Chloé Zhao, la directora de Nomadland y Eternals: “No pretendo concretar una carrera lógica y autoral”
Mientras espera el estreno de la película de Marvel, la realizadora china sigue cosechando premios y elogios por el film protagonizado por Frances McDormand
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¿Quién es Chloé Zhao? ¿La que nació hace 39 años en esa inmensa urbe china que es Beijing? ¿La que pasó su adolescencia en la ciudad inglesa de Brighton? ¿La que terminó el secundario en un colegio público en Los Angeles mientras vivía sola en un diminuto departamento de un ambiente en el barrio de Koreatown? ¿La que estudió Ciencias Políticas en Massachusetts o la que egresó de la carrera de dirección de cine de la Universidad de Nueva York con Spike Lee como profesor? ¿Es acaso la que escribió y rodó dos bellos films independientes como Songs My Brothers Taught Me (2015) y The Rider (2017), la que aspira a título personal a cuatro premios Oscar por el guion, la edición, la producción y la realización de Nomadland o la que está dando las puntadas finales a la posproducción de un ambicioso largometraje de Marvel como Eternals, con Angelina Jolie y Salma Hayek al frente del elenco? La respuesta puede resultar obvia (ella es todo eso junto), pero también sirve para explicar aunque sea en parte la enorme sensibilidad, la particularidad, la ductilidad y la diversidad de su cine.
Ella ha roto ya todos los récords (y los techos de cristal) para una cineasta de origen asiático tanto en los Globo de Oro como en las nominaciones al Oscar ¿Se sumará el 25 de abril a Kathryn Bigelow, la única mujer que obtuvo hasta ahora la estatuilla de la Academia en la categoría de dirección? En charla con LA NACION vía Zoom desde su casa ubicada en Ojai, pueblito californiano de apenas 8000 habitantes ubicado en medio de las montañas Topatopa, a 130 kilómetros de Los Angeles, Zhao parece más preocupada porque sus dos perros no interrumpan la charla con sus inoportunos ladridos que en hablar de los logros de una temporada de premios que para ella comenzó en septiembre último, cuando ganó nada menos que el León de Oro en el Festival de Venecia y la distinción del público en Toronto.
Basada en el libro de no ficción Nomadland: Surviving America in the 21st Century, de Jessica Bruder, la tercera película de Zhao narra la historia de Fern (Frances McDormand), una mujer de pocas palabras pero con ciertos rasgos de generosidad y solidaridad pese a los múltiples golpes de la vida, que comenzará a seguir un circuito de trabajadores golondrina: preparar despachos en una planta distribuidora de Amazon, limpiar baños, cosechar papas, cocinar en un restaurante... Esa existencia nómade la llevará de la nieve invernal de South Dakota al calor del desierto de Arizona y con cada empleo eventual, en cada estacionamiento, se irá reencontrando con otros hombres y mujeres que eligieron (o no tuvieron más remedio que adoptar) una forma de supervivencia similar.
Road-movie por la (norte)América profunda con todos los elementos esenciales del género, drama existencialista con una vuelta de tuerca espiritual (ella mantiene un par de charlas con el gurú del nomadismo Bob Wells, que se interpreta a sí mismo) con un halo de redención, Nomadland es una historia ambientada en 2011 sobre personajes que se alimentan de sandwiches y comida en lata, que buscan trabajos temporarios para mantenerse en pie, pero que a su vez en muchos casos reniegan de las imposiciones de la sociedad de consumo y apuestan a un contacto más directo con la naturaleza, con algo de neo-hippies y con un discurso new age.
-¿Cómo fue que llegaste a escribir el guion y a dirigir Nomadland?
-Fue Frances McDormand quien me llamó poco después de haber visto The Rider en el Festival de Toronto, donde ella estaba presentando Tres anuncios por un crimen y me propuso adaptar el libro. Es una historia que tiene que ver mucho con mi visión del mundo y además, viniendo de una actriz del talento de ella, era una invitación muy difícil de rechazar.
