Cincuenta y tres estrenos
Una cifra sin precedentes para la producción argentina
Con una cifra de estrenos (53) que no tiene precedentes en las últimas décadas, el cine argentino vivió un año con bastante claroscuros artísticos y altibajos comerciales, pero que -de todas maneras- volvió a ratificar la productividad, la fuerza, y la diversidad que lo ubicaron en el centro de la consideración internacional.
En total, las producciones nacionales convocaron a 3.300.000 espectadores, una muy ligera caída respecto de las entradas vendidas por las 46 novedades de 2002. La cuota de mercado alcanzó al 10 por ciento, cifra nada despreciable, pero bastante lejana del 20 por ciento que se había conseguido en la temporada 2000, cuando 6.400.000 personas fueron a ver películas argentinas.
De todas maneras, la cifra de 53 lanzamientos resulta un poco engañosa, ya que sólo 13 largometrajes tuvieron un amplio estreno en todo el país, 16 títulos salieron con entre 4 y 10 copias, mientras que más de una veintena (muchos de ellos documentales terminados en video) quedaron restringidos a estrenos semiclandestinos en una o dos salas como el Cosmos, el Malba, el Tita Merello, el Rojas o el Gaumont (ahora Incaa Km 0).
Una sola película (la incursión de las Bandana en la pantalla grande con "Vivir intentando") resultó un gran éxito con 1.015.000 personas (fue la octava más vista del año), mientras que "Cleopatra", la road movie de Eduardo Mignogna con Natalia Oreiro, Norma Aleandro y Leonardo Sbaraglia, alcanzó el medio millón de espectadores.
Una cifra similar (520.000 entradas) cosechó otro proyecto apoyado por un multimedio como "El día que me amen", la comedia dramática encabezada por Adrián Suar y Leticia Brédice que no alcanzó a conformar las expectativas previas. Peor aún le fue a "Un día en el Paraíso", la historia romántica construida para Guillermo Francella y Araceli González (315.000 personas). Con menos promoción y copias, y casi sin figuras en el elenco, también lleva acumulados 315.000 boletos vendidos "Valentín", el film de Alejandro Agresti que representa a la Argentina en la lucha por el premio Oscar en un idioma que no sea inglés.
Lamentablemente, no hubo en 2003 éxitos medianos que beneficiaran a producciones independientes. Los 110.000 espectadores conseguidos por "El fondo del mar", la aplaudida opera prima de Damián Szifrón, resultaron meritorios, pero algo escasos para un director acostumbrado a obtener 30 puntos de rating todas las semanas con su ciclo televisivo "Los simuladores".
Pese a los premios internacionales y el apoyo crítico, no funcionaron como se esperaba algunos films de directores jóvenes, como "Tan de repente", de Diego Lerman (casi 20.000 espectadores); y otros títulos que casi arañaron las 10.000 entradas como "Nadar solo", de Ezequiel Acuña; o "El juego de la silla", de Ana Katz.
Entre los fracasos comerciales más llamativos del denominado cine industrial figuraron "El juego de Arcibel", "El polaquito" y "El séptimo arcángel", mientras que otros títulos, como la coproducción con España "No debes estar aquí" o la sátira policial "Soy tu aventura", se defendieron bastante bien hasta alcanzar los 110.000 y los 45.000 espectadores, respectivamente.
Un párrafo aparte merece el pequeño boom del cine documental. En distintas salas del circuito alternativo se estrenaron 16 producciones nacionales y algunas de ellas -como la aclamada "Yo no sé qué me han hecho tus ojos", de Lorena Muñoz y Sergio Wolf, y "Sol de noche", del dúo Milstein-Ludin- se acercaron a los 20.000 espectadores cada uno.
El film de Muñoz y Wolf -que se exhibe con apenas dos copias en video- se sumó a otros títulos notables como "Bonanza", de Ulises Rosell; "Los rubios", de Albertina Carri; y "Ciudad de María", de Enrique Bellande, para ubicarse entre los principales acontecimientos artísticos del año.
En el terreno de los festivales, las películas argentinas estuvieron presentes en las grandes muestras (Cannes, Berlín, Venecia y San Sebastián), pero no alcanzaron a ingresar en las secciones oficiales competitivas, algo que seguramente cambiará en el promisorio 2004, cuando se conozcan aquí y en el exterior los esperados nuevos trabajos de Pablo Trapero, Lucrecia Martel, Juan José Campanella, Adolfo Aristarain, Carlos Sorín, Fernando Solanas y Luis Puenzo, entre otros talentosos realizadores.
A nivel de política oficial, fue encomiable el esfuerzo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) por apoyar la promoción del cine en el exterior, establecer convenios de cooperación para poder estrenar films argentinos en otros países (como Italia y Brasil) y apoyar aquí -como contrapartida- a títulos de esos orígenes, así como diversas iniciativas para fomentar la concreción de coproducciones.
Ayudada por una suba en los ingresos de la recaudación tributaria que por ley le corresponde al sector y por la autarquía que le permite manejar sus propios fondos, la conducción del Incaa diseñó ambiciosos planes (la creación de un circuito alternativo de salas en Capital Federal y el interior o un sistema de apoyo publicitario a los estrenos nacionales) que son auspiciosos, pero que lamentablemente todavía no han dado los resultados deseados.
Muchos (demasiados) títulos de penosa calidad fueron directamente al Gaumont (Incaa Km 0) o al Tita Merello casi de incógnito, sólo para cumplir con el requisito de poder acceder a los subsidios con que la ley de cine beneficia a los estrenos nacionales. Cabe esperar, entonces, que los encargados de programar las salas que integran el nuevo circuito oficial -que se prevé que superará las 50 pantallas- den más espacio al buen cine para no convertir a esos espacios en una suerte de refugio de films que nadie quiere estrenar ni ver.
Las cifras de películas estrenadas y producidas o la cantidad de espectadores cosechada son -en muchos casos- aleatorias o circunstanciales. Es evidente que 2003 no fue un año con demasiados estrenos fuertes y que, en cambio, 2004 sí será una temporada llena de lanzamientos muy importantes. Lo que interesa, entonces, es sostener en el tiempo una política que apunte a la diversidad, la transparencia y la inteligencia para fortalecer la dura lucha que el cine argentino debe dar para mantener un espacio de privilegio en las salas de su propio país y, también, en el exterior.
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