Betiana Blum entra al café como el viento que sopla en el invernal afuera. Coqueta, con boina símil piel y saco negro, se sacude el frío y abre el abrigo. "Llegué", dice como excusándose por los minutos de demora. Sus ojos clarísimos chispean al saludar. "Comería una ensalada, pero si como no hablo", comenta mientras pide agua y se dispone a charlar con LA NACION .
En mayo pasado se cumplieron 34 años de lo que es uno de los films clásicos argentinos, Esperando la carroza, donde se ve una Betiana Blum como una nueva rica, snob, que aún hoy hace reír. Pero la actriz no se queda en el pasado. Da clases de actuación, medita, y está feliz con la gira que dio por el país con la obra Mentiras Inteligentes y porque está apunto de estrenar en las tablas No a la guita. Y eso no es todo también es la protagonista de la película El día que me muera, que se estrena mañana, en donde interpreta a una madre controladora, enojada con sus hijos porque no la visitan nunca y decidida a hacer algo al respecto: simular su muerte y para ver cómo sufren por su pérdida. Esta comedia, que tiene gags muy efectivos, cuenta con la dirección de Néstor Sánchez Sotelo (Caída del cielo, 2016) y las actuaciones de Mirtha Busnelli, Roberto Carnaghi, Alejandra Flechner, Gipsy Bonafina y María José Gabín.
- ¿Cómo fue filmar con colegas con lo que ya compartiste escena anteriormente y con artistas jóvenes como Soledad García, Lucas Ferraro y Alan Sabbagh, tus hijos en el film?
- Hubo mucha química entre todos nosotros y eso es muy importante. Mirtha está genial, Alejandra hace un gesto sutil y ya te reís, ella misma se tuneó el look. Todos están muy bien, son un gran equipo, te pasan la pelota y hacés gol. Es un hermoso libro. Y trabajar con gente joven siempre enriquece. El director es muy tranquilo, te deja hacer. Al principio me trataba de usted y un día me tuteó y cuando se dio cuenta -porque se ve que no se animaba- me dijo, "Bueno, te tuteo... ¡si sos del pueblo, Betiana!". Fue muy divertido todo y el feedback es el mismo porque en la premiere del film la gente se rió mucho y si pasa eso es porque hace cosquillas en experiencias comunes a todos.
- ¿Creés que Dina es una mamá como muchas o como pocas? Esto de ser madre y no poder evitar el querer controlar al mismo tiempo a los hijos...
- Sí, Dina es un poco todas las madres, pero en definitiva todas hacen lo que pueden, nadie te enseña a ser mamá.
- ¿Dónde te hizo cosquillas a vos la película? ¿Cómo era tu mamá?
-[Risas] No venía preparada para hablar de mi mamá. Bueno... ¡vino Anita! [el nombre de su madre]. Creo que era muy infantil, no tenía con qué cubrir esa cuota de madurez de una madre. Yo para ella era su muñeca, me vestía igual que ella. Cuando yo tenía 10 años se usaba hacerse la permanente y un día me llevó a hacérmela. Ella decidía. Yo no discutía. Tengo la sonrisa fácil. Entonces desarrollé el no querer discutir las cosas que no me importan mucho. Siempre algún punto de razón puede tener el otro. Entonces suelto.
- ¿En qué te parecés a tu mamá?
- Era un gran payaso, del cual salió este payaso que soy yo. Almorzábamos y, de pronto, decía: "Leí una nota que dice que el pepino hace bien a la piel". Y agarraba los pepinos de la ensalada y se los ponía en la cara. O cuando mi hermano andaba por ahí gruñendo, ella lo agarraba y le decía: ´Vamos a bailar´ y lo hacía bailar. Esa parte del humor, de coquetería, el amor por las plantas y los animales me vienen de ella.
- ¿Era de controlarte mucho?
- Sí, yo era una chica criada en una familia en un pueblo en Sáenz Peña, en el Chaco y lo que hacíamos con los chicos era hacer asaltos, íbamos a la casa de alguien a bailar. A mis 19 años, en un veraneo en Mar del Plata, en el hotel donde parábamos había un abogado mendocino que me llevaba como 11 años y era muy mujeriego. Yo era una boluda, no había ni tenido relaciones y el ladrón busca el bolsillo de los ángeles. Él me decía que se quería casar conmigo y yo se lo dije a mi mamá, pero ella me dijo que cómo me podía decir eso, que no, que yo era de ella. Lo dijo de manera fea y yo me asusté mucho.
- Y después te fuiste de Chaco a Buenos Aires...
-Terminé el secundario y les dije a mis padres que quería estudiar Filosofía y Letras. Entonces como la algodonera donde trabajaba mi papá tenía central en Buenos Aires, hicieron el contacto con una familia de un señor que trabajaba en la misma empresa. Era un matrimonio con hijas, fueron mis tutores. A la vez me consiguieron un pensionado religioso que quedaba a una cuadra de su casa, Nuestra Señora de la Consolación, en Juncal, ahora hay un supermercado. Pero, en definitiva, el control fue cero. Quizás porque veían que tenía objetivos claros. Después estudié teatro.
-Era una época en la que ese cuidado casi controlador se estilaba...
