Cómo tener sexo: hedonismo, alcohol y un descontrol generacional que no puede ocultar la melancolía
La ópera prima de la británica Molly Manning Walker fue premiada en la sección Un Certain Regard, de la última edición del Festival de Cannes, y llega a los cines argentinos antes de su desembarco en MUBI
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Cómo tener sexo (How to Have Sex, Reino Unido/2023). Dirección y guion: Molly Manning Walker. Fotografía: Nicolás Canniccioni. Edición: Fin Oates. Elenco: Mia McKenna-Bruce, Lara Peake, Samuel Bottomley, Shaun Thomas, Enva Lewis, Laura Ambler. Duración: 91 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: muy buena.
En el inicio de Cómo tener sexo, hay algo en la excitación completamente desatada de las protagonistas que nos induce a pensar que esa euforia puede empezar a apagarse muy pronto. El trío de jovencitas británicas que llega a un balneario de Creta, la isla más grande de Grecia, bañada por las cálidas aguas de Mediterráneo, parece decidido a entregarse al descontrol. Divertirse es para ellas sinónimo de perder la cabeza: tomar alcohol hasta caer rendidas, tener sexo casual, plegarse, en suma, a esa curiosa tradición de una parte importante del turismo inglés en Europa que prescribe que unas buenas vacaciones implican esa agotadora rutina.
El llamativo caos que reina en el lugar y los colores fluorescentes que predominan en el ambiente recuerdan vagamente a Spring Breakers: viviendo al límite (2012), la gran película de Harmony Korine sobre la vida loca de una generación de jóvenes norteamericanos cuyo hedonismo salvaje revelaba la ausencia de un norte claro.
El enfoque de Korine, quien fiel a su estilo provocativo se animó a transformar a dos reinas de Disney (Selena Gomez y Vanessa Hudgens) en socias de un perverso criminal, estaba teñido de un cinismo al que la debutante Molly Manning Walker (30 años y, hasta esta ópera prima, dedicada exclusivamente a la dirección de fotografía) no apela. Su visión es mucho más empática con los personajes protagónicos, y si bien algunas de las situaciones en las que se enredan son bastante grotescas, la melancolía oculta debajo de una superficie colorida y estruendosa no tarda en aparecer.
Lo que sobra en el lugar son cremas bronceadoras, labiales plumpers y licor barato. También un volumen desaforado que todos usan para comunicarse con los demás -un código ineludible de la juerga- y la preocupación por las apariencias. Nadie parece mostrarse tal como es en estas vacaciones que suspenden el tiempo de las obligaciones para abrirle la puerta a una celebración non-stop que se sabe temporaria y que todos los involucrados quieren aprovechar integralmente llevando las cosas al límite. Como Tara (Mia McKenna-Bruce, excepcional en su papel), cuyo objetivo principal, atizado insistentemente por una de sus compañeras de viaje, es perder la virginidad sin que importen tanto la forma ni el costo. Pero al final ese costo sí importa, y Tara empieza a vivir esa experiencia de supuesta liberación como una tortura.
Cómo tener sexo es una película sobre los meandros de la educación sexual en la generación post #MeToo y también sobre el precio de las relaciones tóxicas, pero la directora no carga necesariamente las tintas en los varones: la desorientación es general y las sensaciones que vive Tara son ambiguas, como queda claro en esa extraordinaria secuencia en la que intermitentemente baila como una posesa en una discoteca y llora desconsolada porque no sabe del todo bien lo que quiere, pero lo quiere ya.
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