La comedia de Mariano Cohn y Gastón Duprat llegará finalmente a las salas locales el jueves 17; los directores y sus protagonistas describen la desopilante experiencia de vivir en rodaje
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MADRID.– Hace cuatros años, en su casa de Londres, Antonio Banderas recibió a Gastón Duprat y Mariano Cohn. El actor permanecía aún bajo el hechizo de El ciudadano ilustre, la producción de esta dupla creativa argentina, una historia sobre dos naturalezas que colisionan. Los realizadores le contaron al intérprete español una idea pirotécnica, un retrato sobre la estupidez humana. “No había guion, eran apenas dos hojitas”, recuerda Duprat. Tras esta reunión, el equipo se conformó casi de inmediato. Decir que otros talentos se sumaron a Competencia oficial sería inexacto, porque eso implicaría una secuencia temporal y los directores imaginaron siempre este lienzo con estos intérpretes, con el entramado que podrían crear a partir del encuentro de Banderas, Penélope Cruz y Oscar Martínez.
Competencia oficial es cine dentro del cine, donde actores de renombre interpretan a actores de renombre, pero el resultado es mucho más que estás dos variables imbricadas. La historia exhibe una contienda descomunal que marcha hacia un lugar peligroso sin dobles de riego. “La película entera es una anomalía sobre un rodaje”, destaca Banderas, quien admite que ha visto “cosas alucinantes”, pero nunca en la escala de esta ficción. Por ejemplo, sin brindar el nombre de su colega, se refirió a una experiencia que hoy comparte entre risas: “Había un tío que iba con un botafumeiro detrás de él en el set, y estábamos oliendo a incienso todo el puto día, porque este loco pensaba que así conectaba mejor con su personaje. También he visto en muchas películas de acción que las escenas duras las programan para el final, porque si alguien se lastima, los cabrones tienen ya lista la película”.
En Competencia oficial se narra el deseo de un magnate que amasó una fortuna en el rubro farmacéutico y que busca comprar aquello que no ha logrado conseguir en ocho décadas de arduo trabajo: prestigio. ¿Un museo con su nombre? ¿Un puente en su honor? Se decide a producir una película, la adaptación de la novela de un autor ganador del Nobel: Rivalidad, de Daniel Mantovani, un escritor cuya odisea y ocaso hemos visto en El ciudadano ilustre, interpretado por Oscar Martínez. Competencia oficial se sumerge en el proceso de ensayo de una excéntrica directora, en la piel de Penélope Cruz, quien convoca a dos intérpretes para que compongan a una suerte de Caín y Abel en una libre, muy libre versión. Dos actores, dos métodos antagónicos y dos aproximaciones diferentes a la actuación –el carisma que exuda la criatura de Banderas; la técnica, dictada por el personaje de Martínez– son sometidos a todo tipo de experimentos, de experiencias límite.
En el segundo piso del Hotel Mandarin Oriental de Madrid, a pocos metros del Museo del Prado, un equipo de asistentes coordina las entrevistas con estas estrellas del cine mundial. Cruz, ganadora del Oscar y nuevamente nominada a llevarse la estatuilla por Madres paralelas, llega a la habitación donde transcurre la entrevista con un vaso con gaseosa. Son más de la cuatro de la tarde y no ha almorzado: “Conozco a Antonio desde hace 30 años. Somos amiguetes. Cuando vivíamos en Nueva York éramos vecinos. Siempre le preguntaba: «¿Por qué piensas que nadie nos ha juntado en una película?». Esta era una gran oportunidad”, festeja este primer encuentro cinematográfico con Banderas.
