Cuéntame tu historia: cuando los directores de cine se sumergen en las emociones y los dolores de su propio pasado
Belfast, de Kenneth Branagh, es el más reciente integrante de un destacado grupo de films que bucean en la infancia de sus autores
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“Decir que mis films son autobiográficos es demasiado simplista, una clasificación apresurada. En mi opinión me lo inventé casi todo: la infancia, los personajes, la nostalgia, los sueños y las memorias por el placer de volver a contarlas”, explicaba Federico Fellini en una entrevista con la revista Panorama en 1980, ante la curiosidad del público y los críticos por los aspectos más memorables de todas sus películas pero especialmente por Amarcord (1973), una de sus obras más reconocidas. En ella, todos parecían buscar pistas sobre la adolescencia del gran director durante los años del fascismo de Benito Mussolini en su Rimini natal.
Claro que el realizador italiano no fue el primer director ni el único y, ciertamente, tampoco el último en destilar recuerdos del propio pasado para construir una pieza cinematográfica única. El más reciente ejemplo de esa mezcla de remembranzas, fantasía y melancolía es Belfast, la película escrita y dirigida por Kenneth Branagh que se estrenó este jueves en la cartelera local. Nominado a siete premios Oscar, incluidos los de mejor película, guion y director, el film repasa la historia de Branagah y su familia en los albores del conflicto armado en Irlanda del Norte que finalmente los obligó a emigrar a Inglaterra.
En blanco y negro y con un joven protagonista, avatar del propio realizador, aunque el contexto de Belfast es único y particular también es cierto que el film pertenece al mismo canon de relatos cinematográficos en los que la propia infancia se transforma en rico material para la creación. Las dolorosas despedidas que atraviesa el pequeño Buddy (Jude Hill) y su descubrimiento del cine como vía de escape y tabla de salvación, también forman parte de la columna vertebral de la mencionada Amarcord y la excepcional Los cuatrocientos golpes (disponible en MUBI), de Francois Truffaut, que cambió el curso de la cinematografía francesa (y mundial) con su homenaje a sus amigos de la infancia resumidos en el célebre personaje Antoine Doinel.
“Para hacer cine tenés que tener algo que contar. ¿Vos tenés algo que contar?”, inquiere a los gritos uno de los personajes de Fue la mano de Dios (disponible en Netflix), el más reciente film de Paolo Sorrentino, el director napolitano que lleva años contestando afirmativamente a esa pregunta pero que en esta película decidió que su propia historia era el cuento. Que su familia, sus anhelos de infancia y adolescencia, su tragedia y el milagro llamado Maradona debían por fin llegar a la pantalla. Nominada al Oscar como mejor película internacional, Fue la mano de Dios es un homenaje a Nápoles, una canción de amor para sus padres y un tónico para el duelo que no cesa y se acerca a la costa una y otra vez.
A su vez en Roma (disponible en Netflix), de Alfonso Cuarón, que no refiere a la ciudad italiana sino al barrio de la capital mexicana, los recuerdos amargos y el regreso al punto de partida que ya quedó muy atrás en el camino también, como en Belfast, están atravesados por la violencia y la inestabilidad social que puertas adentro se conversa en voz baja y a puertas cerradas, para que los chicos no escuchen el susto de los adultos, aunque lo perciban con claridad.
Más allá de los escenarios a veces trágicos y desgarradores que exploran los realizadores en sus viajes al pasado, el humor siempre está presente. Así sucede en el film de Branagh que descansa en la ternura de su protagonista para aliviar el nudo de tristeza que provoca su narración, en Fue la mano de Dios con sus personajes imposiblemente absurdos, y en Lady Bird (disponible en Movistar Play), donde Greta Gerwig usa las herramientas de la comedia para contar el complicado vínculo entre Lady Bird y su mamá, un retrato bastante fiel, según la directora, de sus años como adolescente sin rumbo en su California natal.
Y algo similar aunque en un tono cómico más asordinado y envuelto en neurosis varias también aparecía en Historias de familia (anodino título local de The Squid and the Whale, disponible para alquilar en Apple TV+) del director Noah Baumbach, pareja de Gerwig. El film, un recuento autobiográfico de su familia y los lazos de amor y toxicidad que los unen, fue protagonizada por Jesse Eisenberg al que le tocó encarnar a una versión del propio director dispuesto a saldar las deudas del pasado con tanto dolor como humor.
Un procedimiento narrativo que también aplicaba Persépolis (disponible para alquilar en Apple TV+), el film animado basado en el cómic creado por su propia directora, Marjane Satrapi, a partir de sus recuerdos de infancia durante la revolución en Irán que cambió el rumbo de su vida. Como el pequeño Buddy en Belfast, en Persépolis, nominado al Oscar en 2008 en la categoría de mejor película de animación, Marjane es testigo del violento final de una época en su país, de forzados nuevos comienzos y tristes despedidas suavizadas solo por su inocente mirada.
Finales y nuevos comienzos inciertos también forman parte de Minari (disponible en Amazon Prime Video), en la que el director Lee Isaac Chung decidió contar la historia de sus padres inmigrantes de Corea del Sur en los Estados Unidos rural. El choque cultural que atraviesan los adultos, inseguros en un lugar que no los entiende ni ellos comprenden, contrasta con la experiencia de su pequeño hijo David, incómodo por la nostalgia que sienten sus padres por un hogar que él no reconoce como tal.
De Fellini y Truffaut pasando por George Lucas y American Graffiti (Movistar Play), hasta Branagh, Cuarón y Sorrentino, está claro que para muchos realizadores contar su propia historia es un rito de pasaje tan dificultoso como necesario y tan doloroso como dichoso. El próximo film de Steven Spielberg lo confirma: después de 32 largometrajes y casi sesenta años de carrera, el director por fin contará su propio pasado en The Fabelmans, un recorrido por su infancia en Arizona coescrito con su habitual colaborador, el reconocido guionista y dramaturgo Tony Kushner, durante la pandemia. Con Michelle Williams y Paul Dano en el papel de sus padres, Spielberg volverá sobre sus pasos y como todo lo que hace, los volverá puro cine.
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