Tom Cruise y Julia Roberts brillan en un festival en el que solo Léa Seydoux y Kristen Stewart les igualan entre las jóvenes generaciones
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CANNES.- Cuando el pasado miércoles 18 ocho aviones de la patrulla acrobática de la fuerza aérea francesa realizaron dos vuelos rasantes por encima del Palacio de Festivales de Cannes antes de la proyección de Top Gun: Maverick, quedó claro que el certamen se rendía ante Tom Cruise, la última estrella de cine que ha desdeñado a las plataformas y que se ha lanzado de manera desbocada al cine espectáculo.
Aquella tarde se confirmó que en un año en el que el festival avanza tambaleante por las ondas expansivas de la pandemia y en el que el patrocinio de TikTok de la alfombra roja ha causado irritación, no hay nada más seguro que veteranos como Cruise, Julia Roberts, Naomi Campbell o Eva Longoria para relanzar su imagen.
El Covid-19 ha provocado que desaparezcan de los photocalls las estrellas asiáticas -que antes de 2019 habían conquistado las entradas a las sesiones de gala- y que muy pocos actores de las nuevas generaciones paseen por la Croisette; y la invasión de Ucrania ha hecho que no haya ni rastro de magnates rusos. Si en el horizonte llama la atención la escasez de yates varados en la bahía de la ciudad, en las calles resulta evidente que ha desaparecido la prostitución de lujo. Tampoco aparecen con asiduidad ferraris y lamborghinis, aunque los restaurantes llenan cada noche: hay 11 mil acreditados más que en 2021, y el Mercado del cine se cerró este martes con una vuelta con señales de recuperación del negocio mundial.
La presencia de Tom Cruise ha opacado al resto de actores, actrices, modelos e influencers que quisieran lucirse en Cannes. Su alfombra roja del primer miércoles del festival fue también la pasarela aprovechada por las empresas de cosmética L’Oréal y la de joyería Chopard -que además crea las Palmas de Oro, como la que por sorpresa se le entregó al actor— para mostrar músculo de los talents (hipérbole en inglés con la que la industria define a sus promocionados) a su disposición.
Por supuesto en Cannes, donde se desarrollan tres alfombras rojas diarias, todo el star system francés aparece constantemente. Pero ese día casi no hubo hueco para ellos, con excepción de Omar Sy y Benjamin Biolay. Tras Cruise, Jennifer Connelly y Jon Hamm, los veteranos de Top Gun: Maverick, junto a los jóvenes pilotos (el más conocido es Miles Teller), aparecieron actrices como Eva Longoria, Aishwarya Rai, Viola Davis y una de las más ansiadas de las nuevas generaciones por las marcas de ropa: Elle Fanning. ¿El resto? Modelos como Toni Garn, Josephine Skriver, Anja Rubik o Jasmine Tookes, influencers como Leonie Hanne y Sira Pevida o incluso las sobrinas gemelas de Lady Di, Amelia y Eliza Spencer.
Desde hace casi dos décadas, la alfombra roja se ha convertido en el mejor escaparate de la alta costura para mostrar sus diseños. Si antes los portaban intérpretes, ahora directamente los lucen las supermodelos. Muy pocos de quienes son fotografiados en las galas, fiestas, y cenas durante el festival de Cannes vienen por el cine; la mayoría acuden pagados por marcas.
Antes de la pandemia, la industria del lujo había abierto brecha en el mercado asiático, así que por eso desde 2015 se multiplicó la presencia asiática (especialmente china) en la Costa Azul. Ahora han desaparecido, aunque ese sector ha vuelto a ingresos prepandémicos: según Salesland e Increnta, multinacional especializada en marketing y ventas, el primer semestre de 2022 se cerrará con ventas en productos de lujo por valor de 300.000 millones de euros.
