Las talentosas actrices protagonizan la película No me rompan, una comedia que llega a las salas este jueves cuenta la historia de dos mujeres enfrentadas a un cirujano plástico inescrupuloso y a los mandatos sociales que las pusieron en sus manos
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La historia de la película No me rompan, que protagonizan Carla Peterson y Julieta Díaz, se remonta a unos seis años atrás. En esta comedia de mujeres de armas tomar, la primera de ellas, artista de tantos éxitos televisivos casada con el senador y excandidato a jefe de gobierno porteño Martín Lousteau, interpreta a Ángela, una actriz de telenovelas. En medio de una crisis en varios frentes decide acudir a un cirujano plástico de famosos que la convence para que se opere diciéndole cosas como “No sos vieja, pero estás a punto de serlo”. Y, claro, la convence. Después conoce a Vera (Julieta Díaz) en un curso para aprender a gestionar la ira. Vera es ama de casa y hace cremas de belleza en su hogar en medio de un caos permanente por sostenerse y su pulsión por ser algo más que “buena madre”. Entre sus desafíos figura lidiar con dos hijas que no le dejan pasar una (mientras una de ellas ve a su madre arreglarse el pelo, le suelta sin pudor: “¿Sabías que las peluquerías son un producto de heteropatriarcado?”). Así son los días de estas dos mujeres que, a priori, no tienen nada en común. Pero, ellas (por los dos personajes que interpretan, por las dos actrices que son) saben que las apariencias engañan.
Ahora es viernes, al mediodía, con un sol invernal. En la nueva oficina de la productora de esta película que dirige Azul Lombardía (la misma de La vida según Roxi y Dóberman), la morocha Julieta Díaz y la rubia Carla Peterson están radiantes. Pero, claro, hay situaciones que rompen lo planificado, como la situación del país. Además el encuentro con LA NACION se produce al día siguiente de conocerse la muerte de Silvina Luna, quien en 2010 se había sometido a una cirugía estética a cargo de un cirujano de famosos, Aníbal Lotocki.
En defensa del Incaa
La charla no elude las declaraciones de Julieta Díaz en la entrega de los Premios Sur, cuando habló del peligro que corre el Incaa en caso de ganar la presidencia Javier Milei, quien anunció que lo cerraría en una de sus primeras acciones de gobierno. “Lo que sostuve es que hay que apoyar al cine y por eso dije, a manera de chiste, ‘No podrán con nosotros’. Lo que quise decir es que hemos pasado cosas peores. Yo, haciendo gestión de ira como hacen los personajes de No me rompan, estoy triste con la situación actual porque siento que somos trabajadoras y trabajadores, y hay como una fantasía sobre el artista de pensarlos como gente que viene a entretener. Algo así como gente que tiene una vocación y muchas de ganas de hacer lo que hace para divertir a los otros, pero que no pagan impuestos ni comida ni las expensas ni medicamentos. Y para hacer una película no solamente están los tres o cuatro actores que te pueden gustar más o menos, que votan a tal o cual, o que son más gordos o más flacos que tales otros. Son trabajadoras y trabajadores de verdad. No somos más que nadie, pero tampoco menos. El cine ha pasado por situaciones muy difíciles, el país está en una situación difícil y todos los trabajos están en conflicto o en jaque mate frente una crisis muy grande más allá de quien gobierna ahora o quien pueda venir. Yo, claramente, tengo mis opiniones partidarias y también estoy perdida…”, reconoce en modo honestidad brutal Díaz, la que alguna vez hizo de Eva Perón y también de Claudia Villafañe, la que formó parte de elencos de series como 099 Central o Locas de amor; y la que, en teatro, se animó a representar un texto de Ariana Harwicz.
A su lado, Carla Peterson escucha con atención. Aunque hasta ese momento ambas habían tratado todo el tiempo de concentrarse en el film que se estrena este jueves, el cuerpo y las emociones tienen sus reglas propias, sus propios modos de gestionar la ira. “El cine es una industria que depende de nosotros para seguir creciendo -apunta la actriz de Lalola y Los exitosos Pells o la explosiva performer de la obra Corazón idiota, que hizo con Griselda Siciliani-. Es una industria que le da trabajo a los artistas, pero también a toda la gente que está detrás de cámara, no solamente en Buenos Aires sino en cualquier lugar del país en donde se filma, porque las familias que le dan de comer a los actores y al equipo, por ejemplo, también viven de una industria que funciona, que funciona muy bien y hay que cuidar porque genera un montón de trabajo. Por otro lado, el cine, el teatro y la TV hacen soñar, y los sueños, las ganas de ser distintos y de salir de lugares espantosos... [Peterson se quiebra]. Entonces, no nos enojemos más, ¡porque salen los monstruos y hay mucho trabajo hecho para llegar acá! Cuidemos todo lo que tenemos y sigamos dejando que la gente sueñe. Yo nací viendo TV en este país. Soy lo que soy gracias a eso y hoy produjimos esta película porque soñaba con ser actriz sin venir de familia de artistas. Entonces… [se seca las lágrimas, respira profundo, se pasa las manos por el pelo como tratando de reamarse], ¿de qué estamos hablando? ¡Si no hubiese podido soñar no sería lo que soy! Luego me fui juntando con gente que me fue acompañando, pero tengo en claro que tenemos que cuidar lo ganado porque, de otra forma, no nos va a ir bien. Insisto: no nos va ir bien”.
