Cannes, el festival de festivales que marca el rumbo de lo que veremos y disfrutaremos todo el año
Desde la aparición de Harrison Ford para presentar el nuevo film de Indiana Jones hasta la jornada en la que Martin Scorsese regresó al festival flanqueado por Robert De Niro y Leo DiCaprio, la muestra francesa tuvo todos los condimentos que se esperan de ella: grandes nombres, glamour, sorpresas y alguna que otra polémica
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CANNES – En una ceremonia sin sorpresas, salvo el orden de los factores, el producto final devenido del análisis de las posibilidades y perspectivas de los films en competencia no presentó grandes sobresaltos, salvo en las posiciones del palmarés. Así The Zone of Interest, de Jonathan Glazer, debió resignar el favoritismo por la Palma de Oro en beneficio de la francesa Anatomía de una caída, de Justine Triet, y conformarse con el no menos poderoroso Grand Prix du Jury en una noche en la que el otro favorito, el ya legendario Aki Kaurismäki, conquistó el Premio del Jurado y también vio desvanecerse la posibilidad de quedarse -por primera vez- con la Palma de Oro con su romántica Las hojas muertas.
Ese registro estadístico también le da a la directora Justine Triet la oportunidad de ser la tercera mujer en ganar la Palma de Oro en toda la larga existencia de Cannes, luego de que Jane Campion inaugurara esa posibilidad con La lección de piano, hace treinta años y que recién fuera revalidada por la controversial Titane hace tan sólo dos. De hecho, la directora de esa película, Julia Ducournau, fue una de las integrantes del jurado presidido por el sueco Ruben Östlund y que también contó con el argentino Damián Szifron. Las estadísticas olvidan a la pionera sueca Bodil Ipsen que, en codirección con Lau Lauritzen, ganó por primera vez el premio con La tierra será roja, en 1945.
Fue el cierre de doce días en los cuales Cannes revalidó sus cartas de “festival de festivales” entregando lo que será el curso del cine mundial hasta fin de año. Un festival que exhibió grandes películas, fue escenario de varias polémicas, asistió a algunos entredichos y tuvo una organización que -de la mano del rígido control de seguridad implementado tanto para ingresar al Marché du Film como a las proyecciones- vio sucumbir la puntualidad aunque se citara a los espectadores con cuarenta y cinco minutos de antelación para tener tiempo de exhibir bolsos y pasar detectores de metales en la alocada carrera por conseguir luego una buena ubicación.
En esa misma línea, el festival resignó la entrega de impresos a los acreditados -de acuerdo a normas europeas de cuidado del medio ambiente- y también la característica bolsa o bolso que otorgan este tipo de encuentros junto con la acreditación. Todo se vendía en la tienda oficial y todo lo imprescindible estaba en el plástico que iba colgado del cuello: el código QR que validaba las entradas, la categoría de la acreditación (no son todas iguales) que permitía más o menos posibilidades de acceso e incluso el código de conexión a Internet en el enorme Palais du Festival. Esa existencia, entre memorabilia cinéfila y modernidad técnica, pareciera ser la constante que domina el festival en una ciudad que no sabe cómo contener el enorme aluvión cinéfilo que sobreviene cada año, cada vez con más fuerza. Además, porque Cannes no desea resignar su lucha por un cine en salas, entonces no se busca ninguna participación online más allá de la transmisión oficial de las ceremonias de apertura, cierre, las alfombras rojas y las conferencias de prensa a las que puede acceder presencialmente un ínfimo puñado de la prensa acreditada.
De acuerdo con las cifras explicitadas por su director, Thierry Frémaux, este año el Marché du Film tuvo 12.000 acreditados a los que se sumaron 4500 periodistas y no debe olvidarse todo lo demás: invitados especiales, staff, técnicos, personal de seguridad y más. En cualquier caso, una cifra inmensa para una ciudad de tan sólo 75.000 habitantes.
