Cate Blanchett, la estrella de los mil rostros y la sofisticación eterna
Su arquitecta en fuga en ¿Dónde estás Bernadette?, film de Richard Linklater que se estrena hoy, es el último eslabón de una carrera tan camaleónica como distinguida para la actriz de 50 años
Una luz azul se enciende en el interior de una heladera y los ojos de Cate Blanchett apenas se distinguen en ese magma de frustración y vegetales congelados. Han pasado apenas 35 minutos desde el inicio de Vida bandida, aquella película sobre dos excéntricos ladrones de bancos dirigida por Barry Levinson a comienzos de 2000.
Blanchett (Melbourne, 1969) ya asomaba como una estrella de porte monárquico luego de su fulgurante aparición como la reina Isabel I en Elizabeth (1998), pero Levinson explora en esta película de robos con ecos de comedia alocada el costado rebelde de un ama de casa aburrida. Kate Wheeler canta "Holding Out for a Hero" mientras pela zanahorias y su marido le dice que no lo espere a cenar. Ese brillo que parecía iluminar la heladera de tonos azulinos se apaga sin remedio para encenderse de nuevo al salir a la calle, al agitar al viento sus lágrimas al son de la música de Bonnie Tyler, al encontrar en un bandido perdido la llave para salvarse de la monotonía.
Cate Blanchett asomó en el cine de Hollywood con la misma fuerza con la que Kate Wheeler irrumpió en la vida de los ladrones que interpretaban Bruce Willis y Billy Bob Thornton. "Es el iceberg esperando al Titanic", dice uno de ellos con secreta fascinación. Su figura condensaba la formación teatral de su juventud, el garbo de sus pómulos prominentes, esa voz de melosa ultratumba con cierta picardía nunca confesada, vislumbrada en esos personajes imprevistos, como el que Levinson le regaló casi por casualidad.
Hasta entonces -además de la Reina Virgen británica- había sido la trágica vidente de Premonición, a la que Sam Reimi instala en la frontera entre el horror y la revelación; la etérea Galadriel imaginada por Tolkien en la epopeya de Peter Jackson que duraría varios años y varias entregas de El Señor de los Anillos y El hobbit, y pronto sería el alma gemela de Giovanni Ribisi en la extraña En el cielo, de Tom Tykwer, película que también la muestra escapando de encierros y desafiando previsiones. Signo esquivo en una actriz consagrada como Blanchett, ese espíritu de huida, pero sintomático de su talento para las permanentes conversiones, los juegos de disfraces y la gracia para el enredo que guarda como un secreto en su interior.
Es Richard Linklater quien la impulsa esta vez a la huida en ¿Dónde estás Bernadette?, estreno de hoy en las salas, basada en el best seller de Maria Sample, que cuenta el inquieto presente de una prestigiosa arquitecta de Seattle. Blanchett ya no tiene su melena pelirroja ni canta las canciones de Bonnie Tyler, sino que porta un casquete moreno, un par de anteojos de sol y canta las famosas estrofas de "Time After Time", de Cyndi Lauper. Y su salida al mundo incierto que la rodea está marcada por las fobias y los miedos, por el tiempo en el que abandonó la profesión y se dedicó a la maternidad, y por esa casa de ensueño que luego se revela territorio de misterio y hostilidad. Las vecinas, las madres del colegio, los viajes a la Antártida, un marido ocupado y disperso, todos son factores de conflicto para la Bernadette de Blanchett, que deambula por Seattle con esa simpática desorientación que solo ella puede conseguir.
"Necesitaba una actriz con genio para interpretar a Bernadette", contó el director, que ha sumado a esta peculiar artista en crisis a su galería de personajes viajeros y verborrágicos, esos que habitan su cine desde Antes del amanecer hasta La última bandera. El atractivo de Bernadette está en sus fallas, en su desajuste respecto del mundo que se traduce en pequeñas batallas cotidianas con la insufrible vecina que interpreta Kristen Wiig, en avatares hogareños con goteras y puertas que no abren, o en la búsqueda de unas pastillas para mitigar su ansiedad. Ese vértigo que ofrece la personalidad de una mujer en la encrucijada de su vida, frente al inevitable crecimiento de su hija adolescente y las postergaciones de su genio creativo, encuentra en Blanchett un extraño dinamismo para la comedia, para su dislocado recorrido por una Seattle lluviosa e insondable, territorio de una pesadilla de la que apenas puede escapar.
