Esta es la historia de cómo una película que tenía todo para ser un suceso artístico y comercial se convirtió en uno de los fiascos más recordados en la historia de Hollywood , dejó a un paso de la quiebra a la mismísima 20th Century Fox y marcó el ocaso de un género cinematográfico.
Cleopatra fue considerada, durante 30 años, la película más cara de la historia. Su producción se prolongó por dos años y medio, asediada por enfermedades, cambios de directores y escándalos varios, pero también dio lugar a un romance que daría mucho de qué hablar. Tanta promoción consiguió que mucha gente pagara su entrada de cine para ver ese despliegue épico en pantalla; sin embargo, las ganancias no fueron suficientes para cubrir los gastos que el delirio y los contratiempos habían dejado tras de sí.
Para ser claros: en su momento, se desembolsó un total de 44 millones de dólares para poder terminarla. Ese monto representaba una cifra muy superior al presupuesto inicial, que era de apenas 2 millones, además de marcar todo un récord para la época. En términos reales (es decir, teniendo en cuenta la inflación), ese número ascendería hoy a los $352 millones, y quedaría justo por debajo de la que la que es hoy considerada la película más cara de la historia, Piratas del Caribe: en el fin del mundo, de 2007.
La reina del Nilo
A la distancia, resulta curioso pensar que semejante proyecto fue pensado como una suerte de salvavidas para la 20th Century Fox. Inspirada en el suceso que había conseguido unos años antes la Metro Goldwyn Mayer con Ben-Hur, la productora buscaba redoblar la apuesta y tener un éxito dentro del género histórico en su haber. Nadie imaginó que todo se saldría de control a niveles inusitados.
El legendario Walter Wanger, que tuvo a cargo la producción del proyecto, eligió para interpretar a la última reina del Antiguo Egipto a Joan Collins. El rodaje estaba planificado para iniciarse en algún punto de 1958, pero varias cancelaciones llevaron a que la joven actriz se hartara de esperar y le diera prioridad a otros proyectos menos ambiciosos. Los nombres de Susan Hayward, Audrey Hepburn, Gina Lollobrigida y Sophia Loren se barajaron como posibles reemplazantes, aunque ninguna de las opciones llegó a prosperar. Entonces, apareció la figura de Elizabeth Taylor .
Cuenta la leyenda que Wagner contactó a la actriz, que se encontraba rodando De repente, en el verano bajo las órdenes de Joseph L. Mankiewicz. Ella no se mostró interesada en el proyecto, pero el productor volvió a insistir. Convencida de que la mejor manera de que la sacaran de la lista era pidiendo una suma astronómica de dinero como cachet, dijo que haría de Cleopatra si le pagaban un millón de dólares. Para su sorpresa, recibió un sí como respuesta y, el 15 de octubre de 1959, Taylor se convirtió en la primera estrella de cine en recibir esa suma de dinero por una sola película. Ese monto, finalmente, se multiplicaría por 7 debido a lo mucho que se extendió la filmación.
Claro que la diva, dueña de una enorme astucia, puso algunas cláusulas en su contrato que redundarían en su beneficio económico. Una de ellas, por ejemplo, era que el film se rodara en Todd-AO, un formato inventado por el entonces marido de la actriz, Michael Todd. También hizo constar por escrito que el director elegido debía contar con su aprobación. Convencidos de que estaban cocinando un verdadero éxito, los directivos de la 20th Century Fox no pusieron restricciones.
Con el pie izquierdo
Rouben Mamoulian, conocido por su trabajo en films como Sangre y arena y La máscara del Zorro, fue el elegido para dirigir Cleopatra. El rodaje comenzó en Londres, en 1960, pero el clima frío hizo que Taylor cayera gravemente enferma en cuestión de días. Internada por una neumonía, la actriz fue sometida a una traqueotomía debido a sus problemas para respirar. Ella era protagonista de todas las escenas que iban a filmarse en suelo británico, y por eso la producción tuvo su primer parate.
