Cómplices del engaño es un regocijante juego de roles que alumbra a una nueva gran estrella
Glen Powell brilla como un Cary Grant del siglo XXI en una inteligente, sensual y muy divertida comedia policial en la que nada es lo que parece; Adria Arjona también se luce como la protagonista femenina de la nueva película del talentoso Richard Linklater
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Cómplices del engaño (Hit Man, Estados Unidos/2023). Dirección: Richard Linklater. Guion: Richard Linklater y Glen Powell. Fotografía: Shane Kelly. Música: Graham Reynolds. Edición: Sandra Adair. Elenco: Glen Powell, Adria Arjona, Austin Amelio, Retta, MIke Markoff. Duración: 115 minutos. Distribuidora: Diamond. Calificación: apta para mayores de 13 años con reservas. Nuestra opinión: muy buena.
Hace tiempo que no vemos en el cine de Hollywood cómo nace una estrella en tiempo real. El nuevo gran protagonista de esa rutilante construcción se llama Glen Powell y gran parte de ese recorrido consagratorio tiene que ver con Cómplices del engaño, rebuscada traducción local de un título original que, vale reconocerlo, tiene un sentido en inglés que muy difícilmente podría trasladarse al castellano con unas pocas palabras en condiciones de llamar la atención.
El término “hitman” corresponde, literalmente, a un asesino a sueldo, un sicario. Y cuando lo separamos en dos mantiene ese significado, pero también de manera figurada podría hablarse de un “hombre que da en el blanco”. O, yendo más lejos, de alguien que acierta, que la pega. Usamos el “Hit” también cuando golpeamos a alguien o cuando recibimos un golpe.
Encontraremos en algún momento de Cómplices del engaño ejemplos de cada una de estas acepciones. Hay referencias muy precisas alrededor del aspecto policial del asunto. Y también de las otras. El resultado, lejos de confluir en alguna conclusión híbrida, es muy disfrutable, divertida y tiene destino de clásico, sobre todo por las fuentes de las que se nutre para que podamos pasarla tan bien. Primero, la screwball comedy; después, una trama policial que tantas veces se asoció con esa mirada ligera y a menudo alocada sobre el mundo para lograr resultados virtuosos; finalmente, el romance entre dos personajes que tienen en la pantalla una química perfecta.
Uno de ellos empieza a configurarse como una estrella con todas las letras. Glen Powell ya viene insinuando que aspira a ese lugar desde que lo vimos como antagonista de Tom Cruise en Top Gun: Maverick. Pintón, entrador, galán innato, Powell entra en escena con la dosis justa de rapidez mental y arrogancia que se espera de todo el que esté dispuesto a conquistar a una chica (y a partir de allí) al mundo desde una pantalla. Y también sabe manejar otros requisitos fundamentales: un poder de seducción a toda prueba (con la sonrisa como arma principal) y su manejo del cuerpo, cualidad en la que no debería faltar alguna torpeza o distracción.
Texano como Richard Linklater, Powell fue quien le acercó al talentoso director de la trilogía de Antes del anochecer el material original que se transformó en esta película. Es la historia real de Gary Johnson (nombre que se conserva en la película), un agente encubierto al servicio de la policía de Houston que se hizo pasar infinidad de veces como sicario para atrapar in fraganti a personas dispuestas (y decididas) a matar a sus semejantes.
El Gary Johnson creado por Powell y Linklater vive en Nueva Orleáns, es un competente profesor de psicología, amante de los gatos y de la observación de aves, que un día encuentra la posibilidad de llevar a la práctica todo lo que pregona en sus clases: salir de la zona de confort y encontrar nuevos estímulos para escapar a la rutina. Al principio la policía lo convoca por su talento para manejar micrófonos y cámaras ocultas en tareas de vigilancia. Y cuando surge de repente la oportunidad de un trabajo más directo con la ley, Johnson demostrará (como ocurrió en la vida real) que es un as de los disfraces y las caracterizaciones.
A pura gracia y con un espíritu lúdico que asociamos de inmediato a nuestros mejores recuerdos asociados a la gran comedia de Hollywood, Powell empieza a desplegar un talento francamente regocijante, multiplicando ese juego de simulaciones y falsas identidades que Linklater, con el mismo espíritu, nos mostró en la magistral Escuela de rock.
Así, el inesperado agente va descubriendo, uno tras otro, a los potenciales asesinos. Hasta que todo se complica (mientras mejora cada vez más ante nuestros ojos) cuando una cliente, personificada por la encantadora Adria Arjona, le pide que ejecute a su marido, un abusador con todas las letras. En ese momento nuestro héroe se enamora de verdad, pero no puede develar su verdadera filiación. ¿Cómo hará entonces para expresar sentimientos verdaderos y mantener la simulación?
En este juego de roles, simulacros, apariencias y dobles identidades Linklater activa todos los mecanismos y las posibilidades de la comedia (como las de antes, pero con más carga sexual) con resultados deliciosos. Nada es lo que parece en el mejor sentido de la expresión. La suspenso que se abre por el lado de la trama policial (al fin y al cabo también aquí se busca a un potencial asesino) convive con una intriga romántica cada vez más apasionada. Y en el medio se afirma la figura de Powell, genuino heredero en pleno siglo XXI de la simpatía, la apostura y la velocidad mental de Cary Grant. En Cómplices del engaño nació una gran estrella.
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