Los actores, quienes ya habían trabajado juntos en Secreto en la montaña, se reunieron en 2010 para la comedia dramática de Edward Zwick que se filmó con un bajo presupuesto y sorprendió al momento de su estreno
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De amor y otras adicciones es una película algo desordenada, que presenta una mixtura de géneros y líneas narrativas que nos hacen olvidar que la intención del director Edward Zwick y sus guionistas, Charles Randolph y Marshall Herskovitz, era la de poner en el centro una historia esencialmente romántica. Por lo tanto, cuando comenzó la adaptación de la obra autobiográfica de Jamie Reidy, Hard Sell: The Evolution of a Viagra Salesman, la traspolación comenzó a presentar más complicaciones de las que se anticipaban, porque el mordaz libro de Reidy, editado cinco años antes del estreno de la película, documentaba el día a día de un vendedor farmacéutico en los 90, con el trasfondo de las políticas de las empresas, los negociados y la necesidad de los pacientes por acceder a medicamentos que pudieran mejorar su calidad de vida.
El largometraje, de hecho, arranca con ese foco: Jake Gyllenhaal interpreta a Jamie Randall, un vendedor de Pittsburgh que despliega su carisma para acceder a prestigiosos médicos y hacerles determinadas ofertas. Esa primera media hora es interesante muestra el back de esos intercambios y la desesperación de un joven por triunfar en un mercado sumamente competitivo, no tanto para cosechar estatus sino para demostrarse a sí mismo que su vida tiene un propósito, y así amigarse con las presiones de su padre. Pero allí se detiene ese recorrido argumental del film Zwick, que abre otra puerta con Maggie Murdock (Anne Hathaway), una joven que sufre de Parkinson y que conoce a Jamie en una suerte de meet-cute más irreverente y osada.
"De amor y otras adicciones es una historia de amor, aunque un poco más jugada que otras"
Anne Hathaway
“Es una historia de amor, aunque un poco más jugada que otras”, expresó Hathaway al momento del estreno de un film que contó con un presupuesto bajo por tratarse de una producción de Hollywood con estrellas en el centro (30 millones de dólares), que terminó recaudando más de 102 millones, y por el que sus protagonistas fueron nominados al Globo de Oro. Hathaway, quien venía de cosechar su primera nominación al Oscar con El casamiento de Raquel para luego trastabillar con comedias menores (Guerra de novias, Día de los Enamorados), tenía en sus manos un papel muy complejo. En cierta medida, el rol de Maggie emula el de tantas manic pixie dream girls, una joven cool que estudia arte, elude el compromiso y cuya bravura inspira al protagonista masculino a superarse, todo un arquetipo ciertamente misógino. De todos modos, al tratarse de Hathaway, la actriz supo cómo correrse del estereotipo y cambiar las reglas del juego. De hecho, como Gyllenhaal lo contaría luego, ella no quería aceptar el papel por considerarlo “demasiado simple”.
De esta manera, nos adentramos en el tercer terreno que la película explora: la enfermedad de Maggie y lo que implica para su cotidianidad. Así, De amor y otras adicciones terminó siendo una dramedy sobre cómo los protagonistas se eligen a pesar de los obstáculos y deja de lado el material de base, con excepción de un tramo en el que se ahonda en el momento en el que el Viagra sale a la venta y el éxito de Jamie se cimenta.
¿El amor es más fuerte?
En los instantes más logrados de la película, esa pregunta sobrevuela el vínculo que entablan los protagonistas: ¿cuánto más podrá resistir? Si bien la enfermedad de Maggie es lo que los conduce a una ruptura (ella no quiere depender de nadie, él tiene miedo a perderla y la presiona para someterse a tratamientos), en sus secuencias iniciales notamos que es Jamie quien está emocionalmente fuera de eje (no puede decir “te amo” sin sufrir un ataque de pánico). “Voy a decir esto con mucha honestidad. En el momento en que leí las primeras 10 páginas me dije a mí mismo que tenía que hacer la película”, reveló Gyllenhaal en diálogo con IndieWire. “Pero cuando llegué al final empecé a llorar”, sumó el actor, en alusión a la declaración de amor de Jamie a Maggie, que está atada a su propia evolución personal, a sus propios impedimentos.
"Cuando llegué al final del guion empecé a llorar"
Jake Gyllenhaal
En ese aspecto, la película apunta a tocar las fibras románticas con frases como “te llamé porque me gusta escuchar el sonido de tu voz”, “en la vida conoces a miles de personas que no te llegan, hasta que una lo hace y eso te cambia para siempre”, y “a veces lo que más anhelas no sucede, y lo que menos esperas termina pasando”. Ese tono es el que prevalece en un film en el que una pareja se termina eligiendo, con pleno entendimiento de sus respectivos presentes, porque se necesitan mutuamente. De amor y otras adicciones reflexiona, acercándose a su final, sobre lo valioso que es cuando dos personas se ayudan a encontrar las mejores versiones de sí mismas, solo que lo hace, como explicaba Hathaway, con un approach más audaz que otros films mainstream del género.
