Callado malestar interior
"En la ciudad" (Idem, España/2003, color; hablada en español). Dirección: Cesc Gay. Con Mónica López, Eduard Fernández, María Pujalte, Alex Brendemühl, Vicenta N´Dongo, Leonor Watling, Chisco Amado, Carmen Pla, Miranda Makaroff, Aurea Márquez, Jordi Sánchez, Eric Bonicatto. Guión: Cesc Gay y Tomás Aragay. Fotografía: Andreu Rebés. Música: Joan Díaz y Jordi Prats. Edición: Frank Gutiérrez. Presentada por Primer Plano Film Group. Duración: 110 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años.
Una comida entre amigos como tantos otros, gente de treinta y pico perteneciente a la clase media de cualquier gran ciudad; una mesa sobre la que se entrecruzan platos, conversaciones, risas, chismes y comentarios más o menos banales, hasta que súbitamente, una de las mujeres, la que ha sido agasajada con esta informal reunión de cumpleaños, rompe a llorar y corre a refugiarse en el baño.
Esta escena de la que fue testigo una vez, y que el film reproduce sobre el final, llevó a Cesc Gay a componer su cuadro, pinceladas que no se proponen esbozar un retrato de la vida moderna ni aspiran a formular diagnóstico alguno, pero entregan imágenes elocuentes acerca del mundo en que vivimos.
El aplaudido realizador de "Krampack" observa, sin hacerse notar y sin arriesgar juicios de ninguna índole, el comportamiento de sus personajes. Los ve íntimamente solos, sobrellevando a duras penas su malestar interior, una suerte de impreciso vacío afectivo que jamás confiesan y ni siquiera se atreven a reconocer cuando se miran al espejo; en el fondo, están tan desconectados de sí mismos como de los otros, sean éstos parejas, amigos o amantes ocasionales. Si algo tienen en común todos los personajes de "En la ciudad" es, precisamente, esa muralla de silencio detrás de la cual esconden sus verdaderos sentimientos y que disimulan con el parloteo superficial o disfrazan con fantasías.
Si el caso más extremo es el de Sofía (María Pujalte), que se miente a sí misma y a los demás cuando imagina amores para disimular su soledad, tampoco el resto parece haber encontrado algún sosiego. Tomás (Alex Brendemühl) se ha divorciado y ahora tiene amores ocultos con una adolescente; Irene (Mónica López) no se conforma con la comodidad burguesa que le ofrece su marido y entra en crisis cuando reaparece en su vida una amiga de la adolescencia; Sara (Vicenta N´Dongo) lleva una doble vida a espaldas del taciturno Mario (Eduard Fernández), cuya decisión de "mantenerse al margen" da origen a una lograda escena -el azaroso encuentro de mujer, marido y amante en un restaurante-, bien demostrativa de la conducta que los personajes asumen frente a la evidencia de conflicto.
Con un tono agridulce que parece de comedia pero transmite un dejo de tristeza, sagacidad sin alardes y actitud discreta, el cineasta catalán va de personaje en personaje (todos notablemente interpretados), los sorprende a solas, en la rutina familiar, en sus encuentros íntimos o en breves charlas con amigos donde poco y nada se dice de lo que les sucede de verdad. Lo que se ve y se oye puede parecer trivial, reiterativo y hasta tedioso por momentos, si no se atiende a todo lo que trasciende de ellos a pesar de su voluntad de preservarse bajo la imagen de una normalidad, digamos, feliz. A ese modo sesgado y sutil de aproximarse a la interioridad de sus criaturas suma Cesc Gay la deliberada elección de una superficie narrativa sin demasiados vaivenes exteriores y de una tensión que corre por lo bajo y parece demorarse prometiendo un estallido que jamás se producirá. No hay catarsis ni quiebres dramáticos ni respuestas que sugieran la promesa de un cambio: sólo el fugaz llanto repentino del final, señal visible de un sentimiento que de uno u otro modo los asfixia a todos.
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