Crítica Toc, toc toc: el sonido del mal tiene las mejores intenciones, pero no asusta
Con el pequeño actor de C’mon C’mon, el film de terror es muy atractivo visualmente, pero falla en la construcción de la tensión, que se diluye inexorablemente
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Toc, toc, toc: El sonido del mal (Cobweb, Estados Unidos/2023). Dirección: Samuel Bodin. Guion: Chris Thomas Devlin. Fotografía: Philip Lozano. Música: Drum & Lace. Edición: Kevin Greutert, Richard Riffaud. Elenco: Woody Norman, Lizzy Caplan, Antony Starr, Cleopatra Coleman. Duración: 88 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: BF París. Nuestra calificación: regular.
La simbología del género terror es clara y bien conocida; por ejemplo: nada puede salir bien si la acción se desarrolla en época de Halloween. Ahora, si a lo anterior le sumamos a un nene de ocho años introvertido, que sufre bullying en el colegio, con padres medio psicóticos y con la fantasmal voz de una nena que le golpea la pared de la habitación cada noche mientras trata de dormir, la conclusión no solo es inequívoca, también es excesiva.
Todo lo anterior y varias cosas más le pasan al pobre Peter (Woody Norman, el astro infantil de C’mon) quien, si zafa de semejante pesadilla, tiene asegurada terapia por el resto de su vida.
El director Samuel Bodin se presenta como un diestro narrador visual, pero trastabilla a la hora de manejar el tempo necesario para la construcción del suspenso. Si este film -que marca su debut en la pantalla grande- crea una atmósfera de a ratos inquietante, es gracias a la fotografía, al juego de claroscuros, encuadre y puesta en escena. Hay en todo ello una intención muy lograda de presentar a los personajes y a sus acciones. Como para desconfiar de entrada de aquellos que se revelan como buenos, y abrazar calurosamente a los más sombríos. Aunque claro, puede fallar.
Si el rubro técnico cumple, superando la media de propuestas actuales de este tipo, cuando se trata de apoyarse en el relato (como sucede en gran parte de su segunda mitad), la tensión flaquea y da paso al catálogo de lugares comunes ya vistos en infinidad de ocasiones. Imágenes diabólicas, susto fácil, realidades oníricas, extrañas de pelo largo, y demás ejemplos tendientes a la previsibilidad.
En su multiplicidad de elementos, presentados ya desde el inicio, cuesta encontrar en Toc, toc toc: el sonido del mal alguno que domine el relato. Ahí está la subtrama que tiene de protagonista al bully y a sus parientes, que como aparece, se va. Una historia relacionada a un Halloween del pasado, que en cierto momento se sugiere determinante, y luego se diluye sin aportar demasiado. O la presencia de la voluntariosa maestra de Peter, Miss Devine (Cleopatra Coleman) que sabe que algo anda mal en la casa de su alumno, y sin embargo solo se presenta cuando el guion la necesita para protagonizar un par de situaciones que quedan en golpes de efecto. Podría haber sido ella o cualquier otro, a los efectos de la conclusión habría sido más o menos lo mismo.
De la misma manera que su prometedor inicio brinda la suficiente cantidad de anzuelos como para querer seguir viendo, el desarrollo de la historia es directamente proporcional a la desilusión que provoca. Como ese globo que brilló en una fiesta de cumpleaños, pero poco después comenzó a desinflarse de a poco hasta quedar agrietado en un rincón. La sensación termina siendo parecida.
A pesar de su búsqueda de trascender lo ya visto, utilizando recursos como incidentes fuera de campo, o la paulatina revelación de las amenazas, el realizador termina cayendo en su propia trampa y llega a un resultado con gusto a poco; o peor, a ya conocido. La intención es buena, pero no alcanza.
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