Ante el estreno de Sangre de mi sangre, de Marco Bellocchio
Una de los más logradas películas de Marco Bellocchio, es decir una de las grandes películas italianas de este siglo, es decir uno de los mejores estrenos del año. Eso es Sangre de mi sangre, imperdible lanzamiento del jueves pasado, una película de vampiros contada en dos tiempos: durante la Inquisición, una joven es juzgada por un supuesto pacto con el diablo; en el presente, un viejo vampiro que vive en aristocrático aislamiento es invadido por la vulgaridad del mundo exterior. Bellocchio (I pugni in tasca, Buongiorno, notte, Il regista di matrimoni y otras películas imprescindibles) hace un cine en ebullición, misterioso y libre. Y filma una mujer desnuda con una pasión que es difícil de encontrar en otros cineastas, y se anima a musicalizar con “Nothing Else Matters” de Metallica en versión a capella.
Solamente con Bellocchio podríamos completar un top five del cine italiano del siglo XXI, pero hay otros grandes directores, incluso imprescindibles como Nanni Moretti, que en estos años ha hecho pocas películas. Siempre fue un director poco prolífico, pero en todo lo que va del siglo XXI filmó solamente cuatro largometrajes: La habitación del hijo, El caimán, Habemus Papa y Mia madre. Hay bastante consenso en que Mia madre es la mejor del siglo XXI del señor Moretti.
Bellocchio y Moretti comenzaron sus carreras en el siglo XX, en las décadas del sesenta y setenta respectivamente. Pero un director italiano totalmente del siglo XXI, que hizo su primer largometraje en el año 2001 y estuvo en el Bafici, se ha convertido en uno de los nombres más famosos del cine mundial, con Oscar a mejor película extranjera y hasta dedicatorias a Maradona. Es Paolo Sorrentino, y si bien hizo otras películas tan buenas como La grande bellezza , esta quizás define con mayor claridad su estilo y su voracidad italiana.
Antes de la serie y obviamente después del libro que motivó que su autor -Roberto Saviano- tuviera que vivir escondido, Gomorra fue una película de Matteo Garrone, en la que actuaba Toni Servillo, protagonista de La grande bellezza. Una película cruda, directa -tal vez la más directa de su director- sobre abismos sociales y políticos de Italia: una película-mazazo.
A fines del siglo pasado y principios de este, Gabriele Muccino parecía destinado a tener una obra de especial intensidad y velocidad, un cine de forma adolescente para contar historias de amores en llamas. Pero no, después se fue a hacer cine blandengue en inglés como Siete almas, Jugando por amor y En busca de la felicidad. Pero fue notable con sus primeras tres películas: Ecco fatto, Ahora o nunca y El último beso . El último beso fue un éxito en Argentina, en una época en la que se veía un cine más diverso en las salas más concurridas.
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