Deep Roy, el intrigante hombre detrás de Umpa Lumpa
Como a Aureliano Buendía, personaje de Cien años de soledad, a Deep Roy una vez también lo llevaron a conocer el hielo. "Viajamos a Londres y cuando llegué me quedé impactado. Pensé que lo que había en el suelo era ceniza, pero no, era nieve", recuerda hoy, a los 60 años.
Por aquel entonces, Roy era un joven llamado Mohinder Purba que vivía en Nairobi, Kenia. Los Purba eran una familia pudiente de origen indio que se afincó en esa capital calurosa, en la costa oriental del continente negro. Roy y sus hermanos crecieron en un ambiente de libertad: su padre era un exitoso hombre de negocios que además de solventar los estudios de sus seis hijos les dejó un puñado de enseñanzas de hierro. "Él me repetía: sé amable, no tenés nada que perder", comenta Roy vía telefónica desde su casa en Birmingham, Inglaterra. En consecuencia, él es amable y educado; tiene, incluso, un dejo de melancolía y candidez en su decir. "La vida es maravillosa y hay que entregar lo mejor de sí", repetirá, litúrgico, cada tanto. Y otras frases por el estilo, como "yo sobreviví", "la edad es un número, la edad es lo que hacés" y "cuando tu mente y tu corazón están en sincronía, eso se llama alegría", repetirá como una suerte de mantra new age.
Desde que inició su carrera, en 1975, este pequeño hombrecito de tez cetrina actuó en más de 50 películas, entre ellas algunos éxitos planetarios como El Gran Pez, El cadáver de la novia o Charlie y la fábrica de chocolate, en donde hizo el rol que le dio fama universal, Umpa Lumpa, el personaje con el que llegó a la Argentina para presentarse en el Kidzapalooza, el espacio dedicado a los niños del ya clásico festival Lollapalooza que empezó ayer y que prevé una convocatoria de hasta 300.000 personas hasta mañana, cuando termina.
"Allá, en la Argentina, tienen dos cosas maravillosas: el malbec y el fútbol. Soy fanático del fútbol de ustedes", aclara no bien arranca la charla.
Lo que podría parecer una frase condescendiente por estar hablando con un medio argentino se transforma en el relato de una experiencia: "Estuve algunos días en Buenos Aires en 2001 y me enamoré de su gente. Además, me gustó mucho la carne, y la comida en general", confiesa, riéndose. La voz de Roy llega finita y metálica. Es el sonido de un niño, un hilo de palabras que se agitan al hablar de uno de los pocos sucesos que, al igual que la nieve, parecen provenir del cielo o de la imaginación: ver jugar a Messi. "Me encanta... Lo suyo es algo increíble, es un verdadero artista", comenta. Cuando habla, Roy subraya la "erre" de la palabra "really" (verdadero) con mucho énfasis: parece enamorado y conmovido de visitar la tierra del pequeño genio nacido en Rosario. "También adoraba a Maradona -agrega-, por eso estoy muy contento de volver al país de ustedes", agrega entusiasmado.
El show de Roy es una deriva de su personaje del film de Tim Burton de 2005, donde compartió set con Johnny Depp. "Un actor estupendo. Y una persona increíble también. Además de lo buen mozo que es", comenta. En aquella fábula colorida -un éxito colosal de recaudación y crítica-, Roy interpreta a todos los Umpa Lumpa que aparecen allí. Son más de 160. "Como no consiguieron otros actores que pudieran llevar a cabo el papel, Burton me preguntó si me animaba a componerlos a todos. Le dije que sí. Fue un desafío enorme", comparte. Fue un trabajo desgastante -casi desquiciante- que le consumió todas las energías, pero del que salió airoso. "El rol más difícil que me tocó hacer".
-¿Cómo fue trabajar con Burton?
-Una gran experiencia. Tim es un director y una persona extraordinaria. Es un visionario, un verdadero artista. Además, es ilustrador, es productor, es un gran director de actores. Tiene todo muy claro. Es capaz de pedirte una sola toma porque tiene muy claro lo que quiere. Yo trabajé con él en cuatro películas, pero la más importante fue Charlie... Cuando nos encontramos por primera vez me preguntó si sabía bailar. Mi respuesta fue "en fiestas y cuando estoy borracho". Finalmente me animé a aprender y, tras una durísima exigencia, incorporé 20 rutinas de bailes. Fueron largos meses de ensayos.
