Damien Chazelle, de baterista frustrado a convertirse en el director más mimado de Hollywood
Todas las películas de Damien Chazelle se hacen una pregunta muy pertinente para un joven cineasta: "¿Cómo llegar a ser un artista?", u otra versión de lo mismo: "¿Cómo producir una obra de arte perdurable?". En medio de esta búsqueda existencial puede haber romances fallidos, canciones, problemas domésticos y números musicales, pero siempre es esa pregunta iniciática la que interesa al realizador. Se puede argumentar que su último film, El primer hombre en la Luna, una biografía de Neil Armstrong centrada en las dificultades y los peligros de la carrera espacial, se aparta de este tópico y es un salto al vacío en su filmografía, porque no tiene ningún vínculo directo con la música o ningún otro arte en su argumento. Sin embargo, la aproximación a su tema no es distinta de las de sus films anteriores. "Aunque es diferente de una expresión artística, para mí el alunizaje tiene un efecto similar porque es un momento poético y simbólico que todos experimentamos", dijo Chazelle a The New Yorker.
Sus películas no se limitan a plantear el problema de la formación del artista, también ensayan una respuesta a su interrogante. Entonces, ¿cómo llegar a realizar una gran obra? A través de la obsesión desatada, nos dicen, focalizando el deseo en el trabajo y dejando todo lo demás en un lejano segundo plano. En este aspecto, en su film, Neil Armstrong no es muy distinto del estudiante de batería interpretado por Miles Teller en Whiplash (2015) o del pianista de Ryan Gosling en La La Land (2016). En El primer hombre..., basado en la biografía oficial de Armstrong escrita por James Hansen, el astronauta norteamericano es retratado como un monomaníaco taciturno e inexpresivo, cuya inconmovible obsesión es poner un pie en la Luna, una gesta que, tal como se dice varias veces en el film, requiere grandes sacrificios y es completamente inútil porque no sirve a ningún fin práctico ni provee ningún beneficio material. La carrera espacial como una de las bellas artes.
Damien Chazelle se educó en el barrio de Princeton, New Jersey, sede de la famosa universidad, donde su padre era profesor de informática. Su madre también era profesora universitaria, pero de historia medieval. No es de extrañar que ambos tuvieran especial cuidado en la educación de sus hijos, a tal punto que, aunque la familia es católica, Damien hizo la primaria en una escuela judía porque sus padres consideraron que la enseñanza era de mayor calidad. "Pasé mis primeros años obsesionado con el hebreo y el Antiguo Testamento", declararía el realizador años después.
Durante la secundaria empezó a interesarse seriamente por la música e integró la banda de la escuela pública de Princeton como baterista, aunque, según dice, no era muy bueno: "Era razonable en mi trabajo con los palillos y haciendo cosas que parecen impresionantes, pero no lo son. Además tenía buen gusto y buenas ideas musicales, pero mi problema era un terrible sentido del tempo, cosa que para un baterista es como ser un pintor ciego. El director solía destrozarme a causa de eso y fue algo que duró por años", dijo a Indiewire. Está bastante claro de dónde salieron, entonces, muchas de las escenas de Whiplash, su película sobre un baterista talentoso martirizado por un profesor que quiere convertirlo en uno genial: "Hay cosas que tomé de mi experiencia en la banda de la escuela, como el director señalando a la gente que sonaba desafinada o cuando paraba el ensayo y se me quedaba mirando en silencio mientras los demás observaban. Nunca antes había escrito algo en que solo tuviera que recordar cómo sucedieron las cosas y volcarlas tal cual en una página".
Aunque Whiplash fue el trabajo que lo puso en el mapa de los realizadores a tener bajo observación, Chazelle ya había dirigido un film que comenzó como un ejercicio mientras estudiaba cine en la universidad de Harvard. Guy and Madeleine on a Park Bench (2009) es un largometraje rodado en blanco y negro, en film de 16 milímetros y con un presupuesto ínfimo a lo largo de dos años, mientras el realizador iba consiguiendo más dinero para avanzar. Los actores no profesionales y el estilo cinéma verité hacen pensar en el primer Cassavettes, mientras que el título y la ausencia de trama (un trompetista deja a su novia y se pasa el resto del metraje preguntándose si debe volver con ella) remiten a la nouvelle vague. Es una película que imita abiertamente el cine que los estudiantes de cine admiran, pero que también puede ser vista como un borrador superindie de La La Land. Luego de lograr una buena repercusión en el circuito de festivales, Chazelle se fue a Hollywood a continuar con su carrera.
Allí, tras completar un par de guiones que terminaron en la black list (la lista de los mejores libretos no producidos de cada año), debió abandonar sus aspiraciones autorales y se empleó como mano de obra barata para coescribir El último exorcismo, parte 2 (2013). Al poco tiempo, logró vender su primer guion original: Grand Piano (2013), un thriller que es parte de ese microrrubro iniciado por Enlace mortal (2002), en la que Colin Farrell no puede moverse de una cabina telefónica porque es amenazado por un francotirador. Aquí, Elijah Wood es un concertista con pánico escénico que, a punto de interpretar la pieza mas compleja del mundo, se encuentra con el mensaje de un asesino que le asegura que lo fusilará si se equivoca en una sola nota.
En ese mismo caldo de experiencias personales, música y géneros populares se cocinó Whiplash. Es una obra "de autor" basada en sus recuerdos, pero ya no filmada en el estilo arty/mumblecore de su primer film, sino como una película de instrucción bélica: es como si el temible sargento Hartman de Full Metal Jacket se hubiera dedicado a enseñar en un conservatorio. La producción es de Blum House, una compañía especializada en cine de terror. El film fue un éxito de crítica y público y cosechó cinco nominaciones para el Oscar (obtuvo tres: actor, montaje y sonido). Chazelle fue candidato en la categoría "guion adaptado" (técnicamente Whiplash está basada en un corto que realizó para conseguir inversores), pero perdió ante la inferior La gran apuesta. La repercusión obtenida, sin embargo, le otorgó luz verde para llevar a cabo uno de sus viejos proyectos sistemáticamente rechazados: La La Land.
La película protagonizada por Ryan Gosling y Emma Stone es otra incursión de Chazelle en un género clásico, atravesado por la variedad de sus intereses estéticos: en este caso las referencias son los grandes musicales de la compañía MGM de los años 50, como Cantando bajo la lluvia (1952) y también el cine de Jacques Demy, director de Los paraguas de Cherburgo (1964). Como su primer film, es la historia de encuentros y desencuentros románticos de un músico de jazz, opuesto a cualquier compromiso en el arte, que quiere abrir su propio night club, y una aspirante a actriz que sueña con ser una estrella.
La película fue un triunfo en todo aspecto: recibió elogios unánimes de la crítica, obtuvo el récord de 14 nominaciones en los Oscar y recaudó cerca de 15 veces su presupuesto de 30 millones de dólares. Chazelle obtuvo su primer Oscar como mejor director por este trabajo a los 32 años y se convirtió en el realizador más joven en recibir el premio. Al mismo tiempo, y acaso como consecuencia del gran nivel de atención que estaba generando, el film recibió las cansadoras críticas de "apropiación cultural", ya que se argüía que trataba de un género musical afroamericano, el jazz, y sus protagonistas eran todos blancos. Las suspicacias se incrementaron cuando Warren Beatty y Faye Dunaway la anunciaron erradamente como ganadora del galardón mayor en los Oscar, dado que el premio había sido otorgado a Luz del luna, del director negro Barry Jenkins.
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