Nadie atendía el teléfono. Sentado frente a sus monitores, el editor Donn Cambern miraba centenares de horas de metraje con la música al palo. Mientras Peter Fonda y Dennis Hopper manejaban sus Harley Davidson Hydra-Glide a lo largo y ancho de los Estados Unidos, el tipo ponía los discos de su propia colección de rock & roll: The Band, Jimi Hendrix Experience, Steppenwolf, The Byrds. Era el otoño de 1968. Ese matrimonio espontáneo, descubrieron, capturaba la sintonía del planeta en tiempo real: el Mayo Francés, las comunas hippies, Vietnam, la expansión de la conciencia. La escalada que conducía a la cima de Woodstock y el infierno de Altamont. El teléfono seguía sonando en la sala de montaje y, para entonces, ya estaba definida la escena principal: si la contracultura iba a entrar en una sala de cine, lo iba a hacer montada en moto y cantando "Born To Be Wild".
Después de sus papeles en The Wild Angels (1966) y The Trip (1967), Peter Fonda se convirtió en un ícono para la Era de Acuario y se puso a incubar el huevo de un western contracultural. Un viaje a través de la Norteamérica Profunda cuyo combustible, además de la gasolina, eran las drogas y una fervorosa sed espiritual. Fonda tenía los nombres de sus personajes (Wyatt por Wyatt Earp, Billy por Billy The Kid) y un título tentativo en la palma de la lengua: The Loners. Eso era todo, pero sonaba exactamente como un western. La diferencia era que, a fines de los sesenta, estos cowboys no montaban caballos sino motocicletas.
La moto era un emblema. Siguiendo la pista de James Deen en Rebelde sin causa, toda una generación se había largado al camino para buscar esa otra vida sobre dos ruedas. Mientras Bob Dylan posaba con su remera de Triumph en la tapa de Highway 61 Revisited, Vespas y Harley Davidson se disputaban el corazón salvaje en ambos lados del Atlántico. Aunque Hunther Thompson ya había editado su célebre crónica sobre los Hell Angels (que le valió varias semanas comiendo con bombilla), todavía faltaban unos cuantos meses para el desastre de Altamont, el show gratuito y trágico de los Rolling Stones. Es decir que las motos aún gozaban de buena reputación entre hippies y yippies.
Fonda buscó a Dennis Hopper como director, a un jovencísimo Jack Nicholson como aliado y poco después sumaron a Terry Southern como guionista. El plan era que Southern, uno de los mascarones de proa del Nuevo Periodismo, llevara todo el material hacia los papeles de una manera más profesional. Nada sucedió como estaba planeado porque, simplemente, no había demasiado plan. Los papeles –como el guión- ardían en el aire.
Easy Rider, Busco mi destino en Argentina, se filmó durante doce semanas de la primera mitad de 1968, entre el febrero del carnaval y el asesinato de Robert Kennedy. Mientras los situacionistas pintaban las calles de París y los MC5 ponían a punto su música incendiaria. "Mientras rodábamos la película podíamos sentir que el país entero estaba en llamas: los hippies, los negros, los estudiantes –decía Hopper en Easy Riders, Ranging Bulls, el libro de Peter Biskind-. Yo quise introducir esa sensación en los símbolos de la película, como la gran moto cromada del Capitán América (esa hermosa máquina, cubierta de barras y estrellas y con todo el dinero en el tanque de gasolina es Estados Unidos), la sensación de que en cualquier momento podíamos volar en pedazos. ¡Bum!".
Mientras rodábamos la película podíamos sentir que el país entero estaba en llamas: los hippies, los negros, los estudiantes
La línea argumental era muy simple. Después de un deal de cocaína en tierras mexicanas, Wyatt y Billy revendían la mercadería frente al aeropuerto de Los Ángeles (el comprador no era otro que Phil Spector, que en los títulos figura simplemente como Connection) y salían a la ruta con sus Ray Bans empañados. El horizonte del viaje era lo único preciso: Mardi Grass (carnaval). Después estaba todo librado al azar, aunque Hopper y Fonda tenían claro que querían retratar el ambiente de las comunas y la reacción de los squares. Con sus tensiones, sus contradicciones y los malos viajes.
Cool y ligeramente místico, el personaje de Peter Fonda tiene un espesor notable. Un forajido con ética, atractivo para hombres y mujeres. Hopper, por su lado, es un bufón paranoico y leal, impulsivo. La dinámica entre ambos propició una leyenda subterránea: los personajes no estaban basados en los arquetipos de El Quijote y Sancho Panza, sino en la línea fundadora de los Byrds: Roger McGuinn y David Crosby. No fue, desde luego, la única leyenda del rodaje. También estaban las peleas a piñas con los camarógrafos, las marcaciones de Hopper (en el viaje de LSD del cementerio, le pidió a Fonda que hablara con una estatua como si fuera su madre suicidada) y el uso de drogas reales en el set de filmación. No era precisamente que hiciera falta legitimidad.
Peter Fonda era amigo de los Beatles, Dennis Hopper había actuado en Rebelde sin causa y Terry Southern era uno de los personajes retratados en la tapa del Sgt. Pepper. Ergo: no se trataba de un puñado de productores avivados buscando el filón de oro, sino de una expresión auténtica de la contracultura que desembarcaba en el corazón de Hollywood.
El 12 de mayo de 1969, la película tuvo su avant-premiere en el Festival de Cannes. Ganó el premio a la mejor ópera prima y fue bien recibida por la crítica europea, pero nada hacía pensar que sería un bombazo comercial. El 14 de julio tuvo su estreno oficial en el cine Beckman de Nueva York, y tuvieron que quitar las puertas de los baños porque la mayor parte de los espectadores se encerraba a fumar marihuana.
Al cabo de unos meses, Busco mi destino ya había recaudado unos sesenta millones (una cifra extraordinaria para una película con un presupuesto entre los 360 y los 400 mil dólares) y su banda de sonido se vendía como pan caliente en todo el mundo. Al otro lado de su puerta andrajosa de entrada, una nueva generación de directores esperaba su turno: Cimino, Scorsese, Coppola, Bogdanovich. Nada mal para una película que ponía el dedo en la llaga. "No te tienen miedo a vos, sino a lo que representás –decía el personaje de Jack Nicholson, sentado junto al fuego en un parlamento memorable-. Lo que vos representás para ellos es la libertad. Es muy difícil ser libre cuando te compran y te venden en el mercado. Claro que no le vayas a decir a nadie que no es libre, porque se van a ocupan de matarte y lastimarte para probarte que son libres. Oh sí".
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