Naturalmente, Roy cumplió ese papel por su altura: mide apenas 1,32 metros. Pero si bien la talla fue un factor determinante, llevar adelante ese rol no le resultó sencillo. Además del trabajo intenso de preparación, que incluyó el aprendizaje de guitarra y otros instrumentos, también debió esforzarse para empequeñecerse aún más, ya que los Umpa Lumpa miden la mitad de lo que mide él. Paradojas de Hollywood, un actor liliputiense tuvo que adecuarse a un personaje más pequeño aún. Como todo sobreadaptado que consigue sortear su limitación e ir por su deseo, el resultado fue fantástico y marcó un quiebre en su carrera.
Unos años antes, Roy ya había tenido que hacerse más diminuto cuando ocupó el rol en algunas escenas de Yoda en El regreso del Jedi. Tuvo que actuar caminando de rodillas.
-¿Cómo hiciste para llegar hasta allí desde Kenia?
-Viajé a Londres a estudiar contabilidad e impuestos en la facultad. Mi padre quería que siguiese una carrera que me asegurara un futuro. Por eso elegí esa. El primer shock fue el clima. Me tomó seis meses aclimatarme al lugar. Al tiempo me di cuenta de que me aburría terriblemente estudiando y de que me aburriría todavía más en el futuro. Entonces un día llamé a mi padre y le conté que quería estudiar actuación. "Quiero ser comediante", le dije. Él se opuso. Me dijo que no era una carrera segura y que era un ambiente en el que todos son mujeriegos, bebedores y apostadores. Tenía razón [lanza una carcajada]. Pero luego aceptó y estudié actuación en la escuela de arte dramático. Por suerte enseguida comencé a tener roles secundarios en comerciales y a trabajar. Mi primera participación en una película fue en La Pantera Rosa ataca de nuevo, en 1975.
-¿Qué recuerdos tenés de tu niñez en Nairobi?
-Muchos y lindos. Tuve una infancia muy feliz. Somos una familia muy unida. Mis padres nos educaron con el valor del esfuerzo como guía. Ellos hicieron mucho por mí y por mis hermanos. Fueron una gran inspiración. Gastaron mucho dinero para que pudiera crecer de altura. A los 10 años medía 1,20 metros. No fue fácil para mí el colegio. Siempre creí que lo físico era algo secundario, a pesar, claro, de que durante mi niñez sufrí la crueldad de los otros chicos. Pero mis padres hicieron tanto por mí que cuando me fui a estudiar a Londres sentía que medía 1,80.
-¿Tu papá llegó a verte actuar?
-Lamentablemente murió apenas tres meses después de mi primera actuación. Sé que estaría muy orgulloso de mí. Eso me dijo mi madre.
Antes de componer a Umpa Lumpa, antes de trabajar bajo las órdenes de Tim Burton y meterse en el corazón de millones de chicos en todo el mundo, Roy hizo innumerables papeles. Como todo actor que se precie de tal, hizo las inferiores en el underground londinense, donde compuso una buena cantidad de unipersonales cómicos. Al calor del stand up, Roy fue desarrollando el músculo de la exposición, el arduo y empinado trabajo de ofrecer la piel y el corazón desde el reducido lugar que ocupa en el universo. De a poco salió a la superficie. Y comenzó a tomarse aviones, a cruzar las fronteras. Llegó a Hollywood, lugar al que, no sin dificultad, vuelve casi siempre. Trabajó en Flash Gordon, en Star Wars -no solo hizo de Yoda, sino también de ewok, Droopy McCool y, en algunas escenas, de R2-D2-, en El planeta de los simios, Transformers y en todas las sagas de Viaje a las estrellas. También fue el protagonista principal del cortometraje La balada de Sandeep (2010), donde interpreta a una suerte de alter ego suyo que es despedido de una empresa de programación. Es su rol más atípico: la trama es agridulce y algo lúgubre. El film se convirtió en una suerte de corto de culto que obtuvo varios premios internacionales. "Nunca rechazo un trabajo porque permanecer en la industria del entretenimiento es muy duro, podés ser olvidado muy rápidamente. No elijo los papeles. Los hago", asegura este pequeño sabio que degusta cada trabajo que le toca en suerte.
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