A 120 años de su nacimiento en Saint-Mandé, Francia, recordamos Claudette Colbert, la protagonista de Lo que sucedió aquella noche con rasgos exquisitos e impecable sentido de la moda
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“Estoy tan feliz que podría llorar, ¡pero no tengo tiempo! Me espera un taxi afuera”, dijo al ganar un insospechado Oscar como mejor actriz Claudette Colbert por Lo que sucedió aquella noche, de Frank Capra. El taxi la había llevado al Biltmore Hotel, donde transcurría la ceremonia, desde la estación la actriz escuchó por radio que había ganado el premio poco antes de que el tren partiese. Llegó justo a tiempo, en prolija ropa de calle, recogió su premio y regresó a la estación inaugurando los bloopers de los Oscar pero, sobre todo, desentendiéndose de su incipiente trascendencia como actriz del dorado Hollywood, pensando que el premio iría a manos de Bette Davis. Un par de años más tarde sería la estrella mejor paga de la Meca del Cine. No podía ser de otro modo, porque el público la amaba y junto a Lilian Gish fue uno de los grandes íconos del cine norteamericano con una carrera que se prologó durante seis décadas. A diferencia de la “novia de América”, Colbert era una sugerente y sugestiva combinación entre distinción y comicidad. También, cuando quiso, sus eminentes pómulos fueron surcados por el reflejo húmedo de melodramas que parecían hechos a su medida y emocionaban a sus numerosos seguidores.
Hoy, cuando se cumplen 120 años de su nacimiento en la comuna francesa de Saint-Mandé, resulta necesario volver a su “civilizado sex-appeal”, tal como la definió Cecil B. DeMille, uno de los realizadores que cinceló su fama. En palabras de Edgar Morin: ”La actriz que se vuelve estrella se beneficia con las potencias divinizantes del amor, pero aporta también un capital: un cuerpo y un rostro adorables”. Como con tantas otras divas de la pantalla con sus estereotipos, es una definición que se ajusta perfectamente al rostro iluminado de Claudette Colbert que era una actriz reconocida pero para la cual su personaje de Ellie Andrews en el film de Frank Capra resultó una consagración total, además de una marca indeleble como la primera intérprete francesa en ganar la estatuilla de la Academia.
El mundo del arte era una fascinación desde joven para Emilie Claudette Chauchoin y pesaban en su imaginario las artes plásticas, la moda e incluso el canto, pero todo cambiaría luego de que asistiera a una fiesta organizada por la escritora Anne Morrison donde le ofrecieron un papel en una obra de esta autora que se representaría en Broadway. Emilie pasó a ser Claudette y el Chauchoin paterno fue reemplazado por el materno de su abuela, Colbert. Nunca existió en el mundo del arte otro nombre con el cual Claudette Colbert fuese conocida antes. Su debut en el cine fue de la mano de Frank Capra con Por amor a Mike, una producción independiente que siempre consideró la peor película de su carrera y fue su primer fracaso de crítica y público. Con un productor insolvente, el film se rodó con muchos inconvenientes y con gran tensión. Los actores pedían la paga semanal por adelantado y su novel protagonista juró que ese sería su debut y despedida de un cine silente que la mostró con todos los vestuarios posibles de una flapper de la época. Sin embargo, dos años más tarde, Colbert aparecería estelarizando junto a Edward G. Robinson The Hole in the Wall, a la que siguieron títulos donde compartió cartel con actores tan renombrados como Walter Huston, Adolphe Menjou, Maurice Chevallier, Fredric March, Gary Cooper o Herbert Marshall, concretando más de veinte títulos hasta la llegada del film que cambió su vida.
Lo que sucedió aquella noche fue una película que no tenía nada para ser especial: un director con trayectoria pero no fulgurante; un guion nada original y un protagonista masculino que venía prestado de otro estudio cuando todas las opciones ya habían fracasado: Robert Montgomery, Myrna Loy, Constance Bennett y Loretta Young fueron algunos de los nombres que se negaron a participar en un proyecto que sí interesó a Bette Davis pero no fue autorizada por su estudio, Warner Bros. Así, Clark Gable se integró a un elenco en cual, cuando ya parecía que se agotaban las opciones, surgió el nombre de Claudette Colbert. La actriz, recordando el enorme fracaso que había unido su inicial destino con el de Capra, se negó a participar hasta que se le duplicó la paga. Con todo, cuando llegaron al set sus continuas quejas sobre la calidad del argumento llevaron a Capra a entregar el guion a Robert Riskin, quien lo reescribió mientras se desarrollaba el rodaje.
