Dave Bautista, un héroe extralarge que se suma a la tradición de Hollywood
El actor es el protagonista de El ejército de los muertos, el nuevo film de Zack Snyder que llega el viernes a Netflix
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La primera vez que Scott Ward aparece en escena tiene un arma en una mano y en la otra carga con una joven desesperada por ser salvada de las hordas de zombis que se apoderaron de Las Vegas. Ward no necesita decir una palabra para demostrar que es el héroe de El ejército de los muertos, el film dirigido por Zack Snyder que estará disponible desde el viernes en Netflix. Su tamaño, extragrande, sus músculos súper trabajados y tatuados además de su actitud feroz lo pintan de cuerpo entero. Y esa es solo una de las ventajas de tener como protagonista de la historia a un actor como Dave Bautista, el intérprete formado en la lucha libre que ya es parte de una larga tradición de señores forzudos devenidos en estrellas de Hollywood.
Tal vez lo más curioso de Bautista es que a los 52 años haya encontrado su lugar en la cúspide de la pirámide de la industria del cine como un héroe de acción capaz de demostrar sentimientos. En el caso de la película de Snyder, entre un plan arriesgado para vaciar una bóveda repleta de dólares custodiada por el ejército de los muertos del título, Ward se hace un tiempo para tratar de recomponer la relación con su hija adulta y desplegar su poderío físico aun cuando necesite anteojos para la presbicia.
Claro que el ascenso de Bautista desde el cuadrilátero de la lucha libre hasta la pantalla grande no es un recorrido que él haya inaugurado. Lejos de eso, la historia de Hollywood está llena de protagonistas que llegaron al cine por la vía del gimnasio y el espectáculo en el ring. Entre los más recientes además de Bautista que pasó años tratando de encontrar su lugar hasta que se topó con Drax, el extraterrestre sin filtro ni comprensión de la ironía de Guardianes de la galaxia, están el consagrado Dwayne “The Rock” Johnson y John Cena, que le sigue los pasos de cerca con proyectos que destacan no sólo su físico sino también su capacidad para reírse de sí mismo.
Una cualidad que los tres comparten y los diferencia de algunos de sus predecesores. Esa combinación de carisma, humor y ambición los señala como los herederos directos de Arnold Schwarzenegger. Después de todo, sin el enorme salto que dio el Governator cuando pasó de las lides del fisiculturismo a ser la estrella más taquillera y reconocida del mundo ninguno de ellos hubiese tenido un mapa para guiarse en las peligrosas aguas de Hollywood.
Lo cierto es que casi desde sus comienzos la industria del cine buscó hombres atléticos y deportistas de estampa casi sobrehumana para contar sus historias más épicas. Ahí estaba en los años 30 Johnny Weissmüller, el campeón de natación olímpico, demostrando su agilidad y cuerpo trabajado en las películas de Tarzán, papel que interpretó en más de una docena de films y que lo confinó a trabajar en la “selva” aun en proyectos que ya no tenían al clásico personaje en el centro de la narración.
Aunque ahora el espectro de los papeles que los forzudos puede interpretar es amplio y diverso en términos de género y relato, lo cierto es que durante décadas Hollywood se conformaba con tener actores que lucieran bien con el vestuario del momento. Así, en los años cuarenta y cincuenta la industria reclutó a campeones del fisicoculturismo como Steve Reeves y Mickey Hargitay (para algunos conocido por haber sido el marido de Jayne Mansfield y para otros por ser el padre de la protagonista de La ley y el orden: unidad de víctimas especiales), para que encabezaran sus películas de espadas y sandalias o Peplum, como las denominaron los críticos de la época. Los relatos tomados de la mitología griega o inspirados en textos bíblicos eran producidos en Italia intentando replicar el éxito de films como Ben-Hur, Los diez mandamientos o Espartaco, aunque reemplazando a estrellas de la talla de Kirk Douglas o Charlton Heston con los musculosos de turno.
Con el tiempo, y la irrupción de Schwarzenegger en la cultura popular, la televisión también empezó a reclutar actores en el gimnasio en busca del próximo Arnold. En su lugar, lo que encontró fue a Lou Ferrigno, su competidor en el fisicoculturismo que verde de envidia no podía ser otro que El increíble Hulk en la serie de TV dedicada al personaje de Marvel. Por aquellos años, entre fines de los setenta y principios de los ochenta, un campeón de lucha libre, Hulk Hogan, empezó a probar si su personaje en el ring podía existir más allá de él. Si las caricaturas que lograban entretener a las miles de personas presentes en los combates cuerpo a cuerpo podían también hacerlo a través de una pantalla lo más grande posible. Y aunque el experimento de Hogan fue limitado, ese fue el camino que luego retomó The Rock con un éxito acorde con su carisma. Y tras él se les abrió paso también a Bautista y a Cena, el próximo de la fila.
En los últimos años los tres a su modo descubrieron que mientras Hollywood acudía a actores de formación más clásica para encabezar sus grandes películas evento y los sometía a regímenes estrictos para abultar sus músculos, ellos podían optar por usar los suyos en busca del humor y la ternura. Así, el contraste entre su cuerpo enorme y la inocencia de personajes como Drax y el afligido padre de El ejército de los muertos, transformaron a Bautista en uno de los intérpretes más solicitados de Hollywood con una lista de proyectos que incluye la tercera parte de Los guardianes de la galaxia, una aparición en la esperada Duna y la secuela de Entre navajas y secretos que se verá en Netflix. Un protagonista extralarge para unas pantallas que se vuelven cada día más chicas.
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