Cien años de El pibe: doce meses de rodaje,150.000 metros de negativo y un abrazo que quedó en la historia del cine
Nada nuevo puede agregarse sobre la figura del inolvidable Charles Chaplin. sólo detenerse repetidamente a celebrar su imperecedero legado. Una día como hoy, hace ya un siglo, los espectadores pagaron entre 75 centavos y dos dólares y medio para tener su butaca en el Carnegie Hall en la premiere mundial a beneficio de la National Board of Rewier’s Childrens Foundation de uno de los hoy inmortales clásicos del gran "Carlitos": The Kid (entre nosotros, El pibe), que la celebró automáticamente.
Repetida en pósters y remeras a lo largo de décadas, Carlitos y el pibe sentados en un umbral fueron síntesis perfecta de ternura pero asimismo inequívoca referencia a un film que, casi impensadamente, celebra su centenario con la hábil y efectiva combinación de humor y melodrama. El que finalmente sería el primer largometraje realizado por Chaplin iba a llamarse The Waif (el abandonado), y comenzó a gestarse en la mente de Charlot cuando conoció a su coprotagonista, el niño Jackie Coogan, en el music-hall Orpheum. Chaplin quedó tan deslumbrado por el carisma del pequeño Jackie, que contaba con sólo cuatro años de edad cuando realizaba un número con su padre, que lo contrató de inmediato y comenzó así a escribir con afán una historia que lo involucrara.
Con su acierto característico, el crítico Fernando López sintetizaba en las páginas de LA NACION cómo la vida de Chaplin se entremezclaba con la historia de El pibe: "aquí el vagabundo se hace cargo de un huérfano y se aprecian los ecos de los duros años de su infancia en Londres y la tendencia a la emoción anticipa ese sabor agridulce que han de tener sus films de la madurez", escribía al cumplirse 25 años de su muerte, en 2002. El estreno en Londres de El pibe permitió a Chaplin reencontrarse con su madre, afectada por graves problemas psiquiátricos, y llevarla a vivir muy cerca de su casa en los Estados Unidos.
En la Argentina, la película permaneció en cartel durante varios años y hacia 1922 era una de las más vistas, retornando a la cartelera porteña cíclicamente durante décadas, como en 1961, cuando se presentó una versión sonorizada en el cine Gran Mitre. "Cuando yo era muy chico, mi abuela me daba 50 centavos, hablo de muchos años atrás cuando eso era mucho dinero. Al día siguiente lo gastaba para ver películas de Chaplin pero así y todo, no satisfecho, iba al día siguiente a ver las mismas películas. Radium Film Corporation estrenaba en la Argentina todas las películas de Chaplin. En el Cataluña ví justamente El pibe, que considero no la mejor película de Chaplin pero sí la más humana de todas", confirma el coleccionista Enrique Bouchard (ver recuadro), como espectador en la sala que luego sería el cine Cosmos y en ese entonces pertenecía al empresario Francisco Montardit.
Pocos años después de su estreno, la revista Billiken presentó a El pibe en formato de historieta proveniente de la británica Film Fun y con el personaje de Jackie Coogan como protagonista principal. "No sería igual sin su hallazgo para interpretar al niño. Chaplin lo descubrió en un teatro de variedades de Los Ángeles, le dio un papel en el cortometraje A Day's Pleasure e hizo recaer sobre él la responsabilidad de compartir el estrellato con su personaje de Charlot. Chaplin sabía lo que quería y repetía las tomas hasta conseguirlo", confirma a LA NACION Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Cataluña.
Más de un año de rodaje, 150.000 metros de negativo y un costo total que rondó el medio millón de dólares demandó la realización de su primer largometraje, que fuera su aparición 66ª en la pantalla como Charlot. Al desafío presupuestario y técnico, Chaplin añadiría los ribetes de su vida cotidiana a la producción del film con el divorcio de su mujer (la actriz Mildred Harris, de entonces diecisiete años), y el pleito judicial que entremezclaba el conflicto marital con la productora, a causa de la decisión irrevocable de Chaplin de ofrecerla como largometraje y no dividida en tres películas distintas, como era lo habitual por entonces. Para peor, el artista había conocido a Lita Grey y, profundamente deslumbrado con ella, inventa la secuencia onírica del ángel de la tentación para su exclusivo lucimiento (se casaron finalmente en 1924, cuando Chaplin tenía 35 años y Lita Grey, embarazada, había cumplido solo 16 años; se divorciaron en medio de otro escándalo tres años más tarde).
