Cómo salir de Búfalo: la fábula del sueño americano, en clave de inteligente sátira
Cómo salir de Búfalo (Buffaloed, Estados Unidos, 2019). Dirección: Tanya Wexler. Guion: Brian Sacca. Fotografía: Guy Godfree. Montaje: Cassey Brooks. Elenco: Zoey Deutch, Jai Courtney, Judy Greer, Jermaine Fowler, Noah Reid. Duración: 95 minutos. Estreno: lunes 30 de noviembre a las 22, en TNT. Nuestra opinión: muy buena.
Peg (Zoey Deutch) tiene en claro desde su infancia que los límites de la ciudad de Búfalo no alcanzan para el despliegue de su ambición. La temprana muerte de su padre, las batallas de su madre con los trabajos precarios y los sueños rotos, la austeridad de su hermano JJ, la crianza a base de comida chatarra y apretujamiento edilicio la impulsan a una persistente vocación: ganar dinero a como dé lugar. Para estudiar en la universidad, para salir de Búfalo, para ser alguien más allá de los contornos que estaban previstos para ella.
La directora Tanya Wexler convierte la fábula del sueño americano en una sátira desatada y autoconsciente sobre sus propios límites morales, y lo hace esquivando enseñanzas y moralejas. En cambio, sigue a pie firme el desbocado apetito de su personaje, que parece quererlo todo más allá de modales y legalidades: primero es una estafa con las entradas a un evento deportivo, luego su supervivencia en la cárcel, y después el descubrimiento de su don para cobrar deudas, tarea que convierte en el arte de su astuta y oportunista rebeldía.
La película tiene lugares comunes, y los tiene desperdigados para que se camuflen con esa misma energía que impulsa a su personaje: ahí está la historia de amor con un abogado honesto, el desafío al grupo de matones que colectan deudas en el barrio, la construcción de sus alianzas, el amor por la familia. Son ideas narrativas y visuales tomadas de la comedia que se amalgaman con la distinción de su personaje, al que la desbordante interpretación de Deutch le da su particular atractivo, a veces querible, otras, irritante.
Pero lo más interesante es como Wexler desborda ese juego de una comedia que parece quedarse en el molde para insuflarle una simpática autoconsciencia, para desplazar a su personaje en todos los ámbitos sin traicionar su incorregible desparpajo, su convulsa supervivencia. Búfalo es tanto ese mundo que se quiere abandonar como aquel al que se pertenece irremediablemente, en la pasión por el equipo de fútbol americano, en la lógica de sus pandillas en pugna, en sus alitas de pollo convertidas en manjar regional.
La libertad financiera a la que aspira Peg, reclamada a bocanadas de furia y capricho, es de alguna manera ese sustrato del sueño americano que en Búfalo adquirió el rostro del negocio de las deudas. Hermana en espíritu de la ironía de La gran apuesta y el desenfreno de El lobo del Wall Street, pero con pretensiones mucho menos evidentes, Cómo salir de Búfalo decide desnudar, en el mismo tono verborrágico e insolente de su personaje, la lógica que subyace a ese anhelado horizonte de prosperidad.
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