De Spike Lee a Scorsese, los grandes directores buscan dinero en las plataformas de streaming
Con un presupuesto de 40 millones de dólares, 5 sangres se convirtió en una de las películas más caras de la carrera de Spike Lee. Una historia ligada a las secuelas de la Guerra de Vietnam con una duración de casi tres horas que el más importante director negro de las últimas tres décadas difícilmente hubiese podido concretar en el contexto actual sin el financiamiento de un gigante como Netflix, que la estrenó el viernes último.
Netflix también impulsó El irlandés, una épica sobre sindicalistas y mafiosos aún más larga y ambiciosa a cargo de Martin Scorsese, nominada a diez Oscar; mientras que otra plataforma de streaming como Apple TV+ será la principal productora de Killers of the Flower Moon, el inminente proyecto de Scorsese con Leonardo DiCaprio y Robert De Niro, cuyo costo ascenderá a unos 200 millones de dólares, aunque esta historia ambientada durante la década de 1920 tendrá un paso previo por las salas con distribución de Paramount.
La tendencia no es nueva, pero sí cada vez más consolidada. Mientras los grandes estudios apuestan a sagas populares, franquicias de superhéroes o transposiciones de éxitos literarios, los directores de mayor prestigio –que no suelen trabajar con presupuestos limitados y, por lo tanto, representan importantes riesgos financieros– ya no encuentran refugio en esas nuevas majors y terminan siendo recibidos por Netflix, Amazon Prime Video, HBO Max o Apple TV+, que sí tienen las billeteras cargadas y apuestan también a sumar prestigio y presencia en la temporada de premios.
En el catálogo de Netflix, por ejemplo, ya figuraban varias películas originales de cineastas de primera línea, protagonistas de las últimas dos temporadas de premios: desde Roma, del mexicano Alfonso Cuarón, hasta dos películas de Noah Baumbach como Los Meyerowitz: La familia no se elige e Historia de un matrimonio, pasando por films de Steven Soderbergh (La lavandería, High Flying Bird), el coreano Bong Joon-ho (Okja) o los hermanos Joel y Ethan Coen (La balada de Buster Scruggs), por citar solo algunos.
El líder del mercado del streaming sigue paralelamente con su compra de films de directores consagrados (este viernes, por ejemplo, será el turno de La red avispa, del francés Olivier Assayas) y tiene como próximas películas originales los nuevos trabajos de David Fincher (Mank, con Gary Oldman, Amanda Seyfried y Lily Collins, sobre la odisea del guionista Herman J. Mankiewicz durante la gestación de El ciudadano, de Orson Welles), otro mexicano como Guillermo del Toro (la enésima versión del clásico Pinocho, con Tilda Swinton, Ewan McGregor, Christoph Waltz y Ron Perlman), Ron Howard (Hillbilly Elegy, con Glenn Close y Amy Adams), Ben Wheatley (otra transposición de Rebecca, una mujer inolvidable), Charlie Kaufman (I'm Thinking of Ending Things, con Jesse Plemons, Jessie Buckley, Toni Collette y David Thewlis); y George Clooney (el film de ciencia ficción The Midnight Sky, que él también protagoniza). Incluso varios favoritos de los Oscar, como el caso de Damien Chazelle (La La Land: Una historia de amor) con The Eddy, han trabajado para Netflix en el universo de las series.
La ventaja para estos cineastas de renombre es que, cuando trabajan para Netflix, Amazon Prime, HBO Max o Apple TV+ (esta última compañía confirmó para el próximo 10 de julio el lanzamiento de Greyhound, "tanque" con Tom Hanks ambientado en la Segunda Guerra Mundial), no tienen que preocuparse demasiado por la respuesta de la crítica, por las cifras de la taquilla ni por el boca a boca del público. Sus películas son meros engranajes de una cadena mucho más grande que no depende de que ningún film en particular genere ganancias. La contracara es que la mayoría de esos largometrajes nunca tendrá un amplio recorrido por salas comerciales.
En ese sentido, Netflix continúa con su plan de hacerse con cines (como el Paris de Manhattan o el Egyptian Theatre de Hollywood) para garantizarles a estos realizadores de relieve una distribución en salas previa al lanzamiento en su plataforma sin depender de las respuestas (generalmente negativas) de las principales cadenas de exhibición, que pretenden se siga respetando la ventana de tres meses de explotación exclusiva en el segmento del theatrical.
Es cierto que todavía hay cineastas como Clint Eastwood o Quentin Tarantino que se mantienen dentro del sistema de producción tradicional de los grandes estudios porque sus películas siguen siendo rentables sin necesidad de contar con un servicio de streaming como socios, pero la realidad es que van quedando como excepciones, algo así como los últimos mohicanos, los dinosaurios, los resistentes de un modelo de negocio en vías de extinción.
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