Dieciséis semanas después de comenzar a rodar, ya se habían gastado 7 millones de dólares y Mamoulian contaba apenas con 10 minutos de material fílmico. Taylor permanecía convaleciente y había pocas precisiones de cuándo podrían retomar el trabajo. Peter Finch y Stephen Boyd, los actores que habían sido elegidos para componer a Julio César y a Marco Antonio, dimitieron aduciendo que tenían compromisos previos que cumplir. Mamouilan, en tanto, fue despedido por su supuesta incapacidad para lidiar con los obstáculos que presentaba el trabajo diario en el set.
Cleopatra enfrentaba así su primera gran crisis. Lo primero fue buscar un nuevo realizador para que se pusiera el proyecto al hombro: Taylor hizo valer su contrato y dejó en claro que se sentiría muy cómoda trabajando con Mankiewicz o con George Stevens, quien la había dirigido unos años antes en Gigante. Si bien su sugerencia no sonó a exigencia, en la 20th Century Fox conocían muy bien a la diva y quisieron darle el gusto.
Mankiewicz aceptó el ofrecimiento, un poco por no defraudar a Taylor y otro tanto por el desafío que representaba ponerse al frente de semejante producción. Seguramente no imaginaba que estaba a punto de embarcarse dentro de una verdadera pesadilla.
Más problemas
La llegada del invierno -sumado a los problemas de salud de Taylor- hicieron que el rodaje se trasladara de Londres a Roma. En los legendarios estudios Cinecittá se montaron nuevamente los escenarios, multiplicando los costos de producción.
Fueron, en total, 79 los sets construidos, diseñados por John DeCuir. Reza la leyenda que los materiales como placas de madera y pinturas comenzaron a escasear en Italia debido a la magnitud de las estructuras que debían montarse. Además, se confeccionaron un total de 26 mil trajes para que lucieran actores y extras. A esa altura, el gasto diario en el set ascendía a unos 70 mil dólares.
Más allá de lo económico, Mankiewicz se topó con un guion incompleto, lleno de errores y con muy poco atractivo visual. Entonces, inició una dinámica que se volvió enfermiza: escribir por las noches, filmar en el día. Con una enorme presión por acelerar un rodaje que venía sumamente demorado, el director prácticamente no tenía tiempo real de descanso.
En el set, las cosas no eran mejores: tanto el equipo técnico como los extras italianos estaban acostumbrados a filmar sabiendo que el audio se grabaría en estudio y luego se ensamblaría con la imagen. Con Cleopatra no había tiempo ni dinero para plantear ese modo de trabajo, pero resultaba prácticamente imposible que se hiciera silencio cuando el director comenzaba a rodar.
Otra perlita: una de las escenas más fastuosas y complicadas de rodar desde lo técnico -el ingreso de Cleopatra a Roma, acompañada por su hijo Cesarión- tuvo que filmarse varias veces para que quedara tal como la había imaginado Mankiewicz. Una de las tomas, que parecía ser la definitiva, tuvo que descartarse luego de que la cámara tomara a un grupo de extras compartiendo un típico gelato italiano.
Un romance escandaloso
Más allá de los contratiempos, Cleopatra también será históricamente recordada como la película que reunió artística y sentimentalmente a Taylor y Richard Burton. El galán británico fue contratado para personificar a Marco Antonio, luego de la salida de Stephen Boyd; tanto él como la diva de Hollywood se encontraban en ese momento casados.
En realidad, los actores se habían conocido un tiempo antes en una fiesta, pero no se habían llevado la mejor impresión el uno del otro. Sin embargo, todo cambió durante el rodaje. Ya en el primer día que compartieron en el set, ella se vio conmovida por el malestar que le ocasionaba a Burton una fuerte resaca, y se ocupó personalmente de asistirlo para que se sintiera mejor. Según contó Taylor mucho tiempo después, en ese momento descubrió que su galán era un ser "entrañable".
El romance no demoró en hacerse público, y así llegó el escándalo. Poco antes de iniciar el rodaje en Londres, Taylor había enviudado -su marido, Mike Todd, había sufrido un trágico accidente de aviación en marzo de 1958- y había encontrado consuelo rápidamente en el cantante Eddie Fisher, quien era esposo de su amiga Debbie Reynolds; Burton, en tanto, estaba unido en matrimonio con la actriz Sybil Christopher. Pero para 1962, el rumor de que la química entre los protagonistas de Cleopatra trascendía lo artístico circulaba como una bola de nieve.
