El guión de este film, que cruza el western con el clima fantástico, fue escrito por Fabián Casas y Martín Caamaño; también son parte del elenco Chiara Mastroianni y la portuguesa Luisa Cruz
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El cine como aventura. Esa es la premisa con la que Lisandro Alonso viene trabajando hace años y la que de hecho marcó el rodaje de Eureka, su nuevo largometraje, que mañana se estrenará en el Festival de Cannes. La película será proyectada en Cannes Premiere, una sección paralela a la competencia oficial, el lugar en el que el director argentino entiende que debería haber estado en esta sexta visita al prestigioso festival francés –estrenó allí La libertad (2001), Los muertos (2004), Fantasma (2006), Liverpool (2008) y Jauja (2014)–. “Creo que ya es lógico que me convoquen para la competencia, que merezco jugar en Primera A -dice Alonso-. Esta es la sexta vez que una película mía se exhibe en Cannes. Hay directores de mi generación que ya estuvieron un par de veces en la sección oficial”. No pudo ser esta vez. Quizás la próxima, porque es altamente probable que Eureka llame la atención en Cannes y allane ese camino de cara al futuro: con un guión osado y lleno de inventiva ideado por dos escritores, Fabián Casas -quien ya había colaborado con el cineasta en Jauja- y Martín Caamaño, el nuevo film de Alonso es un western anómalo y alucinado que se desarrolla en impresionantes escenarios naturales e incluye fantasías afiebradas y sucesivos viajes en el tiempo. En Cannes Premiere, también es justo señalarlo, hay nombres importantes: forman parte de esa sección las nuevas películas del veterano cineasta español Víctor Érice (Cerrar los ojos) y del japonés Takeshi Kitano (Kubi). Y Eureka no será la única presencia argentina. También se exhibirá en la sección Un Certain Regard el nuevo largometraje de Rodrigo Moreno, Los delincuentes.
Coproducción que involucra a varios países -Argentina, Francia, Alemania, Portugal, México y Países Bajos-, Eureka se filmó en Estados Unidos, México, Portugal y España, y cuenta otra vez con Viggo Mortensen como figura principal, igual que en Jauja (2014), el último trabajo estrenado de Alonso hasta la fecha. También es parte del elenco la joven actriz danesa Viilbjørk Malling Agger, que ya había interpretado a la hija del personaje de Mortensen en esa película filmada en la Patagonia argentina y repite ahora ese mismo rol, aunque no haya muchas más conexiones evidentes que esa entre las dos películas.
“La protagonista de Eureka es una mujer policía que trabaja en una reserva de Dakota del Sur y termina convirtiéndose en pájaro. La película combina tiempos y espacios diferentes, como ya probamos en Jauja. De esa manera creamos una especie de realidad única para la película. No sé cómo va a funcionar eso con el espectador, pero nunca lo sé”, explica el cineasta, siempre cauteloso en cuanto a las expectativas de llegada al público con sus películas. El cine de Alonso siempre ha funcionado bien en festivales y circuitos alternativos, no tanto en salas comerciales. Su fortaleza es el prestigio, más que la popularidad. “No sé si tendría talento para hacer películas que lleguen a más público -analiza él-. Cuando te querés comunicar con más gente podés terminar haciendo cosas ajenas a tu propia sensibilidad. Yo solo tengo cierta tenacidad para hacer lo que me sale naturalmente, no otra cosa. Me encantaría que me ofrecieran filmar una película para una plataforma, pero no sé si haría algo muy distinto a lo que ya se ha visto en mi cine en todos estos años. Por otra parte, no se sabe muy bien quién ve las películas en las plataformas de streaming porque no hay mediciones claras. Y se le quita entidad a los directores, al país de procedencia de la película, a las diferentes culturas… No importa tanto si sos de Zimbabwe o de Alaska, porque todo es medio parecido e impersonal. Tampoco me interesa mucho entrar en esa lógica”.