Y esa enorme masa humana que por doce días coloniza Cannes se hace sentir en los bares y restaurantes, en las larguísimas filas de acceso a los cines y en las calles que parecen una prolongación escenográfica de ese glamour natural en las grandes figuras y adquirido para todos los demás: la escena repetida en una ciudad donde comer es de caro a carísimo. Enormes filas de gente vestida de etiqueta en los locales de comidas rápidas pugnando por una poco sofisticada hamburguesa o la carrera a “le dernier train” (el último tren) en dirección a Antibes o Juan les Pins, dos localidades vecinas a precios moderados en infinito contraste con las grandes limusinas, los yates amarrados en el puerto compitiendo en fiestas y sofisticación, o los vestuaristas y asesores de imagen corriendo por las calles con pilas de vestidos que luego, en muchos casos, engalanan una alfombra roja plena de apetecible frivolidad para curiosos y fanáticos.
Todo esto convierte al Festival de Cine de Cannes en mucho más que un festival y lo transforma en una gran vidriera del espectáculo que supo amalgamar una alquimia imposible para que conviva el cine de autor más exigente junto al cine maistream de Hollywood y figuras televisivas y mediáticas por igual. Pero todo ese universo mediático, por fortuna y hasta el momento, no invade a su poderosa selección que es para el paladar cinéfilo más exigente.
Así Cannes entregó en este 76o. encuentro una de las competencias más equilibradas y con los grandes nombres del cine que uno pueda imaginar: Ken Loach, Wim Wenders, Nuri Bilge Ceylan, Hirokazu Kore-Eda, Nani Moretti (todos ganadores de la Palma de Oro); además de Aki Kaurismäki, Wes Anderson, Jonathan Glazer, Alice Rohrwacher, Todd Haynes, Marco Bellocchio, Catherine Breillat, Jessica Hausner, Catherine Corsini añadiendo a Kaouther Ben Haria, Karin Ainouz, Stéphane Sauvaire, Wang Bing, también al vietnamita Tran Anh Hung y a la única operaprimista, la senegalesa Ramata Toulaye Sy.
A ellos debe sumarse el nombre de la francesa Justine Triet, que con su thriller judicial Anatomía de una caída fue quien subió al escenario para recibir de manos de, nada menos que Jane Fonda, la Palma de Oro de esta 76a. edición con su ajustada mirada a las instituciones, comenzando por la matrimonial, y que tenía en la actriz alemana Sandra Hüller a la gran candidata para el premio a mejor actriz (en un raro caso, tenía doble chance, por esta película y por The Zone of Interest), pero que debió resignar su suerte en favor de Merve Dizdar por About Dry Grasses, de Nuri Bilge Ceylan. En tanto, el premio al mejor actor fue para Köji Yakusho por Perfect Days (que también se quedó con el premio Signis), y que marca el regreso de Wim Wenders a los 77, al gran cine de calidad que supo acuñar con las ya clásicas Las alas del deseo y la ganadora de la Palma de Oro, París, Texas.
A esos premios con sabor a lejano oriente se añaden los de Yuji Sakamoto como mejor guión por Monster, de Hirokazu Kore-Eda y -en el quizás premio más polémico del festival- considerando que grandes trabajos de Bellocchio o aclamados como el de Rohrwacher se fueron con las manos vacías: el lauro a mejor director para Tran Anh-Hüng por The Pot-au-feu.
El cine argentino se fue también con las manos vacías de las competencias de short films y de Un certain regard, pero con excelentes críticas y repercusión tanto para el cortometraje Nada de todo esto, de Patricio Martínez y Francisco Cantón, como para el largo Los delincuentes, de Rodrigo Moreno. Las buenas noticias fueron el premio Fipresci de la crítica internacional en esta sección para la coproducción chileno-argentina Los colonos, del chileno Felipe Gálvez, y la reelección del productor y titular del histórico sello Argentina Sono Film, Luis Alberto Scalella, por otro mandato al frente de la poderosa Federación Internacional de Productores de Films (FIAPF), que es la que otorga la categoría “A” a los festivales internacionales de los cuales Cannes es su marca más distintiva.
En el Marche du Film, Argentina también dijo presente con un modesto stand en el pabellón internacional, donde se destacó el Fantastic Pavillion que reunió al mundo de los festivales de cine fantástico, el videojuego y el debate sobre la realidad virtual. Esta cobertura dio cuenta de las notables presencias de Pedro Almodóvar, Michael Douglas, Harrison Ford y Martin Scorsese en la primera mitad del festival, mucho antes que el icónico encuentro cerrara esta edición de lujo con Quentin Tarantino, Jane Fonda y una ovación para el mítico Roger Corman.
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