El fenómeno Coco: la película que conquista a los chicos y emociona a los adultos
Coco es el primer gran éxito de taquilla de 2018 en el mercado cinematográfico argentino. La decimonovena película de los estudios Pixar concluyó su primera semana con 646.423 entradas vendidas, según las cifras de Ultracine, y un notable promedio de espectadores por sala (más de 1000).
Hay números magníficos y un eco general muy favorable hacia la película. Abundan por estos días las conversaciones entre adultos que fueron a verla junto con sus hijos y reconocen, casi sin excepción, haberse emocionado hasta las lágrimas en más de una ocasión. Parece, a partir de este temprano boca en boca, que esta vez son los grandes quienes traccionan a los chicos y toman la iniciativa de verla, cuando casi siempre ocurre lo contrario.
Hay un segundo detalle que distingue a Coco del canon de las superproducciones animadas que sigue escrupulosamente todo Hollywood. La película funciona muchísimo mejor en su versión hablada en castellano. Por primera vez en bastante tiempo no lamentamos la escasez de copias con las voces originales en inglés, tantas veces fuera del alcance del público argentino.
Desde esta columna siempre hemos defendido la diversidad idiomática y el derecho irrenunciable a disfrutar de una película tal como fue concebida originalmente por sus creadores, tendencia que por otra parte es histórica en nuestro país a diferencia de otras naciones (sobre todo europeas), en las que reina la tradición de un estreno mayoritariamente doblado a la lengua nacional. Los resultados de esa experiencia son extraordinarios en materia formativa y educativa, desde el reconocimiento de la diversidad cultural hasta la importancia (como ejercicio educativo y hábito) de leer y escuchar de manera simultánea. Una sociedad abierta siempre será más libre.
Por rara curiosidad, la cartelera local registra en este comienzo de año dos lanzamientos de superproducciones animadas asociadas al mundo latino. Más precisamente a algunas costumbres históricamente arraigadas en países hispanohablantes. Las corridas de toros en Olé, el viaje de Ferdinand (estrenada aquí el jueves 4 de enero), y la celebración mexicana del Día de los Muertos, en Coco. En el primer caso, no hubo ningún cine que programara la versión original: en el 100 por ciento de los casos, Olé se exhibió doblada al castellano. Por el lado de Coco, quedan hoy poquísimos espacios para verla hablada en inglés con subtítulos: Hoyts Abasto y Unicenter, Village Recoleta, Belgrano Multiplex. Y solo en contados horarios nocturnos. Así las cosas, se restringe casi por completo la posibilidad de que adultos y chicos hipoacúsicos también puedan disfrutarla.
Más allá de esta virtual discriminación que debería ser evitada, hay que decir que en el caso específico de Coco la versión original no tiene otro motivo de atracción que la simple curiosidad, por ejemplo, de comparar las versiones en inglés y en castellano del admirable tema principal, "Recuérdame" (o "Remember Me"), gran favorita a llevarse el próximo Oscar a la mejor canción original. Es difícil no salir del cine tarareando su estribillo y recordando a sus varios intérpretes, desde el popularísimo cantante Marco Antonio Solís (Ernesto de la Cruz en las copias con doblaje al castellano) al propio Gael García Bernal , la voz de Héctor en las dos versiones, inglés y castellano. A ellos se suman, en el primer caso, el niño Anthony González y Benjamin Bratt, y en el segundo, Carlos Rivera (en los créditos finales) y Natalia Lafourcade .
Fuera de esta rareza, por una vez el doblaje hecho en México resulta muchísimo más disfrutable que la versión original. La explicación pasa por la condición excepcional de Coco, una película que además de recurrir en su eje argumental a la celebración del Día de los Muertos, abreva de todas las maneras posibles en la memoria cultural de México. El crítico Leonardo D'Esposito hizo notar en las redes sociales, por ejemplo, que las alusiones al cine mexicano de Coco (y hay unas cuantas) copian el estilo de las películas de Emilio "Indio" Fernández. Desde otra perspectiva, pero con el mismo propósito, se entiende que Pixar haya convocado a figuras históricas de México como el director Alfonso Arau, la actriz Ofelia Medina y la escritora Elena Poniatowska para ponerles voz a algunos de los personajes.
Esta identificación cultural también se tradujo allí en números colosales, ya que a Coco le alcanzaron en noviembre pasado menos de tres semanas para convertirse en la película más vista de toda la historia de México: superó allí los 16 millones y medio de entradas vendidas.
Lo que se dice y se escucha en Coco es tan natural que se transforma en prodigioso. Y constituye uno de los motivos de mayor disfrute de la película. Mejor funciona cuando lo comparamos mano a mano con la serie interminable de palabras y frases incomprensibles que caracterizan al doblaje mexicano de la mayoría de las grandes producciones animadas de Hollywood. Podemos hacer una comparación mano a mano con Olé, el viaje de Ferdinand, pero hay que pensar también en ejemplos pasados o recientes como Shreko La vida secreta de tus mascotas.
De cualquier manera, la condición excepcional y única de Coco no debería hacernos perder de vista la importancia de la regla general: el doblaje no debería imponerse al punto de invisibilizar por completo la existencia y el conocimiento de la misma película en su versión original. Incluso en el caso de la nueva gran película de Pixar, las copias subtituladas en inglés tienen que estar al alcance del espectador, aun en una mínima expresión.
La diversidad idiomática en la cartelera de cine local sigue amenazada. Jumanji: en la selva (otro de los éxitos actuales de taquilla) casi no tiene disponibles salas con versiones subtituladas. Lo mismo ocurre con uno de los estrenos de esta semana, La noche del demonio: la última llave. Otra demostración de que la avanzada del doblaje tiene en los estrenos del género de terror un espacio muy propicio para llegar cada vez más lejos.
Entre las novedades de la semana aparece otro caso paradigmático. Es El pasajero, película que en otro tiempo nadie dudaba en estrenar en su versión original. Hoy, en cambio, quien vaya a verla en cines de la Capital Federal en ciertos horarios, y todo el tiempo en los complejos multipantalla de Boulogne, González Catán, Malvinas Argentinas, Moreno, Avellaneda, San Justo, Morón, Canning, Lanús, Quilmes y Temperley, se perderá de disfrutar de la espléndida, profunda, expresiva y única voz de Liam Neeson. Escuchará en su lugar a un ignoto doblajista extranjero. Una pena.
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