y, por su nivel explícito de violencia, fue declarada inconveniente para menores de 17 años. A contracorriente, la figura que se hundía en el cine se erigía como ícono en los videojuegos y el cómic, donde incendió la industria con sus inesperadas peleas contra Alien, Batman, Superman, la Liga de la Justicia y Tarzán. Recién volvería a los cines en 2004, con uno de estos famosos cruces: A Alien versus Depredador le siguió Alien versus Depredador: Réquiem (2007) y dos nuevas entradas en solitario: Depredadores (2010) y El Depredador (2018).
-No habías nacido cuando se estrenaron los primeros films de la saga. ¿Qué sabías del Depredador antes de La presa?
-No mucho, en realidad. Sabía que era famoso y lo conocía como parte fundamental de la moderna cultura popular. Debo haber visto la película original, pero no me acuerdo del resto. Era consciente de la existencia del Depredador, por supuesto, pero no tanto como lo soy ahora.
Desde antes de que Disney comprara Fox, Depredador tenía pautadas las etapas de su relanzamiento global. Junto con la película que terminaría siendo El Depredador, Fox venía desarrollando otros cuatro largometrajes con un eje en común. Todos transcurrirían en el pasado, pero cada uno estaría ambientado en un lugar y un tiempo distintos. La idea era profundizar la presencia de los depredadores en la Tierra, así como su influencia en los mitos y leyendas de las diferentes latitudes. Bajo el título clave “Calaveras”, a Dan Trachtenberg le tocó ocuparse de la Nación Comanche, en el siglo XVIII. ¿El resultado? Este Depredador: La presa que llega a la plataforma Star+ (América Latina), Hulu (EE.UU.) y Disney+ (Europa), sin pasar por las salas cinematográficas.
-En esta época marcada por las secuelas, ¿te gustaría seguir contando la vida de Naru en otras películas, con o sin el Depredador?
-Por supuesto. Siempre y cuando tengamos algo interesante para contar, ¿no? Tendría que ser una historia tan bella e intensa como ésta, profundizando en las responsabilidades y los sentimientos que habitan dentro de una jefa guerrera. Si es así, sí. Me encantaría.
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