Crítica de Cielo rojo: las desventuras de un escritor que cree tener al mundo en su contra
La película del alemán Christian Petzold ganó el Premio Especial del Jurado en la última edición del Festival de Berlín
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Cielo rojo (Roter Himmel, Alemania/2023). Dirección y guion: Christian Petzold. Fotografía: Hans Fromm. Edición: Bettina Böhler. Elenco: Thomas Schubert, Paula Beer, Langston Uibel, Enno Trebs, Matthias Brandt. Duración: 102 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.
Hace poco menos de un mes se estrenó en Argentina la última película del estadounidense Ira Sachs, Pasajes, que pone el foco en un narcisista consumado. Cielo rojo, el nuevo film de Christian Petzold, que milagrosamente llega al país apenas unos meses después del lanzamiento en salas de Alemania y su estreno en el Festival de Berlín, tiene un protagonista con características parecidas. Leon es un escritor que después de publicar su primera novela se enfrenta a la famosa crisis del segundo libro y decide instalarse unos días en una casa de una relajada zona balnearia para ajustar un primer borrador que lo conforme. Llega al lugar con un amigo que también tiene una tarea pendiente (pero no la vive con el dramatismo y la oscuridad que Thomas Schubert logra insuflarle a su neurótico personaje).
En el transcurso de la historia aparecerán dos personajes estrictamente funcionales para acentuar uno de los ejes centrales del relato: la fobia social de alguien que, paradójicamente, vive pendiente de la mirada de los demás. Incapaz de expresar sus auténticos deseos, Leon reacciona casi siempre como si el mundo estuviera en su contra, vive con la paranoia permanente de una especie de confabulación astral en su contra y se vuelve hosco y agresivo.
Mientras tanto, algunas señales parecen confirmar sus temores: el fuego arrasa con el bosque que rodea la casa donde fue a buscar sosiego y a esperar al editor encargado de diagnosticar el estado de su próxima novela. Petzold trabaja muy bien la convivencia de la comedia cotidiana que produce una criatura abrumada por casi todo lo que ocurre a su alrededor y el horror que finalmente entra en escena de la mano de una tragedia inesperada. Retoma el lirismo de Chejov y la profundidad que el cine de Rohmer supo encontrar en situaciones a primera vista triviales, como dos referencias explícitas para esta historia que continúa una “trilogía de los elementos” que inició con Undine (2020), film que, igual que Cielo rojo, rearticula sentidos en torno a la relación entre el amor y la muerte, pero con el agua, en lugar de las llamas, como territorio simbólico.
Una de los grandes logros de este programático cineasta alemán de 62 años es su capacidad para cambiar velozmente de registro sin afectar a la fluidez de su narrativa: cuando Nadja (Paula Beer, notablemente sugestiva y refinada en su papel) recita dos veces un poema de Heinrich Wilhelm von Kleist, una figura central del romanticismo alemán, lo que podría volverse solemne e incluso paródico se carga en cambio de una emoción genuina, aunque toda la secuencia previa tenga el clima de esas situaciones equívocas e incómodas que muchas veces deben transitar algunos de los personajes que imaginan para sus películas Woody Allen o Noah Baumbach.
Menos ajustada es una resolución que nos dice que un escritor depende más de las experiencias vividas que de su trabajo o su talento, la redención orquestada para este joven atormentado que sobre el final vislumbra un horizonte que hasta ahí no percibía ni siquiera como posible y con el que empatizar es todo un desafío.
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