Inventiva y reconstrucción
Hace poco Kristen Stewart dijo que en el caso que los extraterrestres arriben a la Tierra la embajadora de la humanidad debía ser Cate Blanchett. Es que su presencia parece sugerir una extraña seguridad, esa que le permite llevar sobre sus hombros las historias más insólitas y los personajes más incontenibles. Como prueba basta haber encarnado a la inigualable Katharine Hepburn en El aviador, de Martin Scorsese (por la que ganó su primer Oscar); a uno de los rostros de Bob Dylan en ese audaz experimento que fue I'm Not There de Todd Haynes; a la malvada madrastra de la Cenicienta de Lily James, y a las múltiples máscaras que forman el abanico de Manifiesto.
En cada una de ellas, Blanchett se convierte en esa embajadora perfecta de una voz que la trasciende, a la que captura en pequeños gestos o miradas, como el afectado acento nasal de Hepburn o los movimientos de manos de Dylan en las conferencias de prensa. Pequeños detalles que ella observa con cuidado, que anudan una interpretación que nace del perfecto encuentro entre la inventiva y la reconstrucción.
Quizás el mejor personaje al que haya dado vida Cate Blanchett en los últimos años haya sido el de Carol. Nuevamente, como en Charlotte Gray, Veronica Guerin y Blue Jasmine -su segundo premio de la Academia entre seis nominaciones-, debe sostener el peso del nombre en el título, tanto como una intrépida resistente escocesa en plena Segunda Guerra, la audaz periodista irlandesa que investiga casos de narcotráfico o el neurótico alter ego que Woody Allen perfiló en su versión personalísima de Un tranvía llamado Deseo. Pero en Carol es la fantasía de la propia Patricia Highsmith, esa mujer rubia que la cautiva en una gran tienda neoyorquina en los días previos a una Navidad de los años 50. La decisión de Blanchett de componer a Carol Aird dio vía libre a la llegada de aquella esquiva novela al cine, en el momento justo, de la mano de Todd Haynes, envuelta en la bruma del misterio y la distancia necesaria para la fascinación. Es de nuevo ese aire de repentina aparición, de descenso desde las alturas de una extraña perfección, el que se impregna en el contorno de sus personajes, en el halo de su interpretación.
Desde la lejana Melbourne, Cate Blanchett es hoy una de las actrices que resuenan siempre en la temporada de premios, haga lo que haga, como una apuesta que paga seguro. A los 50 años ha incursionado en el universo Marvel con su villana rockera en Thor: Ragnarok; ha trabajado con célebres directores como Steven Spielberg (Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal), David Fincher (El curioso caso de Benjamin Button), Jim Jarmusch (Coffee & Cigarettes), Terrence Malick (Knight of Cups), y ha tenido éxitos y traspiés. Y ahora llega su incursión en la televisión con dos proyectos que parecen concretarse en el próximo 2020. El primero es Mrs. América, serie creada por Dahvi Waller (Halt and Catch Fire) para FX, que cuenta la historia de Phyllis Schlafly, activista conservadora en contra de los movimientos feministas de los años 70. El segundo es la serie australiana Stateless, sobre el conflicto actual de las migraciones globales, en la que no solo es una de las protagonistas sino que oficia de productora junto a su marido, el director teatral Andrew Upton.
El universo de Blanchett parece expandirse en cada nuevo recorrido que emprende en su carrera. Como el viaje de varios de sus personajes, esos que se aventuran al ritmo de canciones populares y encuentros insospechados, su trayectoria apenas deja pistas para vislumbrar sus próximos pasos. En ¿Dónde estás Bernadette? no solo la Antártida resulta un horizonte liberador para el personaje, sino el tono de comedia que asume el derrotero de esa mujer en plena resurrección de la vocación y el placer. Blanchett ensaya ese ímpetu que había cultivado con envidiable energía en la inclasificable Vida bandida, y lo hace en sintonía con aquel ánimo. Mismos pasos, distintos itinerarios, solo falta estar atentos para intuir en su huellas hasta dónde ir a buscarla.
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