Biopics: la fascinación de las vidas célebres en pantalla, de Jean Luc Godard a Mark Zuckerberg
"Todos me dicen: ‘Tonya, decí la verdad’. Pero no existe la verdad, quiero decir: es mentira. Cada uno tiene su propia verdad y la vida hace lo que carajo se le canta. Esta es la historia de mi vida y esa es la jodida verdad", dice Tonya Harding, en Yo, Tonya.
Las biografías existen desde que los seres humanos empezaron a narrar y con la llegada del cine, a fines del siglo XIX, apareció un nuevo medio en el que contar las vidas de personajes célebres. Entonces nació la biopic, término que surge de la combinación de biography (biografía) y picture (película). Se trata de todo un género en sí mismo, que abarca obras de distintas épocas y estilos diversos, como los clásicos Napoleón, de Abel Gance; Lawrence de Arabia, de David Lean; Toro salvaje, de Martin Scorsese ; y I’m Not There, de Todd Haynes, sobre Bob Dylan.
En la actualidad, la cartelera ofrece películas biográficas con mucha frecuencia. Basta ver lo estrenos del mes para encontrar una película sobre Sandro (Yo, Sandro); la vida de un pastor evangélico brasileño, Edir Macedo, producida por su propia iglesia (Nada que perder); los últimos días de una actriz de Hollywood, Gloria Grahame (Las estrellas de cine nunca mueren) y la historia del director francés Jean-Luc Godard (Godard, mon amour).
"La biopic narra, exhibe y celebra la vida de un sujeto para demostrar, investigar o cuestionar su importancia en el mundo; para iluminar los puntos más destacados de su personalidad; y para que tanto el artista como el espectador descubran cómo sería ser esa persona", así define Dennis Bingham, en su libro Whose Lives are They Anyway?: The Biopic as Contemporary Film Genre, a la película biográfica.
Esta definición bien podría servir para describir lo que hacen otro tipo de películas con sus protagonistas ficticios. Conocer la vida de una persona, sea real o inventada, es parte del atractivo de las historias que se cuentan en el cine. Pero al tratarse de personajes reconocibles del mundo real se suma también la ilusión de poder descubrir algo más sobre ellos. Como si el guionista y el director pudieran develarnos a través de la pantalla los secretos de alguien a quien conocemos de lejos y en quién depositamos diversas fantasías.
La realidad es que pocas biopic logran este objetivo mayor, aunque esto no les impide resultar entretenidas e interesantes. La verdad sobre un personaje puede ser elusiva y no tiene sólo que ver con obtener la información correcta sobre fechas y lugares. Para descubrir a esa figura célebre hay que ir más allá de estos datos duros, con los que se puede incluso jugar un poco para adaptarlos a la narrativa. Se trata de encontrar sus motivaciones y miedos, entender qué experiencias la moldearon para convertirse en alguien extraordinario.
El relato de una vida encontró en el cine de Hollywood una estructura que le sirvió pero que con el tiempo se convirtió en una fórmula repetida. Se cuenta la infancia del personaje central, haciendo foco en los hechos que prefiguran lo que lo convertirá en alguien que se destaca en el arte, la política, el deporte o cualquier otro campo público. Luego se cuenta el ascenso del protagonista, su lucha contra lo que se opone a su éxito. El final puede ser cuando consigue lo que quiere, cuando se recupera de una caída personal o profesional, o con bien con su muerte.
La prueba de lo establecido que está este esquema de biopic es su propia parodia. A mediados de los 2000, se estrenaron Ray, de Taylor Hackford, y Johnny y June - Pasión y locura, de James Mangold, dos películas biográficas muy exitosas que siguen estas convenciones. Poco después apareció Camino duro - La historia de Dewey Cox, de Jake Kasdan, que se ocupa de parodiar la forma en que se cuentan las historias de las figuras de la música popular, demostrando que el género ya tiene sus propias reglas tan consolidadas que se puede hacer humor con ellas y sus lugares comunes.
