Ciudad de miedo a los extraños
"Vidas cruzadas" ("Crash", EE.UU./2005, color; hablada en inglés). Dirección: Paul Haggis. Con Sandra Bullock, Don Cheadle, Brendan Fraser, Matt Dillon, Jennifer Esposito, Terrence Howard, Michael Peña. Guión: Paul Haggis y Bobby Moresco, sobre una historia del primero. Fotografía: J. Michael Muro. Música: Mark Isham. Edición: Hughes Winborne. Presentada por Alfa Films. 107 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: Buena
No siempre alcanza con los buenos propósitos ni con la defensa de las causas nobles. Un film suele exigir que las ideas se encarnen en personajes creíbles y sobre todo que encuentren una vía dramática para expresarse. "Vidas cruzadas" propone una visión panorámica sobre temas tan relevantes como la discriminación racial, el prejuicio, la violencia, la desigualdad de oportunidades, el individualismo exacerbado y las diferencias de lengua, clase y color, pero lo hace sometiéndolo todo -historias y personajes- a las necesidades del discurso.
Paul Haggis (premiado por su guión de "Million Dollar Baby" y aquí director debutante) es el observador que se siente en la obligación de dar un diagnóstico esclarecedor sobre la manera en que coexisten las múltiples etnias, culturas y clases sociales que habitan Los Angeles y que aspira a tan ambicioso objetivo organizando uno de esos frescos conformados por pequeñas historias interconectadas, a la manera de "Short Cuts" o de "Magnolia".
La desconfianza, el prejuicio y en especial el miedo al extraño guían las conductas de todos en esta ciudad en la que nadie toma contacto con el prójimo porque siempre se está "detrás del metal o del vidrio" de los automóviles. En el fondo de la mayoría parece haber un racista listo a manifestarse, aunque el indulgente Haggis se esfuerza por mostrar que nadie es del todo bueno ni del todo malo.
Personajes títeres
Los choques del título original están presentes desde el principio y se repiten a lo largo de una jornada inusualmente fría de diciembre que entremezcla las historias de una veintena de personajes, de diferentes etnias (la mayoría negros), origen y nivel social. Los hay directores de TV (lo que permite aludir al mundo de los medios) y policías de toda laya (lo que conlleva la referencia al maltrato, la corrupción y la violencia); parejas acomodadas víctimas de la inseguridad y la paranoia y jóvenes ladrones parlanchines; inmigrantes iraquíes mirados con sospecha y afectuosas familias latinas afectadas por el azar.
Los choques en esta especie de círculo vicioso de prejuicio y alienación no son sólo accidentes de tránsito: hay agresiones, disparos, muertes: casi todas las viñetas contienen momentos de muy intenso dramatismo, como la que revela la conducta contradictoria del policía que anima Matt Dillon. Algunas pulsan la cuerda sentimental, como la que describe la relación del cerrajero que encarna Michael Peña con su hija, y hay también las que ponen a sus personajes a reflexionar en voz alta y ceden al discurso.
El problema es que la mano del autor se hace demasiado visible. Los personajes, cuyo linaje de estereotipo televisivo se percibe a poco que se los examine, se vuelven títeres en manos de un manipulador de cuya voluntad depende que se crucen, choquen, reaccionen, muestren comportamientos contradictorios o se ganen alguna forma de redención. Sólo el empeño y el compromiso de un grupo de muy buenos actores les confiere alguna credibilidad, aunque a medida que el film avanza y se multiplican las coincidencias forzadas que articularán los diversas historias van quedando al descubierto su pintura superficial y la estructura telenovelesca del relato. Que entretiene, pero emociona poco y dice bastante menos de lo que cree.
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