Borderlands decepciona con un fallido experimento: trasladar la lógica del videojuego al cine
La adaptación de una historia muy popular entre los gamers es un verdadero despropósito, sobre todo por la cantidad y calidad de los nombres comprometidos en este proyecto
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Borderlands (Estados Unidos/2024). Dirección: Eli Roth. Guión: Eli Roth y Joe Crombie. Fotografía: Rogier Stoffers. Música: Steve Jablonsky. Edición: Julian Clarke y Evan Henke. Elenco: Cate Blanchett, Kevin Hart, Jamie Lee Curtis, Florian Monteanu, Edgar Ramírez, Ariana Greenblatt y Jack Black. Duración: 102 minutos. Distribuidora: BF Paris. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: mala.
¿Serán los responsables de esta película tan fanáticos del exitosísimo videojuego que la inspira hasta el punto de de negar cualquier conexión con el cine y así consagrar la aparente superioridad del material original sobre cualquier otra cosa? ¿Será que la industria de los videojuegos, tal vez la más poderosa en términos económicos de todo el gran mapa del entretenimiento global, tiene recursos de sobra para convencer a varias estrellas de nombre indiscutido para legitimarse y exhibir superioridad frente al resto?
Cualquiera fuese la causa, por más argumentos que se empleen de aquí en adelante, nada podrá justificar desde la perspectiva más básica de lo que entendemos por cine el despropósito de esta adaptación. En todo caso, Borderlands (la película) quedará registrada en el mejor de los casos como un experimento fallido que intentó trasladar la lógica del videojuego original a la narración cinematográfica.
Quedó a la vista en los resultados lo que de entrada sabían casi todos: es imposible superponer ambas realidades. El videojuego y el cine no son y nunca serán lo mismo. Cualquiera que lo intente conseguirá algo tan decepcionante y difícil de entender como Borderlands, sobre todo considerando los nombres puestos en juego aquí.
El primero es Eli Roth, alguna vez protegido de Quentin Tarantino y muy competente director de películas de terror en la que siempre aparece en medio de la sangre alguna risueña y mordaz ironía, que dirige sin gracia y con una chatura imposible la aventura de Lilith, una cínica cazarrecompensas que regresa a Pandora (perdón, James Cameron), uno de los enclaves más yermos y desolados del universo, en busca de una muchacha que tiene en sus manos un secreto fundamental para asegurar la continuidad del universo. Una poderosa corporación anda en busca del mismo objetivo.
Lilith es el personaje más olvidable de la carrera de Cate Blanchett, que se pasea por escenarios que parecen haber sido descartados de alguna película de Star Wars o de Marvel con aires de superheroína de cartón, frases declamatorias y la inapreciable ayuda de un batallón de dobles de riesgo para sus escenas de acción.
Para cumplir con su misión recluta a un puñado de supuestos antihéroes que de entrada se muestran incómodos por el hecho de ponerse los trajes estrafalarios impuestos por el videojuego. La presencia de Kevin Hart es un completo error de casting: a su personaje no le dejan hacer chistes (la mayor fortaleza del actor) y como héroe de acción no convence a nadie. Jamie Lee Curtis hace lo que puede como una científica que explica por anticipado todos sus movimientos. Florian Monteanu apenas saca músculos y esconde su rostro todo el tiempo. Y Jack Black le pone una voz más desesperada que graciosa a un robot que suena a producto descartado por los creadores de Star Wars. Peor: nada de lo que dice invita a una mínima sonrisa.
Édgar Ramírez contagia a su villano de toda esa inmensa palidez. Todo lo que pasa a partir de este choque entre buenos y malos ni siquiera merece mencionarse. Confirmará las certezas que tienen los expertos en este videojuego, todas ajenas al cine, y aburrirá sin remedio a todos los demás.
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