El origen de la historia ya se contó infinidad de veces, la mayor parte de ellas de boca de su protagonista. La noche del 4 de junio de 1941, un teatro Broadway de reflectores y alfombra roja, recibió a los invitados al estreno de Los martes orquídeas. Su desconocida protagonista, Mirtha Legrand , junto a su hermana, su hermano y su madre atravesaba la marea de gente sin que nadie le prestara atención. De nada valía que la nena de 14 años, entre la inocencia y la caradurez, le explicara a los periodistas que el del afiche era su nombre; y la de la foto, ella.
Si uno ahora cierra los ojos, seguro puede escuchar en su cabeza la voz nostálgica de Mirtha coronando la anécdota: "Llegamos en tranvía -acá se podría completar que se trataba del tranvía 86, que habían tomado en Paternal, donde vivían-, no nos conocía nadie. Cuando terminó la función la sala entera comenzó a aplaudir a esa nenita de 14 años que protagonizaba su primera película. Volvimos a casa en un Cadillac, nunca supe de quién era. Ese día nació Mirtha Legrand".
Hasta acá, a modo de breve contexto, la historia que todos conocen. Ahora la gran pregunta: ¿Qué pasó después?
Pasó que Los martes orquídeas se convirtió, por mérito propio en la película más convocante del momento. Las críticas coincidieron en que era: "Una pieza candorosa de estricto corte familiar", "comedia risueña de una fluidez encantadora, corte popular y extraordinariamente diáfana". Los académicos, por su parte, destacaron que el film inauguró (aunque en realidad consolidó) el hasta entonces poco transitado "cine para adolescentes". También colocó a su director, Francisco Mugica, como emblema de propuestas "familiares y burguesas". Si bien hay argumentos que apoyan esta teoría, el facilismo olvida que Mugica también fue el realizador de títulos como El mejor papá del mundo (1941), pieza con un intertexto social más punzante y menos condescendiente.
Lo cierto es que Los martes orquídeas fue abrazada por la gente sin distinción de clase, por la crítica y por los medios que la consideraron en los albores de la década del 40 como "la mejor película del cine argentino".
Fue ahí cuando a Carlos Olivari, autor del guion junto a Sixto Pondal Ríos, se le ocurrió intentar vender el argumento a Hollywood. Semejante idea parecía imposible en aquella época. ¿Pero realmente lo era?
De Mirtha Legrand a Rita Hayworth
Por entonces, Hollywood había implementado una "política de buenos vecinos" buscando congraciarse con los países del sur mediante temáticas, escenarios, historias, etc. Aquí entró en juego una persona clave, a la que los textos nunca le han reconocido el enorme mérito que tuvo: Paloma Efrom, Blackie. La por entonces cantante, que luego hiciera carrera como periodista y conductora de televisión, era la novia de Carlos Olivari. Por haber pasado parte de su juventud en los Estados Unidos junto a su hermano David (que vivía allá), Blackie fue la elegida por el guionista para tomarse un avión a los Estados Unidos y probar suerte con la venta de derechos de Los martes... Si algo tenía Paloma, además de una mirada muy adelantada a su época, era una capacidad natural para los negocios.
El estudio elegido fue Columbia Pictures. La empresa no tenía en los años 40 la magnificencia de MGM, 20th Century Fox o Warner Brothers, pero tampoco se alineaba con las llamadas "minors" como Universal o United Artists. Ubicada en un intermedio, de la mano del productor Harry Cohn había podido cimentar un prestigio y atraer un volumen importante de audiencia. Entre sus contratados se encontraban nombres tan eclécticos como Frank Capra, Los tres chiflados o Rita Hayworth. Esta última, la estrella más taquillera de la productora, fue la primera opción cuando Blackie les presentó el guion, que enseguida pasó a llamarse You Were Never Lovelier (traducido en ocasión de su estreno en la Argentina como Bailando nace el amor).
El primer escollo apareció cuando en el estudio descubrieron que Mirtha Legrand -Elenita en la ficción-, tenía 13 años, 10 años menos que Rita. Esto obligó a cambiar la narración original: ya no era la más pequeña de las hermanas la cortejada con flores sino la segunda. Lo mismo sucedió con la imagen de la actriz norteamericana, mucho más avasallante que la de Mirtha. Era poco creíble que a Hayworth los hombres "no le prestaran atención", así que su personaje pasó a rechazar a otros pretendientes en busca del "amor ideal".
El siguiente inconveniente fue encontrar un galán a la altura de la protagonista (y por qué no, del genial Juan Carlos Thorry). Decidieron repetir la dupla con Fred Astaire, que un año antes brillara en You'll Never Get Rich. Por entonces, el bailarín estaba "divorciado" profesionalmente de su coequiper Ginger Rogers y buscaba compañera de pantalla y de danza. Curiosamente, años más tarde el actor sorprendió al declarar que de todas sus parejas de baile, la mejor había sido Hayworth; y de las películas juntos, You Were Never Lovelier.
La trama y la interpretación de Mirtha en Los martes... fluían de tal manera, que a la futura protagonista de Gilda no le costó casi nada la recreación; eso sí, siempre reafirmando el "color" latinoamericano: se cambió el nombre de Elena por María, y al principio de la película se situó la acción en Buenos Aires con inserts documentales de la Plaza de Mayo y el Hipódromo de Palermo.
You Were Never Lovelier se estrenó en los Estados Unidos el 19 de noviembre de 1942 y a pesar de que con los años ha quedado en el olvido, estuvo nominada a tres premios Oscar... de los cuales no ganó ninguno.
De todos modos, para Carlos Olivari y Sixto Pondal Ríos fue todo ganancia. Además de Los martes orquídeas lograron colocar en Hollywood el guion de Romance musical (1947) que aquí protagonizó Libertad Lamarque; y que dos años después se rehizo con el título de Romance on the High Seas, marcando el debut de Dorys Day en la gran pantalla.
El día que Mirtha conquistó a Hollywood tiene, a modo de epílogo o apéndice, un agregado que ya reviste carácter de mito. Se dice que, admirada y agradecida por la labor de la joven estrella argentina, en ocasión del estreno de Bailando nace el amor en el Gran Rex, Rita Hayworth le envió a Legrand como obsequio uno de los vestidos que lució en el film, creado por la notable diseñadora Irene Lentz. Queda en La Chiqui confirmar si este dato fue real, o la fantasía de una campaña de prensa. Aunque a esta altura de la historia, ¿realmente importa?
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