De ese volumen, el 45% de las ventas se realizan influidas por acciones digitales, y en 2025 China supondrá la mitad del volumen de negocio. Tanto dinero logra que poco a poco a Cannes retorne el glamour, aunque empresas como Dior hayan resumido su presencia a una fiesta. Todo en Cannes vale: Tony Parker, cuatro veces campeón de la NBA y exmarido de Longoria, ha estado en la ciudad promocionando una nueva marca de bebida saludable en polvo.
El pasado fin de semana se concentraron varios momentos álgidos que subrayan el triunfo de rostros veteranos. Julia Roberts -con collar Chopard que en el centro portaba un diamante amarillo de 100 quilates- entró y arrasó en la gala de Armageddon Time, de James Gray, con Anne Hathaway; Marion Cotillard presentó la nueva película de Arnaud Desplechin, a la que acudió Charlotte Casiraghi; Idris Elba y Tilda Swinton estrenaron Three Thousand Years of Longing, de George Miller, y Alessandra Ambrosio volvió a ser de las más fotografiadas.
Y por mucho que las nuevas generaciones acudan al encuentro de Xavier Dolan, Adéle Exarchopoulos o Lashana Lynch, los fotógrafos aún disfrutan más con Sharon Stone, Nikolaj Coster-Waldau, Carla Bruni, Natalia Vodiánova, Adriana Lima o incluso el luchador Conor McGregor, ídolo en el mundo anglosajón. Y el lunes por la noche, Crimes of The Future, de David Cronenberg, alineó estrellas para todas las generaciones: Viggo Mortensen, Léa Seydoux y Kristen Stewart.
Estas dos últimas actrices merecen un párrafo aparte. Stewart se ha convertido en sí misma en un imperio mediático y artístico gracias a su influencia en las nuevas generaciones y en su buen criterio eligiendo proyectos cinematográficos. Seydoux es, directamente, la reina del Cannes pospandemia: si en 2021 se proyectaron cuatro películas con ella (y no pudo venir por dar positivo de Covid en París), en esta edición, a la de Cronenberg le suma Un beau matin, de Mia Hansen-Løve, en la Quincena de Realizadores. La francesa es el puente entre las estrellas consagradas y las emergentes.
Y entre esas emergentes, los influencers y tiktokeros. Cannes aceptó que la red social TikTok entrara como patrocinador y que veinte de sus usuarios crearan contenidos sobre su experiencia festivalera. Más aún, organizó un concurso, TikTokShortFilm, y logró que el delegado general del certamen, Thierry Frémaux, entregara los premios. Para dar peso al evento, el jurado estaría presidido por Rithy Pahn, el eminente director camboyano candidato al Oscar por La imagen perdida. El domingo se entregaron los premios tras la intranquilidad del jueves: ese día, Pahn dimitió durante horas de su cargo, harto de que TikTok metiera mano en el palmarés. Primero quisieron dar un galardón ex aequo a mejor film para premiar al título elegido por el jurado y a otro seleccionado por ellos; horas después, eliminaron la película del jurado “por no respetar las reglas”. Pahn se enfadó, lo contó todo en The Hollywood Reporter, y TikTok reculó y capituló.
Quienes no están, ni se les espera, son los millonarios rusos, que solo asoman como uno de los personajes de Triangle of Sadness, de Ruben Östlund. Su ausencia destaca en los pocos yates anclados ante la playa o en su trajín habitual en su alojamiento favorito de la ciudad, el hotel Martinez (que, en cambio, mantiene su abigarrada vida nocturna). Tampoco se ven en restaurantes y tiendas la legión de prostitutas de lujo que desembarcaban estos días en La Croisette.
Según Variety, aunque el festival ha prohibido la presencia de la industria y los medios de comunicación rusos, los compradores rusos han venido al Mercado que se celebra dentro del certamen, y realizan su trabajo de forma discreta. Para el negocio nunca hay enemigos, como queda claro en Top Gun: Maverick: nunca se menciona a ningún país ni se ve el rostro de los villanos. Cruise sabe que su audiencia es mundial.
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