Demi Moore: fue la actriz mejor paga del mundo, superó abusos y adicciones y a los 61 regresa con el “mejor papel” de su carrera
Se encuentra en una brillante etapa de su vida: acaba de estrenar The Substance y su interpretación fue fuertemente halagada por la crítica especializada; la ovación que recibió en el Festival de Cannes dejó claro que Moore está más vigente que nunca
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Estuvo a punto de rendirse y dejarlo todo. A pesar de disfrutar de una madurez plena, a sus 61 años, Demi Moore no había tenido la oportunidad en este siglo de saborear las mieles de un éxito que en la década de los noventa la convirtió en la actriz más popular y mejor paga del mundo, firmando un cheque récord de más de 12 millones de dólares por su papel en Striptease. “Me cuestionaba mi propia capacidad, mi valor, mi lugar. Pasé por un período en el que incluso me cuestioné si esto es lo que debía seguir haciendo. En los últimos cuatro años, sentía que era una pregunta personal que tenía que hacerme y explorar: ¿Debo seguir poniendo mi energía en esto?”, confesaba la intérprete hace solo unos días a Entertainment Weekly.
Pero Moore tuvo paciencia, “plantó semillas para ver si la planta crecía”, y ahora está por fin recogiendo sus frutos. The Substance, su última película como protagonista, fue todo un fenómeno en el reciente festival de Cannes y su nombre ya suena como uno de los primeros favoritos para la próxima temporada de premios.
“El renacimiento de Demi Moore está sobre nosotros”. Estas fueron algunas de las entusiastas reacciones que despertó entre la crítica el trabajo de la intérprete de Nuevo México en The Substance, sancionada por una de las ovaciones más extendidas (once minutos) en esta edición del certamen y el premio a mejor guion para su autora, Coralie Fargeat. Descrito como una salvaje pesadilla de terror gore, sangrienta y explícita, el film cuenta la historia de una vieja gloria del séptimo arte venida a menos que, en su intento por luchar contra la tiranía por la juventud y la presión estética, recurre a un tratamiento experimental para lograr una mejor versión de sí misma. Junto a ella, completan el reparto la emergente Margaret Qualley y otro clásico del cine de los noventa como Dennis Quaid, que tildó de “inspiracional” el regreso de Moore a la primera línea de la industria y vaticinó “un increíble tercer acto de su vida” para ella. Para medios como la BBC o IndieWire, este es el “mejor papel” en las cuatro décadas de carrera de la artista.
La excitación respecto al regreso de Moore no tiene visos de desaparecer a corto plazo teniendo en cuenta la simpatía crónica que existe en las colinas de Los Ángeles por una buena historia de redención. Cada año, cuando saltan los rumores sobre los posibles aspirantes a entrar en la carrera hacia el Oscar, hay un perfil que no puede faltar: el de la estrella mainstream que nunca antes consiguió el favor de los académicos y a quien el público pretende hacer por fin justicia. Brendan Fraser, Jamie Lee Curtis, Matthew McConaughey o el más reciente Robert Downey Jr. son las pruebas fehacientes del poder del público en las galas de premios y Demi Moore, catapultada tras su triunfal paso por Cannes y por su celebrado trabajo en la serie Feud: Capote vs The Swans, parece estar dispuesta a entregarse en cuerpo y alma para asumir dicho rol en la ceremonia del próximo año. Nunca antes ha estado nominada al Oscar.