El plan con Eureka, luego de su paso por Cannes, es estrenarla en Argentina en los espacios INCAA (el cine Gaumont, en la ciudad de Buenos Aires, y otras salas que el Instituto controla en el interior del país) y en el circuito alternativo, muy posiblemente la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, siempre receptiva con la obra de Alonso y de hecho uno de los escenarios principales de otro de sus films, Fantasma. “Las salas de cine están agonizando, la pantalla grande es algo de otra época -señala el director-. Los festivales de cine son casi el único lugar que queda para este tipo de películas. El resto de las salas están abocadas al entretenimiento. O a lo que se entiende como entretenimiento. A mí no me interesan la imagen y el sonido para entretenerme. Prefiero buscar otra forma de entretenimiento. No sé… Irme al campo y sembrar maíz. O salir una noche con amigos. Los festivales van camino a ser casi el único refugio para un tipo de cine más orientado a la experimentación. Como lo son los museos para la pintura. En los festivales se habla de cine, se discuten películas, te cruzás con la gente que labura en el cine. El box office no es el cine, es algo que es una consecuencia, pero no la prioridad. Para mí hacer cine es una oportunidad de conocer gente, de hacer compañeros de ruta, de vivir experiencias”.
Y si de experiencias se trata, lo cierto es que la de Eureka tuvo condimentos de todo tipo. “Fue un sufrimiento hacer esta película, me llevó nueve años”, especifica Alonso. “Fue la más difícil de todas, por lejos. En la última etapa del rodaje, en los Estados Unidos, tuvimos muchos problemas. Timo Salminen, el director de fotografía, tuvo una neumonía el primer día de rodaje. Por suerte ya está bien, trabajando de nuevo, estuvo hace poco filmando con Luis Ortega en Argentina. Pero en el momento me asusté, obviamente. Paramos el rodaje cuatro días, buscamos un reemplazante, Mauro Herse, un español que se integró muy bien, y seguimos. Fue un estrés importante para un equipo reducido como el nuestro, de apenas doce personas. Eureka sobrevivió a la caída de un productor, de un director de fotografía y de una actriz. Es un montón para una producción de esta magnitud, con los recursos tan justitos. Terminamos el rodaje en Dakota del Sur en medio del Mundial de Qatar, con el clima castigándonos mucho. Yo no vi la final completa porque estaba tan agotado que me confundí de horario y me desperté cuando íbamos ganando dos a cero. Después se puso picante el partido (risas)”.
La última etapa del rodaje, en Estados Unidos, fue claramente la más complicada. Particularmente agotadora por los percances que recuerda el director, por el clima hostil y porque el lugar donde se llevó a cabo la filmación, la reserva india de Pine Ridge, en Dakota del Sur, es áspero y desolador. El desempleo en esa reserva roza el 90%, el alcoholismo afecta al 80% de sus habitantes y la esperanza de vida no supera los 50 años. Es uno de los lugares más pobres y violentos del país.
Mientras se rodaba Eureka la nieve obligaba a cancelar 25.000 vuelos en Estados Unidos. Terminado el trabajo, Alonso recién pudo volver a la Argentina el 25 de diciembre. Pasó la Nochebuena en un aeropuerto de Panamá. “En la película no se refleja para nada todo el caos que hubo detrás -asevera Alonso-. Fue un rodaje muy interrumpido y con muchos inconvenientes, pero la película quedó muy bien. Es la película más ambiciosa que hice. Hablada en inglés, portugués y chatino (el idioma del pueblo indígena de México que vive al suroeste del estado de Oaxaca), filmada en España, México, Portugal y Estados Unidos. Nunca pensé que iba a hacer una película como esta. Yo empecé filmando un día en la vida de un hachero en La Pampa. De ahí a llegar a este tipo de producción, con Viggo Mortensen y Chiara Mastroianni en el elenco… Y con el grado de dificultad de filmar en un lugar como la Reserva de Pine Ridge, que está hundido en la pobreza. Hay nueve comunidades, yo filmé en dos. Es gente muy golpeada que no confía en nada ni en nadie. Pero creo que todo jugó a favor de la película, que para mí tiene un aire de espontaneidad que deriva de esas dificultades que tuvimos para hacerla”.