La brillante biografía escrita por Manuel Villegas López, reeditada por este diario en 2003, explica el vodevil por fuera de la pantalla cuando la trama rocambolesca había invadido la vida cotidiana y Chaplin, entremezclando el Charlot de la ficción y el Charles de la vida misma, huye con el negativo a Salt Lake City, en Utah, y se encierra en un cuarto de hotel para realizar el montaje a mano y personalmente (episodio también reflejado con un paso de comedia en Chaplin, la biopic de Richard Attenborough, con Robert Downey, Jr en el protagónico). De vuelta a Nueva York con la película terminada, consigue recuperar los derechos por cinco años y un dividendo del 50% de las ganancias, pero la policía vuelve a perseguirlo para incautar el negativo y Chaplin escapa disfrazado de mujer. La trama paralela de El pibe culmina como una película en sí misma al recorrer la ciudad en taxi, sin encontrar dónde esconderse, y con el taxista ofreciéndole alojamiento en una habitación de su casa en un populoso suburbio neoyorquino. La sorpresa llegará a la mañana siguiente, cuando una multitud aguarde su despertar bajo la ventana y la prensa recoja la noticia con entusiasmo ¡Carlitos había vuelto!
Entre risas y lágrimas, El pibe permite experimentar en el espectador un profundo sentimiento de empatía y compasión y así lo consigue en su momento cumbre –y escena clave de la historia del cine– cuando el vagabundo lucha para rescatar al pequeño que ha criado de manos de las autoridades, que lo llevan al orfanato. La determinación culmina en un abrazo y el tamizado humor de la trama, que regula hábilmente el crescendo dramático, deja paso a las lágrimas. Es que Chaplin, junto a Buster Keaton y Harold Lloyd fueron los grandes maestros del gag del cine mudo, al que el primero supo añadir una indubitable y única tensión emotiva.
"Un siglo después de su realización sigue emocionando a partir de sentimientos que son universales e imperecederos: la supervivencia, la paternidad, la protección de la infancia, el miedo de un orden represivo e inhumano", añade Riambau, también autor del minucioso trabajo que recorre palmo a palmo la trayectoria de Charles Chaplin, editado por Cátedra. De hecho muchos creen equivocadamente que recién será con El gran dictador (1940) que Chaplin deberá vérselas con la censura, pero en El pibe, la escena donde el chico rompe a pedradas las ventanas para que instantes después pase "accidentalmente" por allí Carlitos ofreciendo sus habilidades de vidriero causó indignación en el estado norteamericano de Illinois, que solicitó legalmente el retiro del fragmento, dado que no podía permitirse "el mal ejemplo". Pero muchos se preguntan por qué, más allá de la hábil construcción dramática continúa enterneciendo, una y otra vez, tras un siglo de películas. "Porque representa la ingenuidad, la inocencia y la confianza. El asombro ante un mundo que culmina siendo una actitud metafísica que es, en definitiva, una búsqueda de sentido", reflexiona la profesora María Isabel Greco, miembro de número de la Academia Argentina de Literatura Infantil y Juvenil.
Aunque la historia es conocida, ese pequeño Jackie Coogan encontraría otro hito en su carrera cuatro décadas más tarde, gordo y pelado, como el tío Lucas en la serie televisiva Los locos Addams. Entre medio, Coogan fue la primera estrella infantil de Hollywood, firmó el contrato más alto para entonces con la Metro y gracias a una enorme cantidad de merchandising pobló las calles como síntesis de una fama que no se continuaría al dejar la niñez. Sumó al drama un accidente automovilístico del cual fue el único sobreviviente y donde murió su padre. Jackie estaba por cumplir la mayoría de edad y podía finalmente disponer de una fortuna acumulada de cuatro millones de dólares (cerca de 160 millones a valores actuales, ajustados por la inflación), pero su madre dilapidó todo en una vida de lujos con su nuevo marido. Tras llevarla a juicio, recibió apenas 130.000 dólares en compensación. El escándalo fue tan grande que propulsó un cambio en la legislación para la protección de los derechos de los niños actores. "En el arte de la pantomima hay unas reglas básicas que deben dominarse, y Jackie pronto lo logró. Era capaz de aplicar emoción a la acción y acción a la emoción, así como de repetir una y otra vez la misma escena sin perder por ello espontaneidad", decía Chaplin sobre su co-estrella, la figura con la que Charlot tuvo más química en la pantalla de toda su carrera. Coogan murió, luego de innumerables papeles de reparto en films de segunda categoría, a los 69 años en 1984, pero volvería a ponerse al frente de la marquesina del Orpheum invitado por un programa de televisión en 1972, para repasar el increíble comienzo de su vida en el mundo del cine.
Cincuenta años después de su estreno, Chaplin decidió eliminar escenas del film y componer y grabar una nueva partitura orquestal para el reestreno en 1971, retirando del montaje original seis minutos correspondientes al personaje de la madre, encarnado por Edna Purviance. "Chaplin y las distintas versiones de sus películas son un auténtico dolor de cabeza para los archivos e historiadores. En cambio, rodó abundante material de ensayos y descartes que, parcialmente recogidos en la serie documental Unknown Chaplin, constituyen un apasionante material de estudio sobre su forma de trabajar", confirma Riambau. Los espectadores del Carnegie Hall escucharon un programa musical compuesto por fragmentos de obras de Chaikovski, Delibes y Debussy; el 23 de enero fue el turno en Chicago, en tanto quienes asistieron a las funciones regulares que desde el 6 de febrero se proyectaron en el Strand Theather de New York lo hicieron con la música de La princesa Pat, de Victor Herbert, dentro de un programa decididamente de corte más popular que culminaba con un dúo de órganos. Era habitual entonces una mezcla de música en vivo, noticieros y otros cortos que acompañaban al programa principal. Su presentación en Los Ángeles confirma una selección musical de Gounod, Bach, Berg y Massenet, entre otros, elegidos por el mismo Chaplin para musicalizar la proyección.