La protagonista de clásicos como Ghost, la sombra del amor o Cuestión de honor no pisaba la exclusiva alfombra roja del festival francés desde hace casi tres décadas y su regreso no pasó inadvertido. Tras alzarse como una de las mejor vestidas en la pasada gala Met y dejarse ver junto a Anne Wintour en la semana de la moda neoyorquina, Demi Moore fue calificada por la prensa especializada como la estrella “más brillante” del festival, canalizando como nadie el glamour del Hollywood dorado. Presumiendo de un físico espectacular y de su reivindicativa melena extralarga –”recuerdo que escuché a alguien decir que las mujeres cuando envejecen no deberían llevar el pelo largo y se me quedó grabado”–, la intérprete aprovechó sus siete días en la Costa Azul para hacerse omnipresente y reclamar su trono en el olimpo luciendo estilismos de firmas como Celine, Balenciaga, Armani Privé, Loewe o Schiaparelli. Amadrinó el trofeo Chopard al talento emergente y presentó la exclusiva gala benéfica amFAR, mandando callar a todos aquellos que osaban interrumpir su discurso de introducción a la galardonada Cher. Incluso su inseparable chihuahua Pilaf se llevó premio. “Es la estrella del festival indiscutiblemente”, afirmó Vogue Francia. Comparando estos días con la ilusión que siente “una niña que se arregla por primera vez”, la estadounidense se ha mostrado en su cuenta de Instagram, que en apenas año y medio ha pasado de tres a más de cinco millones de seguidores, agradecida y privilegiada por el cariño recibido: “Es un sueño volver”.
Atrás quedaron los días en los que Demi Moore era el foco de los portales de chimentos por su convulso divorcio del actor Ashton Kutcher tras seis años de matrimonio –se enteró por la prensa que su marido la engañaba– o cuando suscitaba la controversia a causa de los supuestos retoques estéticos que se había efectuado en el rostro al acudir como modelo invitada a un desfile de Fendi, en 2021.
La polémica no era nueva para ella. Ya a finales de los noventa, en la cima de su fama, decidió retirarse temporalmente de la meca del cine para huir del escrutinio generado por su ruptura con Bruce Willis, padre de sus tres hijas, y de los ataques sexistas de una industria que no le perdonaría su lucha por un salario acorde a su estatus. Le adjudicaron el apodo de ‘Gimme More’ (‘Dame más’) y, según la propia intérprete, fue “castigada” por su supuesta codicia. Aunque posteriormente compañeras como Gwyneth Paltrow reivindicaron el sacrificio de la actriz, argumentando que “fue la primera en luchar por la igualdad salarial y todas nosotras nos beneficiamos de ella”, los estudios de Los Ángeles no volverían a abrirle sus puertas con el entusiasmo de antaño. A los 44 años, la propia Moore se reconocía víctima del edadismo, aceptando papeles secundarios en producciones a años luz de la repercusión de sus inicios. “Han sido unos años de desafío continuo por mi edad. Hasta el punto de sentir que no sabían qué hacer conmigo. No tengo 20, no tengo 30. No hay muchos papeles buenos para las mujeres de más de 40 más allá de ser la madre o la esposa de alguien”, revelaba.
La actriz tuvo que enfrentarse a sus propios demonios en un centro de rehabilitación en 2012 pero, más de una década después, Demi Moore presume de sentirse “más viva y presente” que nunca. Tras confesarse de manera brutal respecto a adicciones, traumas y abusos del pasado en su exitoso libro de memorias Inside Out, Moore, desprovista ya de la carga de un pasado convulso, decidió empezar de cero aventurándose en la industria textil como accionista y embajadora de la marca de moda de baño Andie Swim o protagonizando Dirty Diane, un podcast erótico con perspectiva feminista. En el ámbito personal, dice disfrutar de la soltería después de que su última relación amorosa conocida, con el prestigioso chef suizo Daniel Humm, se rompiera a finales de 2022. La artista sigue manteniendo un estrecho vínculo con su ex, Bruce Willis, tras hacerse pública la demencia frontotemporal irreversible que padece la estrella de Sexto sentido y que lo retiró de la vida pública. Moore visita con frecuencia al actor, comparte fotos repletas de ternura junto a él, sus hijas y nietos y mantiene una relación muy cercana con la actual esposa de Willis, Emma Heming. Según declararon fuentes cercanas a Moore a la revista InTouch, la lucha de su exmarido le dio una nueva perspectiva de la vida y ya se está preparando para el “emotivo adiós” de quien fuera su compañero sentimental durante trece años. Quizá el escenario de la próxima gala de los Oscar sea el momento ideal para que Demi Moore pueda rendirle un merecido homenaje.
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