-¿Cómo una mujer nacida en China y que luego vivió en Inglaterra ha podido ahondar en el sueño americano y retratar la esencia más profunda de ese país?
-Soy una ciudadana del mundo (se ríe). Me siento tan a gusto entre los rascacielos de Beijing como en la reserva indígena de Pine Ridge. Lo cierto es que hoy ya no es tan extraño que una joven vaya a estudiar a otro país muy lejano y logre consustanciarse con la idiosincrasia de su lugar de adopción. En ese sentido, creo que el haber nacido en Oriente y vivir en Occidente me ha mejorado como narradora. A mí me fascina Estados Unidos porque tiene una diversidad geográfica, étnica y social únicas. Está lleno de injusticias y contradicciones profundas, pero es también una tierra de oportunidades, repleto de gente talentosa con la que he podido trabajar. Me inspira muchísimo. Solo extraño la comida china picante porque donde vivo no se consigue (se ríe). Amo el manga, la música de Michael Jackson y el cine de Wong Kar-wai, especialmente Felices juntos, que se rodó en Buenos Aires. En los casos de The Rider y Nomadland la decisión fue muy sencilla. Simplemente me pregunto si estoy decidida a dedicarle dos años de mi vida a esa historia. Si la respuesta es sí, me lanzo con todo, me sumerjo por completo en ese universo. En el caso de Nomadland, me fascinó la fuerte presencia de la naturaleza y el proceso curativo que conlleva ese viaje por todo Estados Unidos. También me sedujo la posibilidad de dirigir a Frances por un lado y a actores no profesionales, verdaderos trabajadores golondrina, por el otro.
-Muchos análisis hicieron énfasis en los aspectos más políticos de Nomadland ¿Te interesaron y coincidís con algunos de ellos?
-Está claro que en el libro de Jessica Bruder o en el discurso de Bob Wells hay una impronta política, una mirada sobre la economía, el capitalismo salvaje, el trabajo precario, pero para mí lo principal era poder capturar los aspectos más íntimos de esos personajes que buscan reinventarse, sus historias de vida, sus tragedias, sus dolores, sus sueños. Con Frances pasamos cinco meses investigando, charlando con ellos, básicamente escuchándolos. Cuando nos ganamos su confianza ya fue sencillo incorporarlos al rodaje. La relación que se estableció fue tan intensa que cuando tuvimos que despedirnos muchos lloramos. Pero, como ellos mismos nos decían, nunca hay un adiós definitivo, siempre nos volveremos a encontrar en el camino. Esa es la esencia del nomadismo.
-¿Y cómo es para alguien también nómade como tu caso saltar del cine independiente a un proyecto de un estudio grande como Nomadland y de ahí a una superproducción de Marvel?
-Sinceramente, no tengo mucho tiempo para pensar ni tampoco pretendo concretar una carrera lógica y “autoral”. Es como en los rodajes, si no dejo espacio para la sorpresa, la improvisación, si todo se vuelve previsible y controlado, siento que eso me aleja de la creatividad. Paso de un proyecto a otro porque me seduce, porque amo a los artistas y técnicos con los que trabajo. Mientras promociono una película estoy preproduciendo otra, cuando voy a un festival con una estoy editando la siguiente. Hace tiempo nos habían sondeado a directoras como Lucrecia Martel y a mí para Black Widow, que finalmente rodó Cate Shortland. Finalmente, me eligieron para Eternals, una creación original de uno de mis ídolos como Jack Kirby. Este proyecto tiene una posproducción larguísima. Entre otras cosas, la pandemia me permitió aprender a trabajar a distancia. Más allá de las diferencias de presupuesto y de temática, ojalá haya podido aportar mi sensibilidad también a Eternals, una historia muy audaz para el género, incluso en cuanto a identidad sexual, que espero les guste a los fans de Marvel y también a aquellos que no son demasiado afectos al cine de superhéroes y superheroínas.
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