Ambas ficciones retratan la explosión del reactor nuclear ocurrido el 26 de abril de 1986 en la ex Unión Soviética, a través de relatos muy disímiles
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En 2019, el estreno de Chernobyl, la miniserie coproducida entre HBO y la compañía inglesa Sky, marcó uno de los sucesos del año. Además de sumar una notable lista de reconocimientos, el público aplaudió esa pieza que retrataba el accidente nuclear ocurrido el 26 de abril de 1986, en la ex Unión Soviética. Pero la mirada propuesta por esa ficción, molestó a muchas autoridades rusas, que consideraban que el guion confundía los hechos y denunciaba responsabilidades equivocadas. Por ese motivo, pusieron en marcha una película a gran escala, con el objetivo de retratar el fatal incidente desde otra óptica.
El tiempo pasó, y finalmente esta semana llegó a las salas la producción rusa Chernóbil, por lo que es un buen momento para comparar ambas tramas y establecer sus principales diferencias.
Dos protagonistas, en contextos muy distintos
Ante todo, hay que establecer que las dos historias establecen tonos absolutamente opuestos, y se circunscriben a dos géneros que poco tienen que ver entre sí. Mientras la miniserie de HBO es un drama que busca establecer una versión probable de lo que sucedió en la planta nuclear, el largometraje ruso apuesta por la acción, construyendo un film de catástrofe. Desde luego que directa o indirectamente, ambas miradas no dejan de ser políticas, pero el tono de cada una es la principal diferencia entre estas dos producciones.
Chernobyl basa su guion en Voces de Chernóbil, de la autora Svetlana Aleksiévich, un libro que compila cientos de testimonios de personas que se enfrentaron a esa catástrofe. La periodista habló con políticos, psicólogos, vecinos de la zona, bomberos y especialistas en la materia, para dar cuenta de lo que allí sucedió y qué consecuencias dejó. De ese modo, la miniserie propone una reconstrucción de los hechos sobre qué fue lo que pasó en esa planta, con un tono que transmite la idea de estar ante un relato de rigor histórico. En esa versión, el científico Valeri Legásov (interpretado por Jared Harris) es el protagonista, un hombre que formó parte del comité que estudió la explosión nuclear, alertó sin éxito sobre sus terribles consecuencias en las personas que vivían en Prípiat, a 3 kilómetros de la planta, y fue muy maltratado por el gobierno soviético. Que la trama comience con el suicidio de Legásov (cansado de ser perseguido por la KGB, e ignorado en la importancia de su labor), es una decidida declaración de principios por parte de la miniserie. En la vereda opuesta, la película rusa elige otro camino.
El largometraje pone en el centro de la acción a Alexey (Danila Kozlovsky, quien también dirige el film), un bombero que espera con ansiedad su traslado a Kiev. Pero su vida cambia cuando se reencuentra con una novia de su adolescencia y descubre que ella le ocultó durante diez años la existencia de un hijo en común. Y mientras él lucha por recuperar ese vínculo, la explosión de Chernobyl destruye sus planes. Si bien Alexey intenta escapar de ese infierno, deberá aceptar una misión suicida en la planta para que su hijo, que fue expuesto al accidente nuclear, sea trasladado a Suiza y pueda allí recibir un tratamiento contra un cuadro de irradiación. Bajo esa premisa, y a lo largo de poco más de dos horas, el bombero atravesará infinidad de peligros para lograr su objetivo: evitar que la central libere un nivel de radioactividad mayor, que podría comprometer a los países vecinos de Europa.
Más que una respuesta que contradiga lo señalado por HBO, el film se revela como un “equivalente radioactivo” de títulos como Armagedón o Pearl Harbor, películas catástrofe que hace foco en héroes que surgen de lo cotidiano. Chernóbil exhibe un aparato narrativo finamente aceitado, fiel a las bases del género establecidas en Hollywood, y de esa manera, propone un relato que oscila entre la acción, el romance, la tragedia, y un fuerte trabajo puesto en empatizar con el protagonista, cuya necesidad e hidalguía lo llevan a buscar un bien mayor. Como salta a simple vista, las historias no pueden ser más distintas: HBO juega a denunciar, al tiempo que el film ruso a homenajear el espíritu de los cientos de héroes anónimos que se sacrificaron en la línea del deber.