Aunque una persona del equipo de prensa pide no hacer preguntas vinculadas a la política [el Partido Popular atraviesa una severa crisis, un enfrentamiento entre su líder y la presidenta de la Comunidad de Madrid], es el propio Banderas, un huracán de energía, quien lanza su opinión. Pregunta a los presentes si se puede sacar el barbijo, habla sobre su próximo proyecto, Indiana Jones 5, y bromea con las “hostias” [los golpes] físicas y al ego que hay en Competencia oficial: “Nada comparado ni tan excelso con lo que ocurre en la política, ahí es donde realmente se pegan hostias, como estamos viendo en Madrid”. Por orden alfabético y espontáneo, Antonio, Gastón, Mariano, Oscar –pronunciado con acento grave en España– y Penélope, se ubican en una mesa redonda y dialogan con la prensa. “Siempre perseguimos una premisa: la película debía ser divertida”, coinciden.
Además de esta sátira sobre el narcisismo, donde también interviene en el guión Andrés Duprat, Competencia oficial lanza algunas advertencias que desbordan un planteamiento estético: debemos prestar atención y tener cuidado con aquello que nos gusta, y más aún con lo que nos fanatiza, o nos obceca. Y, en este sendero, ¿nos gusta solo aquello que podemos comprender? ¿Cuán peligroso es asegurar entender algo que no es realmente comprendido? Banderas da el ejemplo de su época como estudiante de teatro, cuando iba con sus compañeros a ver películas de la nouvelle vague. “Estaba el tío que te decía que acababa de ver una maravilla, pero si lo escuchabas bien, te dabas cuenta de que no había entendido nada, pero, como todos los artistas elogiaban la película, él también lo hacía”. ¿Qué significa realmente dirigir un proyecto? ¿Dónde reside la autoridad y cuánto daño puede realizar su libre interpretación de algún texto? ¿Qué ocurre cuando un líder busca dividir a las partes?
Luz
Penélope Cruz no esconde su incomodidad cuando le preguntan por el ego de los actores, alumbrado o deformado bajo la luz cenital de los medios de comunicación o de las redes sociales. Este sustantivo aparece de modo reiterado en las críticas que ha merecido la película, ya estrenada en España. “Me parece un poco injusto que se hable de ego como si fuese algo exclusivo de nuestra profesión. Nosotros no trabajamos solos. Dependemos del otro al 100%. Cuando eliges una profesión de cara al público ya hace que te preguntes por qué, pero va más allá del exponerte y el querer que te miren. La pasión por la interpretación no tiene nada que ver con este oficio. En algunos casos puede ser un motor, pero en mi caso ha sido la necesidad de contar historias, lo complejo de que no nos entendemos a nosotros mismos. Ya era consciente desde pequeña que estaba interpretando a alguien en esos juegos”, opina y confiesa que los actores nunca se mueven en un sitio de seguridad.
La actriz compone a la directora Lola Cuevas, quien ha cosechado premios prestigiosos a partir de la realización de una obra maestra llamada La lluvia invertida y otra producción anterior titulada Bruma. “¿Te imaginas lo que podrían ser esas películas? Quisiera verlas. A Lola le han dicho tantas veces que es inteligente que se lo ha creído. Teníamos unas cuantas referencias para nuestros personajes que no podemos nombrar. Nos la pasábamos muy bien viendo vídeos. Maldades”, comparte.
Oscar Martínez interpreta a Iván, un actor y docente teatral argentino que vive en España (resulta un hallazgo del guion apenas dos menciones a su origen, sin caer en los clichés típicos, y a menudo peyorativos con el que se designa a los argentinos en series y películas españolas). “Si a mi personaje, Iván, alguien le preguntara por el esnobismo, seguramente haría una crítica y él mismo es un snob. Toda su vida es una impostura. Además, no sería amigo de mi personaje, está lleno de dobleces. Sin embargo, preferiría ser amigo del personaje de Antonio, porque en él está todo a la vista, no esconde nada”, asegura. Banderas le da vida a un astro de Hollywood, un sex symbol protagonista de colosales producciones del cine.