¿Por qué una película de un director argentino sobre nativos descendientes de los sioux? Ya en Jauja aparecían, en algún pasaje breve de una historia que también cruzaba diferentes épocas, unos indígenas de la zona por la cual deambulaba el atribulado personaje interpretado por Viggo Mortensen. Ahora, se trata de nativos pero de mucho más al norte, de Dakota del Sur, el estado del famoso monte Ruhsmore con los bustos de los presidentes y cuyo nombre proviene de la lengua amerindia de los lakotas y los sioux. “Es gente que nunca estuvo muy bien representada en el cine -opina Alonso-. El western, uno de los géneros más significativos de la historia del cine y un símbolo de identidad nacional para los estadounidenses, siempre nos contó que eran los malos, el enemigo, los que robaban. Los quisieron incorporar al sistema y no pudieron. Ni siquiera los afroamericanos están tan fuera del sistema en Estados Unidos como los nativos indígenas, que prefieren morir antes de ser esclavizados. Me interesaba trabajar sobre ese acto de resistencia y sobre esa gente tan golpeada y tan mal representada en el cine. Estuve por primera vez en una de estas reservas cuando viajé a Boston por una beca. Ahí reuní bastante información y decidí que iba a hacer esta película, que un poco visibiliza la situación de esta gente. Dura dos horas y media, y va cambiando mucho la historia. Una mujer se vuelve pájaro y vuela por Sudamérica… Hay muchas conexiones posibles que se pueden hacer con esta película, cada uno sabrá cómo hacerlas”.
En la parte de la película más cercana al western, rodada en los míticos estudios de Almería donde filmaba Sergio Leone, hay más acción que nunca antes en el cine de Alonso. Disparos certeros y mortales como en los clásicos del género y una trama dramática en la que también tiene un rol la monja que encarnó la portuguesa Luisa Cruz. Sobre todo sigue presente el conflicto padre-hija que aparecía en Jauja, protagonizado por personajes distintos pero interpretados por los mismos actores, Mortensen y la joven Viilbjørk Malling Agger. “Hay una continuidad, un juego entre las dos películas -confirma el director-. En los dos casos es un padre buscando a su hija, pero esta vez ella quiere quedarse en su propia historia, se quiere quedar donde está aunque no la pase del todo bien”.
La relación entre Alonso y Mortensen es uno de los pilares de este nuevo proyecto, como lo fue en Jauja. El actor que se hizo famoso en todo el mundo con su papel en El señor de los anillos (el valiente Aragorn) tiene una amistad de años con Fabián Casas -comparten el amor por San Lorenzo y la poesía- y eso colaboró en la generación de una sensación de equipo entre ellos tres. Jauja y Eureka son películas con mucha familiaridad porque forman parte de una etapa más “narrativa” del cine de Alonso, iniciada a partir de su decisión de trabajar con guionistas, esta vez la dupla Casas/Caamaño. Y también porque Mortensen se involucra en su papel con opiniones firmes, sugerencias, una enorme contracción al trabajo, aun en los escenarios menos cómodos, y un sentido del humor que comparte con el director y vuelve todo más fluido. “Lo admiro como actor y como persona -remarca Alonso-. Creo que si admirás a alguien como persona, te puede aportar mucho a tu trabajo. Me da mucha tranquilidad trabajar con Viggo, me relajo y puedo disfrutarlo. Lo mismo con Timo Salminen. Trabajar con profesionales así me saca un peso de los hombros, aprendo mucho con ellos. Viggo está pendiente de cada detalle, se pregunta por cada acción que ejecuta. Y eso hace que vos también estés atento y te lo preguntes. Es un placer trabajar con alguien así. Tampoco hay tantos actores de su talla que hablen español como él. Benicio Del Toro, no sé si muchos más… A mí eso me facilita mucho las cosas en el rodaje, no tengo que agotarme hablando en otro idioma. Con Viggo me resulta todo más simple. Lo llamaría para otra película sin dudarlo”.
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