El amor al desnudo
Como Jamie no está interesado en una relación estable y Maggie no quiere un compromiso por miedo a enamorarse, la película de Zwick construye la relación de ambos a través de numerosas escenas de sexo donde sus protagonistas están desnudos en cámara. Hathaway, quien se negó a aceptar el personaje de Maggie hasta que no se lo trabajara más, sí consideró que ese enfoque de los encuentros casuales era el adecuado para abordar la evolución del vínculo, ya que eran completamente fieles a los personajes.
Al momento de filmar esas escenas, Anne confiaba plenamente en Jake, con quien ya había trabajado cinco años antes en Secreto en la montaña. “Esas secuencias de desnudos nos hicieron sentir vulnerables a todos, pero esa vulnerabilidad fue contrarrestada por el amor y el apoyo de esos dos hombres [Gyllenhaal y Zwick]; y en realidad cada vez que actuás estás dentro de un momento vulnerable, ya sea al hacer comedia, al sacarte la ropa, al contar una historia de amor, siempre estás exponiéndote para que los espectadores puedan disfrutar de lo que hacés”, remarcó la ganadora del Oscar.
"Para Maggie, su sexualidad es algo maravilloso y Anne quería estar segura de que eso se reflejara en pantalla"
Edward Zwick, director
Por lo tanto, mucho ayudó que la dupla ya se conociera en un set, porque gran parte del encanto del film -y lo que lo salva de un relato convulsionado- es la dinámica entre ambos. “Se estableció esa química cuando trabajamos por primera vez, nos encantaba pasar tiempo juntos y se creó un lazo entre nosotros”, explicó la actriz. Su partenaire coincidió en este punto, pero admitió sentirse “aterrado” al momento de filmar esas secuencias que en la película suceden a gran velocidad, pero que llevaron mucho tiempo de preparación. “Anne quería explorar la parte sexual de su personaje”, añadió el director. La actriz citó a Kate Winslet como inspiración a la hora de dejar el tabú de lado y transitar el rol de manera cabal. “Para Maggie, su sexualidad es algo maravilloso y Anne quería estar segura de que eso se reflejara en pantalla”, recordó Zwick. Asimismo, a la actriz se le mostró el material filmado y fue ella la encargada de elegir el corte final en un set donde su opinión estaba a la par de la del director.
El amor por la profesión
No es secreto que Gyllenhaal es un actor que se compromete al ciento por ciento con sus personajes. Su versatilidad es tan notable que ninguno de sus trabajos se sienten como refritos de otros. A la hora de prepararse para Jamie, la condición sine qua non era tener el charme necesario para que el ascenso al éxito de ese joven sea verosímil -al igual que sus conquistas-, y también el vocabulario adecuado para esos monólogos en los que explica los beneficios de los medicamentos que vende. Si bien pasó un largo tiempo haciendo búsquedas en Internet, eso resultó infructuoso, por lo cual eligió otro mecanismo. “Hablé con más de doce representantes farmacéuticos, e incluso con mis propios médicos”, contó el actor sobre su sistema para adquirir un conocimiento mayor sobre la especialidad.
Con Hathaway sucedió algo parecido. La actriz, junto al equipo de producción, decidieron dirigirse a la Asociación Americana de Enfermedad de Parkinson para hablar sobre lo que conlleva vivir con la enfermedad en un mano a mano más genuino, lejos de la letra fría de una página web. “Me ayudaron mucho, me pusieron en contacto con mujeres que fueron diagnosticadas a la misma edad que mi personaje, y Lucy, una de ellas, terminó participando del film, fue una persona clave en el proceso y generó un impacto muy fuerte en todos”, manifestó la actriz. Esa secuencia de la que formó parte Lucy es la del punto de quiebre de la película, cuando Maggie escucha a otras personas que están experimentando (en mayor o menor grado) lo mismo que ella, lo cual le permite aceptar su presente y proyectar a largo plazo. Esas charlas que tuvo Hathaway están directamente relacionadas con la ausencia de golpes bajos cuando se pone el foco en la vida de Maggie, un acierto de los guionistas.
Zwick nunca lo ha dicho, pero probablemente las escenas al desnudo de sus personajes, ese modo carnal de conectarse que ya se percibe desde el póster, hayan sido una forma simbólica de aludir al verdadero leit motiv de De amor y otras adicciones: combatir el miedo de mostrarse genuino frente a otra persona que comparte los mismos miedos y superarlos juntos. A fin de cuentas, por algo la película cambia de rumbo (una de las críticas que se le hizo cuando se estrenó) y diserta menos sobre los negocios farmacéuticos y más sobre dos personas que se enamoran cuando no lo creían posible. El amor, en efecto, terminó siendo más fuerte.
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