Clara Lago, la más argentina de todas las actrices españolas
Con impecable acento porteño, la actriz de Ocho apellidos vascos, el film más visto en la historia del cine ibérico, se destaca en Al final del túnel, el film con Pablo Echarri y Leonardo Sbaraglia que se estrena hoy
Después de ver Al final del túnel, uno de los estrenos de cine de hoy, más de uno se preguntará sobre la figura femenina central de la película algo así como "¿De dónde salió esta chica? No la tengo ni del cine ni de la tele". La respuesta hay que buscarla por otro lado. Clara Lago, el nombre en cuestión, es una de las actrices más convocantes y taquilleras de España, desde que Ocho apellidos vascos se convirtió el año pasado en el título más visto de la historia del cine de la península: diez millones de entradas vendidas, popularidad sin techo y una secuela (Ocho apellidos catalanes) que llegará muy pronto a los cines de nuestro país.
Lago puede parar el tránsito cada vez que sale a la calle en Madrid, pero aquí, en la Argentina, se las ingenió para pasar casi inadvertida durante las seis semanas de rodaje del thriller que rodó el año pasado junto a Leonardo Sbaraglia, Pablo Echarri y Federico Luppi, bajo la dirección de Rodrigo Grande (Cuestión de principios). Pero lo más notable es que en esta coproducción hispano-argentina Lago llevó adelante este papel con un impecable acento porteño. Su personaje no es una española que, como suele ocurrir en estos casos, entra en la historia casi a la fuerza por las necesidades de la producción. "El acento argentino tiene una melodía que me parece preciosa. Hice la prueba para la película sin preparación, con el acento que tenía en mi cabeza. Y eso me dio una libertad estupenda", cuenta Lago a LA NACION, recién llegada a Buenos Aires.
A Clara Lago le encantan los acentos. Y se entusiasma al contar que el argentino es su favorito. "O al menos uno de los top three del mundo", confiesa. Cuenta que cuando hizo la prueba de su personaje con una manera de hablar propia de la gente de nuestro país, le explicó a Mariela Besuievsky, una de las productores de Al final del túnel, que no se había podido preparar con un profesional. "Le dije: te lo voy a hacer con el acento inventado mío. El que tengo en mi cabeza. Porque yo ya venía jugando a veces con eso y cada vez que me junto con un argentino me pongo a hablar en argentino. Eso me dio una libertad estupenda y como estaba tan suelta me dieron el personaje. Ahí empezaron las complicaciones", explica.
Primero realizó cinco sesiones de trabajo con una coach argentina foniatra y de acento en Madrid. Y ya en la Argentina siguió con un integrante del equipo técnico. "Empecé a ver que lo que uno hace jugando con los amigos, el "¿viste?" y esas cosas, no es lo que ocurre de verdad. Lo auténtico son los matices, las cosas de las que uno no se da cuenta. Estuve todo el tiempo hablando en argentino. Todo el día. También cuando salíamos a cenar, después de cada jornada de rodaje. Lo tomé como parte del trabajo. Era una forma de romper el hielo y no sentirme luego tan juzgada. Es que inevitablemente ésta es una profesión en la que estamos siendo juzgados todo el tiempo. La clave está en que tú no te pongas en ese lugar."
Cuesta asociar a primera vista a esta muchacha madrileña de 26 años, figura de modelo y rostro angelical con el personaje que encarna en Al final del túnel. "No sabes muy bien de dónde viene Berta y cuáles son sus intenciones. Si dice o no la verdad y por qué hace lo que hace. Yo sí lo tenía claro. Tú puedes ver que no es una mala persona, pero lo que hace y con quién está no cuadra con lo que vende. Este personaje tiene la seducción a través del misterio, de intrigar a quien nos está viendo", cuenta.
A Lago le sobran palabras de agradecimiento para Sbaraglia y Echarri ("Se habituaron a mi acento argentino, me dieron mucha confianza y por eso ni apreciaban si lo estaba haciendo bien o mal") y al director Grande ("Es un gran director y una persona fantástica, que me sorprendió por su talento, su templanza, su sentido del humor, y porque tiene las cosas bien claras"). Define la película como "muy clásica, muy de género" y señala que, a diferencia de lo que algunos creen, la comedia no le da al actor más libertad y frescura que la que ofrecería un thriller de suspenso como Al final del túnel.