La prensa italiana fue la primera en dar cuenta de asunto, y la gran confirmación llegó cuando Fisher abandonó intempestivamente Roma. Los teleobjetivos estuvieron a la orden del día: todos querían tener la primera imagen de la pareja prodigándose amor. Y el diario de El vaticano publicó una carta abierta dirigida a Taylor, cuestionándola por arruinar el matrimonio de su compañero de elenco.
Aunque el escándalo fue un dolor de cabeza para la 20th Century Fox, muy pronto descubrieron que lo que estaban obteniendo a cambio del mal momento era mucha publicidad gratuita. Existe una leyenda que jamás fue confirmada ni desmentida: un productor organizó una cena para los dos protagonistas y escondió unas cámaras en la habitación, con la idea de fotografiar a la pareja en un momento de intimidad. Taylor, muy avezada en cuestión de "trampas", descubrió los artefactos y montó un escándalo; Burton, en tanto, estuvo a punto de irse a las manos con el embaucador.
La atención que recibían Taylor y Burton no fue del agrado de Rex Harrison, el actor que compuso a Julio César y que, por contrato, había exigido estar en todas las fotos promocionales de la película. Y, pese a que llegó a pedirle a su abogado que reclamara judicialmente para que se cumpliera lo estipulado en su contrato, el tiempo le dio revancha: fue el único actor del trío protagónico en recibir una nominación a los premios Oscar 1964.
La historia sin fin
Dos años después de que comenzara la producción, el rodaje de Cleopatra se dio por terminado. Para entonces, la 20th Century Fox había apostado tantos fondos a finalizar la historia de la reina egipcia que no tuvo otros proyectos trabajando en simultáneo.
Pero la pesadilla estaba lejos de terminar: durante la etapa de posproducción, algunos desencuentros entre Mankiewicz y la productora terminaron en el despido del director. Sin embargo, la ausencia de un guion que diera idea de cómo debían ensamblarse las tomas, obligaron a recontratarlo para completar su trabajo.
Al momento de entregar su corte, Makiewicz presentó una película de seis horas. Por supuesto que la idea no fue bien recibida por parte de la productora. El director propuso entonces dividirla en dos films de tres horas cada uno: una primera parte llamada "Cleopatra y Julio César", y una segunda bajo el título "Cleopatra y Marco Antonio". La sugerencia fue denegada, debido a que mucha gente iría para ver a Taylor y a Burton enamorándose en escena y la idea de dividir los romances no sonaba nada beneficiosa. Pero, además de cortar, los productores solicitaron agregar algunas escenas de batalla para ampliar el rango de potenciales espectadores. Así, se agregaron unas 49 páginas de guion para rodar escenas que le dieran sentido y continuidad al material que había sido recortado, además de algunos enfrentamientos que le aportaran más acción al relato.
Con una duración de casi cuatro horas, la película se estrenó en los Estados Unidos el 12 de junio de 1963 y consiguió llevarse la recaudación más alta del año: 48 millones de dólares. Sin embargo, 20th Century Fox se quedó con la mitad de esa cifra, bastante por debajo de lo que se había invertido en su realización (44 millones). Recién unos años después, con las recaudaciones a nivel mundial y la venta de los derechos para su emisión en televisión, la productora consiguió revertir el saldo negativo.
Nadie quedó demasiado conforme desde lo artístico. Makiewicz nunca se mostró orgulloso con el resultado final, y hasta solicitó no figurar en los créditos. Taylor, en tanto, se manifestó en contra del recorte que sufrió el film antes de llegar a las salas. "Cortaron el corazón, la esencia, las motivaciones, el verdadero núcleo para añadir todas escenas de batalla. Debió ser una película sobre tres grandes personajes, pero carece de realidad y pasión. La encuentro vulgar", sentenció la diva.
Ese "fracaso" dejó a la 20th Century Fox a un paso de la quiebra y también decretó la muerte de un género cinematográfico, el peplum, también llamado "cine épico" o "histórico de aventuras". Pasaron casi cuatro décadas antes de que un gran estudio decidiera volver a llevar una película de esas características: fue en 2000, con el estreno de Gladiador, de Ridley Scott.
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