Se seca las lágrimas, intenta tomar un vaso de agua mientras el pulso le tiembla. Julieta Díaz se emociona, le pasa la mano por el hombro. Carla nuevamente se disculpa (“Nunca lloro en un reportaje, un horror”, balbucea dibujando una sonrisa). Su amiga necesita explayarse sobre el “plan motosierra” de La Libertad Avanza sin nombrar al partido que despertó varias voces en contrario en el espectáculo. “Está clarísimo que hay que reajustar algunas cosas, combatir la corrupción, sacar ñoquis y limpiar la institución que sea. En eso, estoy totalmente de acuerdo. Pero no por eso podemos permitir que dejen de existir estos lugares. Hay que organizarse, ¡por favor! El tema no somos nosotras dos, que estamos acá divinas, que nos llaman para trabajar y que somos unas privilegiadas. Son familias y familias las que dependen de todo esto como sucede con los maestros, los panaderos, los científicos, los periodistas... El arte no es más importante que nada, pero, insisto, no es menos importante que nada tampoco”, señala con vehemencia.
En el film, las situaciones también explotan (claro que en decidido tono de comedia y un final con una especie de persecución policial a cargo de un grupo de mujeres un tanto disfuncionales devenidas en heroínas). Antes de No me rompan, Peterson y Díaz habían trabajado juntas una sola vez: hace once años, en el film Dos más dos, en el que interpretaban a las parejas de los personajes de Adrián Suar y Juan Minujín. El último trabajo de Peterson fue en Blondi y por estos días filma la esperada serie El eternauta para Netflix, en un rol todavía no revelado. Julieta Díaz, quien estuvo en los primeros capítulos de ATAV 2, viene de hacer una gira con el espectáculo que realiza junto al músico uruguayo Diego Presa, en el que interpretan temas propios y de Gabo Ferro y Alfredo Zitarrosa.
Lejos de este hoy convulsionado, el proceso de No me rompan nació hace tiempo, cuando un amiga de Carla, Jazmín Rodríguez Duca, le mostró un par de escenas que la entusiasmaron tanto que empezó a buscar a la otra actriz y así se fue armando un grupo de lujo: Esteban Lamothe, Nancy Dupláa (casi irreconocible), Cecilia Dopazo, Eugenia Guerty, Salvador del Solar y Martín Garabal. Como yapa, en la trama aparece Fito Páez como un machista empedernido que dirige la telenovela que protagonizan los personajes de Lamothe y Peterson, quienes acaban de romper una relación amorosa y no en los mejores términos.
“Si bien pasó mucho tiempo desde que nació todo esto, es una película actual -suelta Peterson-. Es impresionantemente triste la actualidad que ha tomado todo esto. En este largo proceso hubieron muchos cambios vinculados con la situación de la mujeres y con peleas que se fueron dando que hicieron que tuviéramos que prestarle mucha atención. No me rompan es una película que pone muchos temas sobre la mesa sin dar una opinión, sin juzgar, sabiendo que debía ser una comedia”. A su lado, su compañera recuerda que desde que sumó al proyecto siempre estuvieron pendientes de lo que se decía porque corrían el riesgo de algo podía quedar desactualizado.
-Una de tus hijas de la ficción, siendo una niña, dice muy suelta de cuerpo que “algunos tratamientos de belleza son comparables a la tortura”.
Díaz: -¡Es que es así! A cualquier precio hay que cumplir con el mandato de la belleza, del éxito, de la familia. El personaje de Carla tiene una manera de vivir su vida: eligió no tener hijos mientras que el mío decidió tenerlos, pero también quiere otras cosas más allá de criarlos. Yo diría que, en cierto modo, es lo que nos pasa todos con los deseos que, a veces, se nos confunden con los mandatos. De todo esto habla la película tratando de sostener siempre el tono de comedia. Porque, en verdad, No me rompan es un pochoclazo para pasarla bien. Y tenerla a Azul Lombardía en la dirección, a la que encontramos ya avanzado el proceso, fue un hallazgo.
Peterson: — Desde un principio queríamos que fuera una mujer quien la dirigiera. Su aporte fue enorme porque hizo varias comedias de este tipo.
-Dentro de la variedad de temas de actualidad que trata la película, el personaje de Carla es el de una actriz que está grabando una telenovela...
Peterson: -De esas que casi ya no existen... Cuando empezamos todavía existían y no se sabía nada de las plataformas, toda la industria cambió. Yo diría que No me rompan se volvió “demasiado” actual.
Díaz: -Las plataformas están generando trabajo, pero la ficción en la TV está desapareciendo.