Toda acto es político
Atentos a una construcción basada en diversas investigaciones y entrevistas, el equipo de la miniserie, capitaneado por Craig Mazin, ensaya teorías sobre cuáles pudieron ser los hechos que desencadenaron una explosión que a fin de cuentas, fue un error humano. Pero ese es el comienzo del problema, porque a partir de ahí hubo un esmerado trabajo por parte de distintas personalidades del gobierno soviético por desestimar la gravedad de lo sucedido, disfrazar cualquier tipo de responsabilidad y ocultar información sobre el riesgo que corrían otros países de la región. La miniserie no duda en señalar qué fue lo que pudo haber sucedido y quiénes, directa o indirectamente, no tuvieron los reflejos necesarios para atajar el conflicto y sus consecuencias, desde ingenieros de planta, hasta referir al propio Mijaíl Gorbachov. El discurso político de Chernobyl es subyarado, aunque eso no quite que, como en la ficción rusa, también haya espacio para las personas comunes que padecieron la tragedia (como sucede en la historia de Lyudmila Ignatenko, viuda de un bombero muerto por efectos de la radiación). En el título de HBO, la explosión es el eje del problema, pero todo gira alrededor de cómo la URSS suavizó la gravedad del asunto.
Por su parte, la película rusa no explica demasiado qué originó el accidente, prácticamente ignora cualquier tipo de referencia política, y no incluye personajes históricos, sino que se concentra en la hazaña de su protagonista. Como en los films de meteoritos o catástrofes naturales, la explosión simplemente sucede, y toma desprevenidos a los ciudadanos del lugar, pero sin profundizar en ningún tipo de explicación al respecto. Y mientras la serie señala que los rusos no informaron debidamente sobre el riesgo que llegó a correr la región, la película elige subrayar la heroicidad de ellos por salvar a sus países vecinos de una inminente nube radioactiva.
Sin ir de manera enfática contra las denuncias propuesta por la pieza de HBO, el film ruso elige otra óptica para contar la historia, sin contemplar responsabilidades, sino homenajeando a los Liquidadores, quienes trabajaron incansablemente por limpiar Chernobyl de la radioactividad, exponiéndose y, en muchos casos, sacrificando sus vidas en medio de una tragedia sin precedentes.
Inesperadamente complementarias
Aunque la película Chernóbil nació como una respuesta a la miniserie de HBO, el resultado final no es tanto el de rebatir las teorías allí elaboradas. Irónicamente, el film funciona mejor como un complemento que, desde el respeto, reivindica el trabajo de quienes, lejos de las esferas políticas, lucharon desde el llano y salvaron miles de vidas. Y no cuesta poner en la misma vereda a los protagonistas de las dos historias, Légasov y Alexey (como símbolo de todos los bomberos que trabajaron en el desastre), ya que ambos desde su lugar y contra todo tipo de dificultades, procuraron cumplir una noble tarea.
Las dos ficciones sobre Chernobyl terminan por reflejar distintos aspectos de la tragedia. Mientras una propone una denuncia, la otra apuesta por un homenaje. Y si bien la película rusa no es inocente en omitir el rol de muchos políticos o de los directivos de la planta, la ficción de HBO quizá corre el riesgo de forzar una trama de héroes y villanos, con el fin de motorizar el conflicto. Evidentemente, ambas persiguen un mismo objetivo, pero tomando caminos diferentes. Y en ese cruce, la ironía se encuentra en que ambas se complementan en su retrato sobre el trágico accidente nuclear. A fin de cuentas, las dos eligen a quiénes reivindicar, a quiénes acusar, y más importante aún, qué verdad construirle al público.
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