Cámara
“Antonio, ¿eres tú?”. Banderas combina el cine con el teatro. Después de una temporada como intérprete y director de A Chorus Line, estrenó otro musical en su Málaga natal, Company. Hace algunas semanas, durante una función, cuando terminaba una escena, una mujer le gritó desde la platea. Quería corroborar que aquel hombre sobre el escenario fuese efectivamente su ídolo. “Ya la gente no se cree lo que está viendo. Se ha engañado tanto que la gente se pregunta si lo que está viendo es real”, lamenta.
En aquel juego, a veces perverso, ubicado en el límite entre la ficción y la realidad, la directora que compone Cruz, intenta que dos experimentados actores se enfrenten en el set, en la vida real, para que aquella rivalidad luego se magnifique en escena. “Creo que esa fragilidad de los actores está bien retratada”, asegura Duprat, el realizador de Mi obra maestra, protagonizada por Luis Brandoni y Guillermo Francella, quien asegura que a veces también lo son los directores, quienes deben fingir en muchas ocasiones autoridad y transmitir certezas a su equipo, a pesar de que no la tengan.
“Los actores tienen mucha espera entre escena y escena y a veces hasta terminan solos filmando su contra plano. Desde la cámara queríamos retirarnos y que sucediese el ensayo dentro de la escena. Que se captase todo tipo de detalles que se pierden cuando se corta y monta una película. No queríamos que se perdiese espontaneidad, interrumpir a los actores o mutilarlos. Queríamos poner en primer plano la actuación”, dice Cohn, quien compone una dupla con Duprat que creó memorables momentos del cine argentino con Todo sobre el asado o El hombre de al lado y también desarrollaron Televisión Abierta.
No es solo una cámara o un registro aquello que proponen Cohn y Duprat. Su apuesta es la de un microscopio, un primer plano a las emociones, a los vicios y a los recursos que despliegan estos artistas como son Banderas, Cruz y Martínez, quienes a su vez interpretan a grandes artistas inmersos en una pugna sin precedentes. Cohn no está tan de acuerdo con la calificación de Competencia oficial como comedia. “Los actores no viven estos ensayos como una comedia. Ellos no son conscientes de que lo que están diciendo pueda causar gracia a otros o incomodidad”.
¡Acción!
Competencia oficial comenzó a filmarse a comienzos de 2020 y, cuando ya había material suficiente para la primera hora de película, el confinamiento a causa del Covid-19 detuvo el rodaje. Este escenario adverso se convirtió en una oportunidad para los realizadores: “En los seis meses que paramos, mejoramos muchos aspectos, pudimos montar la primera hora y trabajar en la segunda hora. Por ejemplo, si seguíamos trabajando así, la película hubiese durado tres horas y cuarenta minutos. No es lo mismo cortar que ya diseñar la película”, destaca Duprat.
“Chiflada”. Así califica Cohn a la directora de Rivalidad, la película dentro de Competencia oficial. “Poner un artefacto tan costoso y tan complejo en manos de Lola es una locura. Ella se apropia de la película, y el productor pierde contacto”, destaca. “El director tiene que estar con los pies en la tierra, pero Lola es casi como una artista conceptual. Es muy difícil ser tan excéntrico en todo momento y hacer una película”, añade Duprat.
Con un humor cáustico la película hace hincapié también en la superioridad moral de algunos artistas. “Hay muchos artistas que se piensan en una escala superior que un mozo de restaurante, que cualquiera de nosotros, que ellos son los que más sufren”, lamenta Duprat quien sabe que se sumerge en un terreno en absoluto complaciente con los miembros del universo al que pertenece.
La gran incógnita de los propios actores y directores de Competencia oficial es cuál será el resultado de Rivalidad, de esta adaptación de una novela escrita por tan célebre autor, del encuentro de artistas de una calidad excelsa. ¿Brindan estos elementos, como en una regla de tres simple, la certeza de que una película puede convertirse en una obra de arte sublime? “Rivalidad puede ser una genialidad o una porquería”, dice Duprat. En este duelo de actuación entre artistas con máscara de titanes, sobre el peligroso barro de la fama y la creación, alguien gana sin ningún tipo de discusión: el espectador.
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