Del film casero al documental poético
En Diletante , Kris Niklison retrata a Bella, su madre
Diletante (Argentina/2008, film documental en color; hablada en español). Dirección, guión y fotografía: Kris Niklison. Con Bela Jordán, Cata Pereira y César González. Edición: Kris Niklison y Felipe Guerrero. Presenta Primer Plano. 75 minutos. Apta para todo público.
Nuestra opinión: buena.
Diletante, dice la Real Academia, es alguien "que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional". Bela Jordán, la protagonista de este atractivo documental, no lo es en ese sentido sino en el que le dio su padre cuando ella, de chica, preguntó por esa palabra que la intrigaba: "Es una persona que habla muy bien, que sabe mucho de muchas cosas y nada en profundidad. pero sabe entretener". Ahí mismo -dice- decidió que de grande sería una diletante.
Este retrato que le consagra su hija, Kris Niklison, lo corrobora. Es Bela, con sus lozanos 80 años, su humor, su libertad de espíritu y sus reflexiones –algunas superficiales, otras trascendentes, pero dichas al pasar, sin solemnidad–, quien entretiene, concentra la atención y logra contagiar algo del placer que sabe encontrar en cada momento de la vida. "La vejez es la mejor etapa porque hay tiempo para hacer lo que uno quiere", dice, si bien ella lo tuvo casi siempre porque nunca trabajó.
Con intuición y sensibilidad notables, la cámara de la debutante Niklison (artista multifacética de trayectoria internacional), se introduce en la intimidad del campo de Sauce Viejo en cuyo viejo casco reside la señora hace años y registra los hechos cotidianos. Se la ve concentrada en el armado de un rompecabezas o de una motosierra recién comprada; curioseando en Internet, usando una cortadora de césped como cuatriciclo para salir de compras, disfrutando de las tormentas o limpiando de yuyos el jardín y casi siempre charlando con Cata, la mucama que la acompaña y a la que nunca se ve. El tercer personaje es el casero, que ayuda en los quehaceres y anda de aquí para allá, pero cuya voz no se oye. Forma parte del ambiente, a veces tenuemente poético, que como los árboles o el río rodean a la figura central.
El rompecabezas no está porque sí. El amoroso retrato también se arma pieza por pieza: las palabras van definiendo a Bella tanto como los planos muy próximos que indagan en su mirada, en su frecuente sonrisa pícara, en las arrugas -que gracias a la sabia naturaleza, ya no descubre en el espejo-, en los juicios que revelan su carácter firme y su convicción de que saber procurarse diversión es un arte.
La diletante en cuestión convence por su autenticidad; el film, porque convierte en un documento poético lo que podría haber sido apenas una película casera.
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