Crítica de La traviesa hada de los dientes: una emotiva fábula sobre el miedo a los cambios
La película de animación alemana, dirigida por Caroline Origer, desembarca este jueves en salas
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La traviesa hada de los dientes (My Fairy Troublemaker, Alemania/2022). Dirección: Caroline Origer. Guion: Silja Clemens, Pamela Hickey, Dennys McCoy, Greg Nix. Edición: Claudio Hernández. Voces: Jella Haase, Justin Daniels Anene, Alex Avenell, Stephan Benson, Merete Brettschneider. Distribuidora: BF+Paris Films. Duración: 80 minutos. Nuestra opinión: buena.
El largometraje de la realizadora Caroline Origer no oculta sus referencias, la mayoría de ellas proveniente de los estudios Pixar, sobre todo cuando toma a uno de sus mejores exponentes como combustible para su narrativa: Intensa-Mente. Desde el comienzo, La traviesa hada de los dientes, estreno de este jueves en salas comerciales, le debe mucho al film de Pete Docter y Ronnie del Carmen en la forma en la que se ancla en una narrativa coming of age (de camino a la adultez) para registrar el desarrollo de una amistad impensada con sentimientos en plena ebullición.
La protagonista de esta historia es Maxie, una niña de 12 años que es sorprendida por una noticia que le comunica su madre de un momento a otro: la mudanza del campo a la ciudad, con todo lo que eso conlleva. El desarraigo, el primer punto de contacto con la película de Pixar, tiene consecuencias inevitables en el estado anímico de Maxie, una pequeña profundamente introspectiva, ávida por todo lo que la naturaleza tiene para ofrecerle, una observadora que es desprovista de ese escenario bucólico en el que podía explorar sin restricciones.
Por otro lado, la joven se siente como una extraña en esa familia ensamblada que carece de la armonía que su madre, en pareja con un hombre que tiene dos hijos, busca generar a través de ese cambio de hábitat. Maxie es objeto de burlas de sus hermanos -a quienes no consideran como tales- y lucha por encontrar su lugar en un contexto que no despierta su curiosidad nata.
En ese período de transición entra en escena Violetta, un hada que también se halla en un momento de rebeldía cuando no consigue llevar a cabo la tarea que le es encomendada: depositar algo de dinero debajo de la almohada de los niños que pierdan uno de sus dientes de leche. El guion de Silja Clemens, Pamela Hickey, Dennys McCoy, y Greg Nix no rompe ningún molde y se va volviendo cada vez más predecible a medida que avanza el metraje. Violetta es una criatura dispersa que, cuando queda atrapada en el mundo de los humanos, conecta con Maxie por esa necesidad de sentirse útil cuando el entorno opera en tu contra.
La amistad entre ambas se desarrolla de manera emotiva, con confesiones a deshoras sobre el miedo a no encontrar la identidad en un microclima desconocido, y sobre la aprehensión a estar obligada a habitar en un plano donde impera la incomodidad. La película se vuelve disruptiva cuando, como sucedía en Intensa-Mente, explora la complejidad de las emociones, la fluctuación en el estado anímico fruto de decisiones que están por fuera del control de sus protagonistas.
Sin embargo, cuando La traviesa hada de los dientes pierde su brújula y se aleja de Violetta y Maxie para ampliar su relato con personajes que poco aportan a la historia general, la película se va desinflando hasta que halla, a destiempo, el modo de volver a las bases. Así, aunque no haya una exploración exhaustiva sobre los pormenores de esas figuras provenientes del folclore, se pone en evidencia cómo las hadas funcionan como parábola de una temática unívoca: el imperioso anhelo de creer en algo mágico que nos transporte a un tiempo que fue hermoso, mítico, como aquel al que Maxie busca regresar constantemente.
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