En la última década, varios guionistas y directores le buscaron la vuelta para no repetir la misma fórmula y encontrar la mejor forma de acceder a la verdad del personaje en cuestión. Love and Mercy, de Bill Pohlad, es un gran ejemplo de cómo salir del estancamiento de las historias de figuras de la música. El film relata la historia de Brian Wilson de los Beach Boys, interpretado por dos actores distintos (John Cusack y Paul Dano), yendo y viniendo entre dos épocas para mostrar muy desde adentro la batalla de este genio musical con su enfermedad mental y con el productor que le impidió tratarla, así como la historia de amor que lo hizo salir de su infierno personal.
Otros narradores se concentran en hechos específicos fundamentales en el camino del protagonista en vez de hacer un repaso cronológico de su existencia. Esto sucede en La red social y Steve Jobs, ambos guiones de Aaron Sorkin , la primera dirigida por David Fincher y la segunda por Danny Boyle, que presentan a dos figuras ineludibles del mundo de la tecnología y descubren sus grandes flaquezas y virtudes a través de momentos específicos de su trabajo y cómo éste afectó otros ámbitos de sus vidas. Steven Spielberg también eligió un punto clave de la biografía de Abraham Lincoln, uno de los presidentes norteamericanos con más apariciones en el cine, que fue su lucha para que el Congreso apruebe la enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que abolió la esclavitud. Esto le permite al director develar la enorme habilidad de manipulación política que tenía el primer mandatario, interpretado por Daniel Day Lewis , un aspecto no tan explorado del prócer norteamericano.
Más allá del aspecto formal de las biopic, hay otro fenómeno que es cada vez más popular: la elección de personajes contemporáneos, capaces de contar sus propias historias. Una de las mejores películas de 2015 fue Letras explícitas, de F. Gary Gray, que se centra en la formación de la banda de hip hop N.W.A, a finales de los 80, su éxito y posterior separación. El film fue producido por dos ex miembros de la banda, Dr Dre y Ice Cube, lo cual puede ser un beneficio y un problema al mismo tiempo, pero la película no parece estar escondiendo demasiado. Aunque su estructura es bastante tradicional, una de las grandes cualidades de Letras explícitas es el foco puesto en los conflictos raciales de la época, en especial el enfrentamiento entre los afroamericanos y la policía de Los Ángeles. Poner la atención sobre la relación de este contexto con la aparición de la banda permite trazar una línea que conecta directamente con el momento del estreno de la película, cuando los casos de gatillo fácil contra la población negra volvieron a generar gran preocupación y la creación del movimiento Black Lives Matter.
Yo, Tonya, de Craig Gillespie, también se concentra en una persona que aún está viva y cuyo salto a la fama fue hace menos de 30 años. Partir de la base de que gran parte del público puede conocer y haber seguido en su momento la historia de Tonya Harding, la patinadora sobre hielo que fue acusada de romperle la rodilla a su mayor competidora, exige buscar otra forma de contarla. Pero, además, los realizadores del film decidieron hacerse cargo de algo central para la biopic en general y para la historia de Harding en particular: el cuestionamiento sobre la verdad.
Utilizando como base entrevistas realizadas a Tonya, su madre, su ex marido y el amigo de éste que estuvo involucrado en el hecho que arruinó la carrera de la patinadora, la película presenta a los actores que interpretan a los personajes ( Margot Robbie , Allison Janney , Sebastian Stan y Paul Walter Hauser, respectivamente) frente a la cámara contando su verdad, que muchas veces se contradice con la del otro, y a partir de sus palabras pone en escena lo relatado. En el final, Tonya nos advierte que la verdad es inasible y que lo que acabamos de ver no es más que su historia y esa es la verdad para ella. A pesar de la advertencia, la película deja al espectador con la sensación de conocer mejor a la patinadora y comprender cómo la violencia que sufrió durante toda su vida afectó sus decisiones, lo cual hace imposible volver a pensar en ella como una villana de cuento.
La vida de una persona tiene muchos matices y reducirla a una relato es complicado, pero el cine lo sigue intentando porque las biopics no dejan de fascinar al público.
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