Clooney, en un promisorio debut
"Confesiones de una mente peligrosa" ("Confessions of a Dangerous Mind", EE.UU./2002, color). Dirección: George Clooney. Con Sam Rockwell, Drew Barrymore, George Clooney, Julia Roberts, Rutger Hauer. Guión: Charlie Kaufman, basado sobre la "autobiografía no autorizada" de Chuck Barris. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Música: Alex Wurman. Edición: Stephen Mirrione. Presentada por Buena Vista Internacional. 115 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
Cuando en los años 80 su nombre había caído en el olvido tras haber sido el famoso y controvertido creador de muchos ciclos de entretenimiento que bien pueden considerarse iniciadores de la llamada TV basura, el animador norteamericano Chuck Barris volvió a ganar alguna notoriedad con la publicación de su curiosa "autobiografía no autorizada", en la que revelaba un secreto personal tan sorpresivo como insólito: su actividad pública le había servido como pantalla para ocultar las oscuras misiones que debía cumplir como asesino a sueldo de la CIA.
Esta confesión de una mente quizá más delirante que peligrosa sugería que este hombre al que se había hecho responsable de la vulgarización de la TV -y hasta de intentar destruir los valores morales de Occidente- había jugado su papel en las sombras para influir en la marcha de la guerra fría así como a la luz del día había manipulado a cientos de espectadores tentados por la efímera gloria de una celebridad circunstancial a cualquier precio. La idea de que el popular conductor de un juego de citas de la TV aprovechara su condición de chaperón de las parejas ganadoras en sus viajes por el mundo para cumplir sus cometidos de espía -convengamos- pertenece al mismo tipo de fantasía que el show business suele estimular en sus productos.
Un curioso cóctel
Es razonable suponer que al libretista Charlie Kaufman ("¿Quieres ser John Malkovich?", "El ladrón de orquídeas"), no le interesó desentrañar cuánto había de verdad en la confesión de Barris sino más bien hurgar otra vez en el tema de la identidad internándose en el complejo paisaje mental de un narcisista atrapado entre el fracaso, la culpa y el rechazo de sí mismo y refugiado en el delirio. "Nadie sueña con ser como el vendedor de seguros que vive aquí a la vuelta", se dice por ahí, y de Barris sabemos que se juzgaba destinado a obtener grandes éxitos (y con ellos a saciar su inextinguible apetito sexual) a pesar de que en sus primeros pasos todo lo que lograba eran golpes y rechazos. En esa época, un enigmático desconocido decidió que tenía el "perfil apto" y lo inició en el mundo de los espías, pero sólo con la llegada del éxito popular -como compositor primero, después como creador de shows cada vez más toscos y chabacanos con la participación de la audiencia- la suerte cambió para él, si bien el declive, algunos años después, resultó tan brusco como el ascenso.
Sereno y elegante
La confusa mezcla de delirio y realidad es el territorio favorito de Kaufman y el muy riesgoso que George Clooney elige para un debut como director que puede juzgarse muy promisorio. La aventura de Barris y los testimonios sobre él aportados por personajes reales se combinan en una obra que se divierte con los lugares comunes del film de espías, mezcla la sátira con la biografía, el thriller con la observación cruda del mundo televisivo o del cuadro social y la parodia extravagante con el apunte amargamente burlón, a la vez que seduce con una estilizada puesta en pantalla en la que mucho tiene que ver la admirable fotografía de Newton Thomas Sigel. Clooney también acierta en la elección de los actores, sobre todo en el caso de Sam Rockwell, cuyo minucioso y comprometido retrato del protagonista y de su identidad en crisis es el motor que mantiene viva la atención de un extremo al otro del film, aun en los momentos en que el realizador cede a la tentación habitual de los debutantes y acumula más elementos de los que está en condiciones de armonizar. Tal desequilibrio puede notarse en cierta desatención de algunos personajes secundarios, todos ellos a cargo de intérpretes tan seguros como el aquí misterioso Clooney: la inquietante Julia Roberts, el indescifrable Rutger Hauer o la fresca Drew Barrymore. (También hay un par de graciosos cameos a cargo de Matt Damon y Brad Pitt).
El estilo sereno, elegante y ligeramente irónico del realizador -casi una réplica de su personalidad como actor- adhiere a los provocativos planteos de Kaufman, aunque a veces los tome con excesiva seriedad y aunque en el balance final -que felizmente evita cualquier explicación- parezca moderar el retrato de Barris con una generosa dosis de indulgencia.
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