De la mano del distanciamiento social, el autocine es un boom en Corea y Alemania
En la Argentina, el autocine es un simpático recuerdo de otro tiempo. O, como viene ocurriendo en los últimos veranos, una alternativa ocurrente para disfrutar de una noche al aire libre sin demasiadas exigencias. Ahora, el coronavirus puede transformar lo que hasta ayer no era más que un juego de la nostalgia en el primer regreso posible a la añorada experiencia de ver una película en pantalla grande y con gente alrededor.
Hay países como Corea del Sur y Alemania que observan un revival, tímido y constante a la vez, de una experiencia que hizo furor en el mundo sobre todo en las décadas de 1950 y 1960. Y en Estados Unidos, el país que mantiene activa la mayor parte de este tipo de establecimientos, muchos imaginan una expansión hasta ayer completamente inverosímil.
No sabemos hasta dónde llegará esta incipiente ola, porque el regreso del autocine responde más que nada a un estado de necesidad. Las ganas de salir y de escapar a las cuarentenas son muy fuertes. Y esta modalidad parece responder a priori a las exigencias mínimas de una escapada momentánea del confinamiento hogareño. En situaciones ideales, el autocine se presta a esa opción con la misma escenografía de los tiempos originarios y procedimientos adaptados a la realidad del siglo XXI.
¿Por qué en lugares como Colonia y Essen (Alemania), Seúl (Corea del Sur) y Austin (Estados Unidos) los autocines que funcionan a pesar de las cuarentenas explotan de público y no dejan de elevar su demanda de entradas? Porque hoy es lo único que garantiza el cumplimiento de las medidas sanitarias básicas que al mismo tiempo impiden que los cines convencionales estén abiertos. Sobre todo el riesgo de una excesiva concentración de público, lo que convierte al cine en una de las últimas actividades que se restablecerá cuando el mundo recupere la normalidad.
Los dueños de los autocines que siguen activos dicen, en cambio, que allí el distanciamiento social está asegurado de todas las maneras posibles. Solo se permiten dos adultos por vehículo y en ningún caso ellos salen de allí. Pueden llevar chicos, que obligatoriamente se van a sentar en el asiento trasero. Con buenas temperaturas, los ocupantes podrían salir al exterior y seguir la película, por ejemplo, sentados en la caja de una pick up, pero siempre respetando la distancia con el resto de la concurrencia.
No hay entradas en papel ni boleterías. Se adquieren online a través del teléfono celular. También de esa manera pueden pedirse snacks, comidas y bebidas, que los empleados acercan a los autos con barbijos y guantes solo a través de un pedido expreso de delivery, porque los espacios de venta están cerrados. El sonido de la proyección llega a través de alguna aplicación o frecuencia de radio. Ya no hay que repartir, instalar y retirar aparatos reproductores de sonido de cada vehículo como ocurría en otro tiempo. Ya son solo piezas de museo.
Todos admiten por ahora, sin embargo, que el regreso del autocine quedará acotado y condicionado por una razón elemental: en un contexto de salas cerradas en su inmensa mayoría, los grandes estudios esperarán hasta el momento de una reapertura masiva para lanzar sus títulos más fuertes. A los autocines que funcionen como alternativa, entonces, les quedan solamente las reposiciones y los reestrenos. En este primer tiempo de revival, con las ganas que hay de salir, ese recurso funciona. Pero no podrá sostenerse como única atracción en el mediano plazo.
Con todo, lo que sí podría ocurrir es que el regreso a la normalidad se demore o se haga en etapas muy cuidadosamente planificadas, y que las reglas de distanciamiento social se mantengan en el tiempo inaugurando una especie de "nueva normalidad" por unos cuantos meses. En ese caso, el autocine podría extenderse como alternativa de la mano de la paulatina reapertura de las salas convencionales para acompañar desde allí los lanzamientos más importantes del futuro cercano.
De esta manera se abren algunas posibilidades impensadas. Como la alternativa de poner en marcha en espacios reducidos algo así como "autocines de autor" con propuestas de cine independiente o películas de culto en determinados horarios. Entre los espacios que siguen activos en estos tiempos de cuarentena hay un autocine de Austin (Texas) con capacidad para no más de 35 vehículos que funciona en una colina cercana a la ciudad sobre un terreno amplio, con una pantalla casi artesanal y una oficina que funciona dentro de un tráiler.
Por supuesto, en la gran mayoría de los autocines entran muchos más autos. En Buenos Aires funcionaron cuatro con bastante repercusión durante los años 60 y 70. Había uno en los terrenos de la Ciudad Deportiva de Boca Juniors, sobre la Costanera Sur; otro en el cruce de la ruta Panamericana y la avenida Pelliza, en Olivos; un tercero sobre Avenida General Paz y Constituyentes, y el cuarto en la terraza de un antiguo supermercado de la zona de Villa del Parque (el Autocine Aéreo Todo).
Hoy, en cada temporada de verano, el área cultural del gobierno porteño promueve funciones de autocine en la zona del Rosedal dentro de un predio con capacidad para 300 autos (y también un espacio para peatones, algo que no podría utilizarse en la actual emergencia). Casi de manera ininterrumpida desde 2011, la iniciativa se sostiene allí con muy buena convocatoria después de una primera experiencia fallida en Parque Centenario. Los Bosques de Palermo parecen un espacio mucho más propicio para este tipo de propuestas.
Y a modo de detalle muy curioso, hay un autocine funcionando en la actualidad de manera permanente en la Argentina. Es el Autocine El Cerro, está en Las Heras (provincia de Mendoza) y al momento del cierre obligado de las salas por el surgimiento del coronavirus en la Argentina exhibía las películas JumanjI: el siguiente nivel y Contra lo imposible.
La programación por lo general está armada con películas argentinas de gran éxito reciente. ¿Será este tipo de cine el que se imponga mientras las salas esperan el momento de los estrenos más fuertes? Algo así sólo sería propicio durante los próximos tiempos en un ámbito como el de los viejos autocines. Que recuperen o no su esplendor depende sobre todo de las ganas del público de reencontrarse con uno de sus tradicionales hábitos culturales y de entretenimiento, hoy cerrado por la emergencia.
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