"De todos los géneros -explica-, la comedia es el más difícil de todos. Una comedia se hace en el set, en el momento. Y por más que en Ocho apellidos vascos hubo algunos momentos de improvisación y diálogos espontáneos que ayudaron, siempre la comedia funciona en una línea muy fina. Si no llegas, la gente no se ríe, no entiende el chiste. Y si te pasas, entras al terreno de la parodia y hasta te puede dar vergüenza ajena lo que haces."
En tiempos de altísima exposición, inmediatamente después del estreno de Ocho apellidos vascos, Lago tenía a los paparazzi todo el día en la puerta de su casa. Poco después, en un programa de TV, no cayó nada bien un comentario en el que se mostró incómoda con las personas que se acercaban para sacarle una foto sin saber bien quién era.
"Fue un comentario desafortunado", aclara con resignación, como si le costara volver a un episodio que quiere olvidar por todos los medios. "Yo no pretendía que tuviera tanto eco, pero Twitter explotó. Lo que quise decir es que en España hay un gran sector de gente que se acerca con mucho respeto y otro que lo hace de una manera muy invasiva, muy poco empática, muy poco respetuosa. Demanda tu presencia, pero a lo mejor no sabe ni siquiera tu nombre. Ni dónde te han visto . Yo escucho mucho esa frase que dice: «¿Quién era? No lo sé. Pero ya lo averiguaré». Lo importante es tener la foto, y cuando eso ocurre en masa, con mucha gente, puede llegar a ser agobiante. O hacerte sentir un poco como mero objeto público, ¿sabes? No depende de que tú digas sí o no, sino que estás obligado a complacer al mundo entero sólo porque tienes la suerte de dedicarte a la profesión que amas", agrega.
En la Argentina parece haber encontrado un espacio completamente diferente. "Quizás sea porque en España soy más popular que aquí. Pero lo cierto es que en la Argentina hay un gran respeto a la figura del actor. En Buenos Aires das cuatro pasos y te encuentras con una sala de teatro. Aquí los niños van al teatro desde que son pequeños, y hay una cultura del espectáculo, del teatro, del actor, de que te quieran contar historias. Yo he visto todo eso y lo he comprobado por la manera en que la gente se acerca a Leo y a Pablo."
En definitiva, la actriz siente que todo depende en el fondo de la educación de cada uno. "Me acuerdo de que me decían: «¿Cómo puede ser que no te saques una foto con alguien?». ¡Si yo soy la primera que quiere hacerlo! La foto es mi manera de agradecer a la gente que se acerca con cariño. Si al fin y al cabo hacemos lo que hacemos para que la gente lo vea y que le guste. De lo contrario, ¿qué sentido tendría?"
A los 15 años, Lago viajó a Estados Unidos para aprender inglés. Allí participó en un casting para una película. "Me fue horrible -dice entre risas-. Me sentí tan tonta, tan mal, que me dije: esto no va a volver a pasar. Al final aprendí inglés, creo que lo hablo muy bien, y si me paso una semana allí creo que lo pillo todo de nuevo", se entusiasma.
¿Será acaso Hollywood un próximo horizonte para la carrera de Clara Lago? Ella admite que hizo Al final del túnel y otro rodaje que acaba de concluir en Colombia con el propósito de ganar nuevos mercados y públicos en el mundo de habla hispana. ¿Y Los Angeles? "He estado allí para la pilot season y comprobé que esa cosa de irse allí a probar suerte es un sacrificio que no sé si estaría dispuesta a hacer. Me pareció una ciudad muy hostil, muy difícil para vivir, muy complicada para ponerte allí tú sola a generar un mundo. Yo necesito mucho del contacto humano, del calor de los demás. Me volví con la sensación de querer trabajar allí como una loca, pero no de querer quedarme a vivir."
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