Cruella, otro viaje al pasado que reconfigura el presente y el futuro de Disney
El logrado retrato juvenil de la villana de 101 dálmatas tiene conexiones bastante visibles con otras expresiones de la cultura pop: de Guasón y Gatúbela a las películas de Marvel
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Acaba de estrenarse y Cruella ya es una de las películas más comentadas de los últimos tiempos. Acaso porque rompe una larga tendencia vinculada a la estrategia de Disney de llevar al mundo de la acción con personajes de carne y hueso algunos de sus clásicos animados. Alrededor de la historia sobre el origen de la villana de 101 dálmatas ya no se exploran, como en todos los casos anteriores, las conexiones entre la película original y la nueva adaptación. Cruella parece sugerir, en cambio, indicios muy fuertes de lo que podría hacer Disney de aquí en más con sus clásicos. Hasta empezar a escribir una nueva historia.
Es inevitable que una historia como la de Cruella empiece mirando hacia atrás. La memoria de 101 dálmatas es distinta a la de otros ejemplos recientes de animación transformada en live action como ocurría en Aladdin o Dumbo. Entre otras cosas porque en este caso la evocación incluye una experiencia previa con personajes de carne y hueso. Y muy significativa por cierto. La Cruella de Vil que Glenn Close concibió en 1996 es la verdadera referencia de la precuela recién estrenada. En un difuso segundo plano aparece el largometraje animado clásico de 1961 que se conoció al año siguiente en la Argentina con el título de La noche de las narices frías.
Pero en el camino ocurrió algo más. Al ver Cruella nos parece natural mirar por primera vez a Emma Stone como una versión juvenil de Close. Sin embargo, nuestra memoria nos hace viajar de inmediato hacia un recuerdo mucho más cercano, el de Guasón, la revulsiva obra de Todd Phillips que un par de temporadas atrás iniciaba un camino que hoy sigue Cruella, el relato del origen de un villano.
Hay un común denominador incuestionable entre ambas historias, pero este factor no debería sobreestimarse. Al transformarse en Guasón, Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) se convierte sin proponérselo en una suerte de líder de una sociedad anómica. El personaje lleva al extremo de una conducta psicópata su reacción frente a un entorno que se burla de su condición y lo segrega. Es el máximo representante de la conducta enajenada de un colectivo que dejó de creer en el poder de la autoridad.
En Cruella, en cambio, la condición de villana de Estella (verdadero nombre del personaje encarnado por Stone) es el resultado de una venganza contra alguien todavía más malo. Estella es una rebelde y una marginada, pero encarna esos sentimientos sin otro ánimo que afirmar su lugar en el mundo y tramar esa soñada revancha. Además, esta Cruella precoz no comparte un rasgo muy característico de su personaje en las versiones anteriores: nadie habla en esta precuela de robar perros dálmatas y usar su piel como materia prima de una llamativa prenda de vestir. Como señaló muy bien Natalia Trzenko, ese episodio icónico es visto ahora como un simple malentendido. Como si jamás hubiese existido.
Así, uno de los rasgos característicos de Cruella (el más cruento, a los ojos del mundo del siglo XXI) casi desaparece en este tiempo tan atento a evitar situaciones de extrema sensibilidad. No es el único. En más de una entrevista reciente, Emma Stone lamentó que las estrictas normas de Disney sobre el uso del tabaco en sus películas le haya impedido incorporar a su Cruella el clásico gesto del cigarrillo humeante acompañado de una larga boquilla que, en cambio, identificaba al personaje en tiempos de Close.
La de Stone es una Cruella que va adquiriendo de menor a mayor su identidad de villana pero lo hace, como vemos, de un modo bastante atenuado por las exigencias de la corrección política impuestas en este tiempo. Esto no le impide mostrar la construcción de su personaje en una atmósfera más oscura de lo habitual para una película de Disney. Desde esta perspectiva, en la transformación experimentada por Cruella a lo largo de la película aparecen algunas semejanzas con la Gatúbela dibujada por Tim Burton en Batman regresa.
El factor musical también tuvo mucho que ver en esta elección. Lo reconoció el propio director Craig Gillespie a The Hollywood Reporter cuando contó que a cada uno de los responsables de producción del estudio que se iban incorporando al proyecto les decía: “No estamos haciendo una película de Disney. No piensen en Cruella como si fuera otra película de Disney. Imagínenla como la historia de un personaje que crece y empieza a hacerse adulto en Londres con una mirada punk”. Cruella responde mucho a la idea de un ángel caído.
“Me propusieron esta película después de que hice Yo, Tonya –agregó Gillespie- y eso me llevó a suponer de inmediato que querían inclinarse hacia el lado más oscuro del universo de villanos de Disney”. Ese concepto, que en realidad proyecta en Cruella la idea de una anti-heroína más que de una villana, se traduce también en la película con algunos rasgos narrativos y estilísticos propios de las películas de Marvel. Tanto, que hasta hay en Cruella una escena post-créditos que responde a ese modelo.
Lo corroboró el mismísimo Sean Bailey, máximo responsable del área de producción de películas en los estudios Disney. “Si Iron Man, Thor y Capitán América son los superhéroes de Marvel, entonces muy probablemente Alicia, Cenicienta, Mowgli y Bella sean nuestros superhéroes, y Cruella y Maléfica nuestras supervillanas”, señaló el ejecutivo.
“Si encontramos una manera de conectar esa afinidad con lo que significa cada uno de esos personajes para el público y lo hacemos con el aprovechamiento del mejor talento humano y la mejor tecnología el resultado puede ser muy estimulante. Va a sentirse como algo muy Disney, ejecutado con las ventajas competitivas que tiene esta marca”, reveló Bailey.
A todas las señales planteadas por el ejecutivo habría que agregar otra muy visible en Cruella: la película muestra en varios de sus personajes la representación de lo que hoy genéricamente definimos bajo el concepto de diversidad. Otra señal de época.
Habrá que estar atento a los próximos pasos del estudio. De este panorama se desprenden varias preguntas que abren interrogantes muy sugestivos sobre lo que hará Disney de aquí en adelante con sus clásicos. Hasta ahora, esas revisiones tenían como referencia al pasado. A partir de Cruella, ese movimiento ensaya un giro. Viajar hacia atrás en busca del origen se convierte en un trampolín que proyecta a personajes clásicos como la villana de 101 dálmatas hacia el futuro.
No sería extraño que las próximas pistas aparezcan en la secuela de Encantada, aquella historia protagonizada por Amy Adams que en 2007 proponía una audaz, regocijante y muy lograda deconstrucción de los lugares más comunes de los cuentos de hadas. En este momento se está completando la filmación de su secuela, con hechos que transcurren una década después. El título ya sugiere que habrá muchos debates alrededor de ella cuando se estrene en 2022. La película se llamará Desencantada.
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