Contra todos: un relato de venganza, consumo irónico y extrema violencia para los fanáticos de los videojuegos
Con un protagonista sordomudo interpretado por Bill Skarsgaard (It), e imaginativas puestas en escena para sus innumerables secuencias de pelea, es una película hecha para una audiencia específica, que pueda compartir los códigos del absurdo que plantea y los guiños a otras obras del universo del videojuego
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Contra todos (Boy Kills World, Estados Unidos-Alemania-Sudáfrica/2023). Dirección: Mortiz Mohr. Guion: Moritz Mohr y Tyler Burton Smith. Historia: Moritz Mohr y Arend Remmers. Edición: Lucian Barnard. Música: Ludvig Forssell. Fotografía: Peter Matsajko. Elenco: Bill Skarsgård, Famke Janssen, Jessica Rothe, Michelle Dockery, Brett Gelman, Sharlto Copley, Yayan Ruhian, Isaiah Mustafa, Quinn Copeland, Nicholas Crovetti. Calificación: apta para mayores de 16 años con reservas. Distribuidora: BF+Paris Film. Duración: 111 minutos. Nuestra opinión: buena.
No es la adaptación de ningún videojuego, aunque el corazón de Contra todos esté con los fichines y las consolas: como si fuera una versión de Deadpool diseñada para la generación que creció jugando con Playstation. La descripción sirve para comprender las limitaciones de la película que, más allá de la calificación para mayores de 16 años, no está hecha para todo el mundo. Más allá de cualquier objeción, se nota que hay trabajo hecho con entusiasmo delante y detrás de cámara: tampoco es un producto desalmado, hecho solo para explotar una potencial franquicia.
Quienes busquen un argumento profundo saldrán decepcionados. La historia es básica: un hombre que busca venganza contra un gobierno totalitario conformado por tiranos. La narración esconde alguna sorpresa, no demasiado lograda, que invita a una reflexión liminar sobre la construcción de la memoria de parte de quienes controlan los relatos. Relatos de venganza abundan en el cine de acción: John Wick, Nadie, Kill Bill y muchos otros títulos más. Cada uno, a partir de una premisa reiterada, intenta probar que lo fascinante es el cómo se cuenta eso que ya se contó varias veces.
El argumento no es el punto central de la película. Los acontecimientos que suceden son una excusa para mostrar a los personajes peleando a muerte en distintos escenarios, como un estudio de televisión producido para filmar una publicidad de cereales para chicos. Es uno de los sets más reveladores del espíritu que trasciende a Contra todos y habita el clima de época de gran parte del cine de acción y los videojuegos contemporáneos: situaciones de extrema violencia, sangre que brota a borbotones, personajes vestidos como muñecos simpáticos y escenarios infantiles. Contra todos es una película adolescente, en todo el sentido de la palabra.
Es una película hecha para una audiencia específica, que pueda compartir los códigos del absurdo que plantea y los guiños a otras obras. Uno de los villanos es Sharlto Copley, el protagonista de Sector 9 y Hardcore, la película que emulaba la vista en primera persona típica de los videojuegos. Famke Janssen, la despiadada enemiga de 007 en Goldeneye (la película y el clásico juego de Nintendo 64), es el objetivo principal que quiere asesinar el personaje que interpreta Bill Skarsgård, el actor sueco que fue la última encarnación de Pennywise y el despiadado aristócrata de John Wick 4. Hasta el compositor de Contra todos remite a los videojuegos de acción y ciencia ficción: Ludvig Forsell hizo la música de Metal Gear Solid V y Death Stranding, los juegos de Hideo Kojima.
Skarsgård, que interpreta a un protagonista sordomudo, se quiere lucir como héroe de acción en distintas peleas con coreografías elaboradas. Para eso comparte algunas de las mejores escenas con Yayan Ruhian, habilidoso experto en artes marciales que trabajó en las dos películas de The Raid: aquí es un misterioso chamán que oficia como maestro del protagonista. Las peleas hasta se dan el lujo de contar los rounds y terminar de aniquilar a los rivales con fatalities explícitas, como si fueran Mortal Kombat.
El problema es que ciertas decisiones narrativas anclan los posibles riesgos creativos que hubieran hecho una película más interesante. El protagonista es sordomudo, pero durante toda la película escuchamos sus pensamientos, que subrayan todo lo que está sucediendo en pantalla, como si la película desconfiara de los silencios y la capacidad del actor para transmitir emociones.
El otro problema que enfrenta Contra todos es el humor que la emparienta con una película como Deadpool. El superhéroe de Ryan Reynolds es más efectivo para desprenderse de su propio relato con cinismo. Aquí no se rompe la cuarta pared, pero el tono de la película es inconsistente: a veces los personajes toman distancia de las situaciones que atraviesan, como si buscaran la mirada cómplice de los espectadores ante situaciones ridículas, y a veces buscan la gravedad dramática de una película que se toma demasiado en serio a sí misma.
Aun con las observaciones que se puedan hacer contra ciertas decisiones narrativas, Contra todos es una película hecha con entusiasmo. Es una producción de mediano presupuesto con un diseño de vestuario y producción que es más vistoso y colorido que el de otras películas mucho más caras. Las peleas –que abundan– no tienen el virtuosismo técnico y la elegancia de John Wick 4, pero buscan sorprender con coreografías que usan cualquier tipo de elementos como potenciales armas, desde un rallador de pan hasta una zanahoria.
Contra todos es un festín con violencia explícita que, mezclando comedia y drama, recuerda a las películas de su productor, Sam Raimi. Mortiz Mohr, el director, en un debut con aciertos y errores, intenta darle color a las escenas, hace que la cámara se mueva, no le teme al ridículo y coqueta con varias referencias a distintas obras contemporáneas del cine de acción y los videojuegos, enfocadas a un grupo determinado de potenciales espectadores. Si la propuesta termina por convencer, dependerá de ellos.
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