¿Dónde estuvo la inteligencia que convirtió a este film en un clásico? En los contrapuntos visuales con los cuales Capra dotó de creatividad a la historia añadiendo un vital ritmo, en la excepcional “química” de su dúo protagónico y en escenas que quedaron para la historia grande del cine. Como aquella donde Ellie Andrews, la consentida heredera de una fortuna que delineaba Colbert, debía mostrar la pierna buscando hacer “dedo” para conseguir que frenara un auto en el camino. En principio, Colbert no quiso mostrar su pierna porque eso era poco elegante y llevaron a una doble de cuerpo para realizar esa escena. Al ver esas piernas, indignada, la actriz reclamó que ella haría la toma. “Tuvo muchos pequeños berrinches, motivados por su antipatía hacia mí”, dijo Capra sobre su protagonista femenina quien estaba segura de haber conquistado con el realizador su segundo fracaso consecutivo juntos. Pero fue un éxito de taquilla, la crítica celebró su realización y ganó los cinco principales premios Oscar del año.
Fue un cambio rotundo porque ese mismo año se había estrenado la monumental Cleopatra de Cecil B. DeMille, que contribuyó a su estrellato siendo el film más exitoso de ese año, y el drama Imitación de la vida, con un tema tabú entonces para la sociedad norteamericana como el mestizaje y consiguiendo algo nunca igualado: protagonizar tres películas nominadas como Mejor Película en los Oscar. Se sucedieron éxitos y su estrella ya eran tan grande que cuando acometió el rodaje de otros dos sucesos: La octava mujer de Barba Azul, la primera comedia de Gary Cooper, y Los amores de mi mujer (también conocida como Un marido rico), puso como condiciones que solo podía filmarse su perfil izquierdo y extender su participación en el set de filmación hasta la hora del té. En el siguiente film, La legión blanca, la enemistad manifiesta entre Colbert y Paulette Goddard llevó a esta última a insistir en cambiar el guion para tener igual presencia en la historia y además compartir más escenas con Veronica Lake en detrimento de la protagonista. Ya era conocida y referenciada su exquisitez y el gusto por la moda que le permitió supervisar personalmente el vestuario de sus films. Para Mañana es vivir, por ejemplo, el famoso diseñador francés Jean Louis le diseñó 18 cambios de vestuario.
Se alternaron los éxitos entre la comedia y el drama en su larga trayectoria, pero nunca sonoros escándalos que estuvieran en los primeros planos por encima de su labor profesional. En 1928 se había casado con el actor y director Norman Foster, de quien se divorció en México en 1935. Ese mismo año se casó con Joel Pressman con quien se dio el gusto de pilotear aviones, manejar su Ford Thunderbird o acompañarlo a la doma de caballos. Estuvieron juntos treinta y tres años hasta la muerte del médico en 1968.
Claudette Colbert tenía enormes ojos, pómulos marcados y una altura de 1.65 metros que crecían en la pantalla con el aura de las grandes estrellas. Trabajó casi hasta el fin de sus díias, con un unipersonal donde contaba aspectos de su vida en el teatro adonde se refugió cuando su figura declinó en una pantalla grande, poco propensa ya a las “comedias de enredos” que la hicieron célebre. Murió en Barbados en 1996, a los 92 años, y a comienzos de esa década el Festival de Cine de San Sebastián le brindó el último gran marco para que brillara su lejana pero persistente fama. Tuvo una trayectoria impar, grandes clásicos y dos grandes frustraciones: no interpretar a Juana de Arco para una película de Anatole Litvak porque nunca se rodó, y tener el perfil de Scarlett O’Hara para un gran clásico que se llamó Lo que el viento se llevó pero cuyo papel fue para Vivien Leigh. El secreto de su larga y activa presencia la brindó en uno de sus últimos reportajes: “Siempre me convenzo de que aún tengo 60 y me quedan 30 años por delante”.
Dónde ver sus películas
- En este mundo traidor (disponible en HBOMax)
- Lo que sucedió aquella noche (disponible en Qubit.tv)
- A la sombra de los muelles (disponible en Amazon Prime Video y Movistar Play)
- Regresaron tres (disponible en Classix)
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