Hoy deslumbra encontrar en YouTube –donde también puede encontrarse el film completo– un fragmento de la grabación de la nueva partitura y ver como un anciano Chaplin toma la batuta para dirigir un pasaje de "A Smile, and Perhaps, a Tear", con una sonrisa que sintetiza recuerdo, vigencia y legado para una película convertida como sus protagonistas en una leyenda sin tiempo pero que cumple su primer siglo de vida instalada perpetuamente entre la risa y la sincera emoción.
Carta de Chaplin para un fan argentino
"Estimado Sr. Bouchard, muchas gracias por su carta y por los buenos votos que me envió con motivo de mi cumpleaños", comienza en francés la carta que recibiera el coleccionista argentino Enrique Bouchard, firmada por el propio Chaplin. "En 1969 escribí una carta a Charles Chaplin diciéndole que quería ser el primer ciudadano del mundo saludándolo con motivo de su 80° cumpleaños. A él le satisfizo recibir la nota mía y me envió rápidamente una carta y una foto autografiada", agrega. Pero si de sorpresas se trata, será el propio Bouchard que se sorprendería y sorprenderá al mundo cuando recibió de manos de Salvador Sammaritano un material "de descarte, que revisé en detalle y descubrí que una de las películas era Cruel cruel amor, justamente a mí, fanático de Chaplin, descubrí una de las dos películas perdidas de él", y que gracias a ese hallazgo hoy puede verse en YouTube. El público argentino conoció a Chaplin en 1915, cuando el cine Las Familias, en Av. Santa Fe 1825, estrenó su corto El dentista.
Chaplin y un cantante
Se sabe que Chaplin nunca visitó la Argentina, sin embargo, tenía profundos conocimientos del tango, que en el despuntar del siglo pasado era furor en Europa. El encuentro dorado se produjo en Niza. Hoy, las instantáneas devuelven la sonrisa de Carlos Gardel en su encuentro con Chaplin en abril de 1931, cuando el astro cómico disfrutaba del éxito de Luces de la ciudad. Esa noche incluyó brindis con champagne en la residencia de Sadie Baron Wakerfield, donde Gardel le cantó a Chaplin sólo acompañado con su guitarra y luego se lo ve al Zorzal muy divertido con el número cómico desarrollado por Chaplin. "En una reunión íntima, Gardel comenzó a cantar y me impresionó hondamente. Tenía un don superior al de su voz y su figura, y una enorme simpatía personal con la que se ganaba, de inmediato, el afecto de todos. Tan honda era la simpatía que inspiraba, recuerdo perfectamente bien, que llegamos hasta las primeras luces de la madrugada tras una noche de alegría que, difícilmente, vuelva a repetirse. Digan ustedes al público que con Gardel pierdo a uno de mis más simpáticos amigos, que los países sudamericanos no tenían mejor representante que él entre nosotros. En cuanto al arte cinematográfico, se le ha sustraído un cantante destinado a constituir una de las figuras cumbres de la cinematografía", confesó Chaplin al New American Lines.
Chaplin y un recuerdo
En diálogo con este cronista, su más famosa descendiente, la actriz Geraldine Chaplin, comentaba en una visita a la Argentina como es convivir con el recuerdo de su padre y la imagen inalterable que sigue estando presente en los niños de hoy: "Es muy emocionante cuando viene una persona y me habla de él con lágrimas en los ojos. Me sentiría muy desamparada si no tuviera eso. Charlot es mi héroe, porque yo conocí a mi papá siendo un hombre viejo, muy diferente al de las películas. En donde vivo, muchas veces las mamás les dicen a sus hijos: 'Ella es la hija de Charlot', pero los niños no les creen, porque él es joven en las películas y ¿cómo voy a ser su hija entonces? Ahora en el pueblo me conocen como 'la mamá de Charlot'".
El pibe está disponible en Mubi y en Qubit.tv
Otras noticias de Charles Chaplin
Más leídas de Cine
En el top de Prime Video. La película que fue directo al streaming y tiene un toque de ciencia ficción, pocos personajes y grandes ideas
Thierry Frémaux, director del Festival de Cannes. “El cine argentino es tenido en cuenta en todo el mundo, hay que sostenerlo”
Con ojos norteamericanos. Gaucho gaucho es un atípico acercamiento a la vida rural en el Norte argentino
Con ruido político de fondo. Se inaugura hoy el Festival de Cine de Mar del Plata, con invitados internacionales y una muestra paralela crítica al gobierno