Del cuento de hadas al sadismo de la guerra
El laberinto del fauno (España-México/2006). Guión y dirección: Guillermo del Toro. Con Ivana Baquero, Maribel Verdú, Sergi López, Ariadna Gil, Alex Angulo, Doug Jones y Federico Luppi. Fotografía: Guillermo Navarro. Música: Javier Navarrete. Edición: Bernat Vilaplana. Diseño de producción: Eugenio Caballero. Producción hablada en castellano y presentada por Warner Bros. Duración: 120 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años con reservas.
Nuestra opinión: Muy buena
Verdadero maestro del cine fantástico, tanto en sus incursiones en Hollywood ( Hellboy, Mimic, Blade 2 ) como en las películas rodadas en su México natal ( Cronos ) o en el cine español ( El espinazo del Diablo ), Guillermo del Toro condensa en El laberinto del fauno sus principales obsesiones y construye el relato más ambicioso y fascinante (aunque no el más redondo) de toda su carrera.
Entre la inocencia del cuento de hadas y el sadismo de la Guerra Civil Española, El laberinto del fauno retoma y amplifica múltiples aspectos de El espinazo del Diablo y luego se bifurca hasta alcanzar las más insospechadas derivaciones: desde un juego con pruebas y desafíos que remite, por ejemplo, a la saga de Harry Potter hasta una descarnada mirada al terror infantil frente al absurdo y sangriento mundo adulto como en La noche del cazador, pasando por situaciones y temas ya trabajados en el clásico El espíritu de la colmena.
Al igual que en aquella obra maestra filmada por Víctor Erice en 1973, El laberinto del fauno está ambientada tras la victoria del franquismo. Sin embargo, en pleno 1944, un grupo de guerrilleros resiste en unos montes del Norte ante el asedio del ejército liderado por el implacable y despiadado capitán Vidal (Sergi López).
La película está narrada desde el punto de vista de Ofelia (Ivana Baquero), una niña de once años que viaja con su madre, Carmen (Ariadna Gil), embarazada y enferma, para que Vidal -el marido de ella, pero que no es el padre de la pequeña protagonista- pueda controlar el final de la gestación y el nacimiento del niño que tanto desea (es lo único que le importa en el aspecto humano).
En medio de los brutales enfrentamientos armados entre ambos bandos, de las crecientes dolencias de su madre y del maltrato de Vidal, Ofelia encuentra en una criada del militar que es al mismo tiempo espía de los republicanos (Maribel Verdú) la única contención afectiva. Pero, al poco tiempo de llegar, es puesta a prueba por un milenario fauno (Doug Jones) que ve en ella a la princesa perdida que puede salvar a ese mundo mitológico si sortea tres intrincadas misiones.
Con unos sofisticados pero nunca excesivos efectos visuales y una exquisita fotografía de su compatriota y habitual colaborador Guillermo Navarro, Del Toro confronta ambos mundos con buenos resultados, aunque los elementos fantásticos (hadas, monstruos, laberintos mágicos) resultan por momentos algo obvios en su alegoría sobre el fascismo, farragosos en su desarrollo y solemnes en su propuesta. En este sentido, se extrañan la liviandad, el ritmo, el humor negro y el desparpajo creativo de sus aproximaciones a la estética del cómic en Hellboy y Blade 2.
Sólido guionista, dúctil narrador, notable creador de climas, riguroso director de actores, Del Toro se las ingenia para pendular sin que el relato se resienta entre el realismo más urgente de la guerra y las vivencias íntimas y oníricas que experimenta la joven heroína de este relato que tiene en la resistencia, la fidelidad y el sacrificio a los principales pilares que lo sostienen.
Más allá de algunas secuencias antológicas (como la persecución de un monstruo ciego a una Ofelia que se ha dejado ganar por la tentación), queda claro que Del Toro no apuesta, apenas, por una fábula efectista para el consumo familiar. El laberinto del fauno es, también (y antes que nada), una película política en la que -como ocurre en los buenos relatos- las referencias a la realidad resultan bastante más aterradoras e inquietantes incluso que la apuesta ficcional dominada por oscuras leyendas y monstruos gigantes.
Cine de género destinado al entretenimiento masivo y -al mismo tiempo- cine adulto para la reflexión. Dos mundos aparentemente irreconciliables que este talentoso director mexicano combina con muchos más aciertos que errores. No se trata, por supuesto, de un mérito menor.