Peterson: -Cambian las reglas y hay que estar atento a cómo uno defiende su lugar de trabajo. En este contexto de cambios esta película nació en base a una pequeña gran idea de una amiga, Jazmín Rodríguez Duca, a la que se fueron sumando actores muy importantes y muchos amigos que se sumaron al juego. Todos dejaron algo muy brillante y generoso. El mismo Fito Páez, en medio de su gira mundial, se hizo un tiempo para venir a filmar. Nos mandó un ramo de flores a las dos, se buscó su propio vestuario, habló con nosotras y no paró de sumar ideas para su escena. Lo mismo sucedió con Cecilia Dopazo, con Esteban Lamothe y con todas las amigas del grupo de gestión de ira. Esta comedia tiene un poco de lo que nosotras aprendimos en todas esas tiras que hicimos y que nos permitieron crecer un montón. En mi caso, todas las comedias en las que trabajé en la tele o en el cine fueron acompañando a los comediantes. Esos chistes ligados a la situación actual los aprendí haciendo ese tipo de trabajo. Durante el proceso de filmación en varios momentos necesitamos volver a ese código.
-Y en eso de sumar cómplices al elenco está Nancy Dupláa que, como vos ironizaste en las redes, es una demostración de que no hay grietas en todo esto.
Peterson: -Con ella hice una tira diaria [100 días para enamorarse]. Sabemos que cada una vota a quien quiera pero, en el momento de trabajar, todo eso se olvida.
Díaz: -La película también habla de eso: no juzga. Muestra las miserias de todos los personajes. El mío tiene un ego tremendo y se enfrenta a él. Ese ego tiene que ver con sus propias inseguridades. De hecho, nuestros dos personajes apenas se conocen se juzgan hasta que, luego, se dan cuenta que detrás de eso está el miedo que no une.
-Los dos personajes se conocen en un grupo de autoayuda para manejar la angustia, la ira.
Peterson: — Si nos sacáramos un poco el enojo a todos nos va a ir mejor. La ira no te deja pensar.
-¿Cómo manejan ustedes la ira?
Peterson: -Yo me tomo una pastilla y se me pasa [se ríe]. Fuera de broma, el punto es tratar de hacer lo que a uno le gusta, al que no todo el mundo puede hacer.
Díaz: -Desde el arte y el trabajo se gestiona mucho la ira. A mí me sirve un montón el humor, aunque a veces tenga un nivel de enojo al que no es fácil encontrarle la vuelta. Pero el humor es el lugar por donde entra todo. Cuando uno se enoja y se toma muy en serio la situación, también se toma muy en serio a uno mismo. El humor rompe todo eso. En varias escenas de la película me vi muy reflejada.
-Una forma de manejar la ira parece ser el “mandarse a guardar”, como sucedió cuando varios te atacaron en las redes cuando expresaste una opinión sobre un excandidato.
Díaz: -Dejame que te diga algo: Carla es una lady. Yo la llamo la “alemana sensible”. Yo no. Soy más de pelearme con los tuits, de pelearme con los trolls.
Peterson: —Es que también ves lo que hay detrás de todo. Claramente no es el mundo de las redes en donde se resuelven las cosas.
-Para el personaje de Carla uno de los temas troncales es el paso del tiempo, la necesidad de sostener determinadas pautas de belleza y la mala praxis ante una cirugía estética.
Díaz: -Es un tema muy sensible en estos momentos, pero recordá que empezamos hace unos seis años, cuando no estaba en los medios el caso.
Peterson: -Lo de los mandatos de belleza es una tema que afecta a hombres y a mujeres. Todos nos sentimos muy presionados, siempre; nosotros nos pusimos esas reglas, esas pautas de la imagen, del éxito. Con el paso del tiempo llegamos a lugares muy peligrosos y nos vamos dando cuenta que no entramos más en esas estructuras y pasan todas estas cosas: como las malas praxis en las cirugías estéticas. Pero hay que bucear en cómo es que llegamos a ese lugar. El villano de la película [el peruano Salvador del Solar] oficia de metáfora de lo puede ser ese mundo. Pero desde cuando te probás un talle XXL y te queda apretado, la cosa no va.
Díaz: -Así como existen muchos tipos de violencia, está la violencia estética. No me rompan habla todo el tiempo del mandato y ese mismo mandato de la belleza sobre la mujer ha sido una presión muy fuerte. Y hay otro foco, el de mi personaje, que refiere al mandato de ser madre.
Peterson: -Todas estas cosas vienen pasando desde hace tiempo, pero le sucede a una persona conocida y toma otra dimensión. Ahora estamos todos conmovidos porque le pasó a alguien muy querido como Silvina Luna y, en el mejor de los casos, esperamos que se haga justicia y se frenen ciertas prácticas. En la película no quisimos hacer eje en el micromundo de una actriz famosa: les pasa a todas, a todos. No solamente las famosas o las modelos se hace cirugías estéticas. Ángela, mi personaje, es un gran resumen de los mandatos siempre apelando en el tono de la comedia, de los permisos que tiene el código, que se transforma en una especie de policial de los de antes, del cine argentino de los ochenta. Hacer la película fue una gran ejercicio de confianza.
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