Delia Garcés fue una gran dama de la escena nacional
Casi dos semanas atrás, el 29 de octubre último, la figura menuda y elegante de Delia Garcés hizo su última aparición pública. Vestida de negro y con su eterna distinción, subió al escenario ("la patria de los artistas", según sus palabras) para recibir el premio de platino a la trayectoria otorgado por la Asociación de Cronistas del Espectáculo.
Todos los que asistían esa noche a la ceremonia en el teatro El Nacional la aplaudieron de pie. Y hasta quienes no pudieron verla actuar por su temprano retiro de la actividad supieron reconocer en ella la estampa lozana de quien fue en vida una de las últimas grandes damas de la escena argentina: primero, estrella de los años de oro de nuestro cine, y más tarde, notable intérprete de teatro, ámbito en el que siempre decía que podía ejercitar inmejorablemente su vocación artística y en el que supo brillar en algunos de los más exigentes papeles que le pueden tocar en suerte a una actriz.
Delia Garcés falleció anteayer, a los 82 años, en el Sanatorio Otamendi de esta capital, donde había sido internada dos días antes por complicaciones cardíacas. La noticia del deceso sólo trascendió luego de que sus restos fueron cremados y sus cenizas esparcidas en un campo familiar ubicado en la provincia de Santa Fe.
"Empecé a actuar a los ocho años", recordó una vez la estrella, que había nacido en 1919. Ella inició su carrera artística en sus años de escuela, como alumna del Teatro Infantil Labardén. Se formó en el Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico y mostró los primeros destellos de su talento como principiante de la Comedia Nacional en el Teatro Nacional Cervantes, una de las salas en las que más disfrutaba al presentarse.
Pero toda su sólida y minuciosa formación teatral -compartió sus estudios en el Conservatorio Nacional con figuras de su tiempo como Malisa Zini, Fanny Navarro y Nury Montsé- iba a tardar en manifestarse allí. La gran figura que cuando era chica había soñado con dedicarse a la danza y que alcanzó los picos más altos de su carrera sobre el escenario logró darse a conocer gracias a la pantalla grande.
"Comprendo que el cine me dio popularidad, porque es un poderoso vehículo de difusión. Pero soy una rata de teatro , ése es el trabajo de mi verdadera vocación." Todo comenzó en 1937, con un fugaz papel en "Segundos afuera", de Chas de Crus y Alberto Echebehere, film al que siguieron "Maestro levita", "Villa Discordia" y "Kilómetro 111".
Fueron este último título y, sobre todo, "Veinte años y una noche", dirigida por su esposo, Alberto de Zavalía, los que le abrieron a Garcés el camino a los primeros planos.
"Veinte años y una noche" no sólo se convirtió en uno de los grandes melodramas del cine argentino de todos los tiempos. También inició la fértil colaboración en la pantalla grande entre Garcés y el galán español Pedro López Lagar, que fue su partenaire en varias producciones.
De la mano de De Zavalía, uno de los fundadores y exponentes de la época de oro del cine argentino y con el que trabajó en once películas, Garcés fue uno de los rostros esenciales de ese tiempo irrepetible. Desenvuelta o retraída, tierna y sensible, siempre transparente y dueña de una gran femineidad, Garcés supo lucirse en el drama y en la comedia a lo largo de una intensísima actividad cinematográfica entre 1939 y 1944. Fue admirada en films como "Muchachas que estudian", "La vida de Carlos Gardel", "Dama de compañía", "Concierto de almas", "Malambo", "La maestrita de los obreros", "La dama duende" y, sobre todo, en "Casa de muñecas", que consagró a su Nora como uno de los mejores papeles de toda su carrera.
Como si hubiera tenido plena conciencia de que iba a encarar su trayectoria con etapas bien definidas, a partir de este último film decidió hacer más esporádica su presencia en el cine. Y si bien supo seguir brillando posteriormente en la pantalla grande (sobre todo por su interpretación de Gloria, la esposa del celoso paranoico interpretado por Arturo de Córdova en "El", la gran película que Luis Buñuel rodó en México en 1951), en esos años decidió dedicar sus mejores esfuerzos a la actividad teatral.
Su presencia al frente de una compañía teatral que se presentaba en el teatro Odeón a partir de 1945 se vio interrumpida a fines de esa década. Junto a De Zavalía, Garcés decidió emprender una gira latinoamericana luego de enfrentar disidencias visibles con el gobierno peronista de entonces. En 1958, año en que "El" se conoció en la Argentina, Garcés y De Zavalía habían llegado a Francia, para presentar en el teatro Sarah Bernhardt, de París, algunas de las obras que más aplaudió el público argentino.
La TV, una novedad
De vuelta en nuestro país, ya voluntariamente lejos del cine (su último film, "Alejandra", es de 1956) y poco interesada en incursionar en la por entonces novedosa televisión, Garcés volcó toda su energía hacia el teatro, siempre convertida en la intérprete ideal de las obras plenas de misticismo e intensidad alegórica que escribía su esposo, o bien las piezas de la dramaturgia universal (preferentemente española y francesa) que De Zavalía ponía en escena.
También fue parte, como integrante de la Comedia Nacional, de la inauguración en 1960 del Teatro San Martín, como protagonista de "La doncella prodigiosa", también de De Zavalía. Un cuarto de siglo después, Garcés recordaría cómo le costaba adaptarse "a ese espacio tan vasto y diferente que ya era entonces el San Martín".
Después de entregar uno de sus más brillantes trabajos justamente en esa sala y con "El jardín de los cerezos" (ver aparte), Delia Garcés decidió abandonar los escenarios. Pero siempre se mantuvo activa, como espectadora infatigable (sobre todo en el circuito off) y dedicándose a múltiples actividades, desde las artes plásticas hasta los cursos de cocina.
El tributo que recibió el 29 de octubre fue el último de muchísimos homenajes en vida, entre los que sobresalieron los premios Torre Nilsson y Mecenas, y la imposición de su nombre a una de las salas del complejo de cine argentino de la calle Suipacha. Hace once días, todo el mundo del espectáculo argentino había aplaudido de pie a una de sus grandes figuras de todos los tiempos. Hoy, Delia Garcés ya es recuerdo.
Señal de duelo
- El 7 de noviembre de 1994, tras la muerte de su esposo, Daniel Tinayre, Mirtha Legrand recibió ante las cámaras el consuelo de muchas figuras. Entre ellas se destacó la presencia de Delia Garcés, que después de mucho tiempo aparecía en televisión. Ayer, en señal de duelo, Legrand decidió suspender su habitual almuerzo televisivo y hoy dedicará la emisión a recordar a una de sus más entrañables amigas.