- Pero yo era... ¿Viste Tweety, el pajarito que quiere atrapar el gato en los dibujitos? Iba caminando ´Pi, pi´ y los zarpazos me iban por detrás pero nunca me tocaban - cada frase de Betiana tiene una gestualidad y un tono-. Siempre me sentí protegida, pero todos tenemos una protección, hay que ver si nos conectamos con esa voz que es tan dulce y bajita que no le prestamos atención, pero nos avisa todo. Sólo hay que bajar el volumen de la cabeza.
- ¿Sentís que por esas épocas pasaste por situaciones peligrosas?
-Ahora soy consciente que sí. Por ejemplo, iba a la biblioteca en la facultad y un chico me venía a hablar siempre de comunismo, después no lo vi más... Y yo en esa época pensaba que era porque en la ciudad ves una persona y después no la ves nunca más. Por eso cuando me preguntan qué es para mí el éxito, digo: "Como en mi pueblo, todo el mundo me saluda". Para mí era un misterio saber qué había pasado con esa persona, pero en mi casa no se hablaba de política. Yo era una romántica, estudiaba letras, leía a Samuel Beckett... y digo, gracias a Dios que no me pasó nada. Mi papá sí hablaba de justicia social, le importaba la gente, tenía conciencia social, no conciencia política. Él era mi ejemplo porque yo veía cómo actuaba él. No te adoctrinaba. Mi mamá se arreglaba, estudiaba el piano, cocinaba bien y se reía mucho...
- ¿No tenía miedo de que te pasara algo?
-Mi mamá no tenía formación... Decía cosas feas, que te quedan. Organizó la fiesta de casamiento con un novio que yo tenía cuando estaba en el pensionado. Un día vino y me preguntó por qué no te casás y como no nos importaba mucho, nos casamos. No me obligó, yo ya tenía más de 20, pero duramos un año.
Betiana Blum, en eterno movimiento
Blum suele decir en las entrevistas que su gran amor fue Oscar Viale, pero que gracias a quien fue su pareja, el periodista Ricardo Parrotta, tuvo a su hijo Sebastián, quien a su vez le dio la suerte de poder disfrutar ahora de su nieto Renzo.
- Hice lo mejor que pude como madre porque cuando Sebastián era chiquito el papá se fue del país porque sino lo mataban. Yo tenía que bancar todo y ganar dinero para pagar el colegio, el alquiler. Tuve mucha ayuda de la abuela paterna de Sebastián. Fue duro porque no estuve mucho tiempo con él. Los hijos siempre te pasan factura, pero yo le doy su espacio. Él está haciendo su vida y me quiere, pero por ahí estoy más conectada con mi nuera. Él es muy independiente y escribe para Disney, escribió Violeta y es el creador de Go!: Vive a tu Manera.
Ver esta publicación en InstagramUna publicación compartida por Betiana Blum (@betianablum) el
- Le llegó tu influencia...
-Imaginate, el papá periodista, la mamá actriz, iba de un diario al teatro. Y Renzo cumple 11 en octubre y está con las problemáticas de la edad. Los papás lo cuidan muy bien y yo sólo me ocupo de disfrutar a mi nieto. Tiene algo del gen de la actuación, pero no le fomento nada. Yo lo amo y estoy para darle todos los gustos que pueda y que se sienta amado, cuidado y respetado. Viene al teatro a verme, vio la película y me dijo que le gustó, que se rió mucho y me dijo: "Abuela, en las fotos del espejo de tu personaje está la foto de Shirly Valentain...". Y sí, está en los detalles.
-¿Tu experiencia con tu mamá de alguna manera te hizo un poco diferente a ella? ¿El querer buscar tu propio camino y dar aire?
-Lo que pasa es que como en la película, la invitás menos a tu casa -se ríe-. Tenía sus razones para ser así, no sé. Todo el trabajo que hice sobre mí todos estos años y sigo haciendo es el del perdón, el soltar, aprender a escuchar al otro porque a veces el otro está hablando y estamos pensando en lo que vamos a contestarle. Doy clases de teatro y uno de los mayores problemas de los actores es que por más que se saben la letra y te contestan a pie, no les pasa nada en la actuación.
-Si no les pasa nada, ¿no llegan a transmitir nada?
-Sí, y es por eso que la gente tiene fascinación con algunos artistas y no con otros. Tiene que ver con transmitir una verdad actuando.
-Vos sos de transmitir...
-Nunca escuché a alguien que me critique. Lo veo en la calle y la gente me mira, quizás sin decir nada y otros me dicen cosas lindas. Veo un feedback muy positivo. Creo que la vida es servicio. Cuando a la gente le divierte lo que hacés o la emociona es una bendición porque lo que estás haciendo sirve.
-Esa bendición y ese servicio, ¿a vos te llega más con la comedia o con el drama?
-Creo que no se dividen. Uno llora de risa y se ríe de dolor a veces. En la vida están las dos cosas. La vida es movimiento. Por ejemplo, Dina tiene mucho amor y es controladora, pero sufre. Su historia tiene matices, no es mala, necesita que la quieran y no se da cuenta de lo que hace al querer lograr ese objetivo. No hay blanco puro y negro puro. Eso es muy importante saberlo en la preparación para la vida también.
-¿Los argentinos somos así, estamos entre River y Boca o de un lado u otro de la grieta?
- A mí me ayuda estar centrada. La gran palabra mágica es conciencia cuando tomás conciencia de algo, vas para adelante porque es difícil despertar la conciencia. No nos educan conscientes, nos educan obedientes y así podés ir a un extremo. Todo lo que hace extremo a tu ser es violento porque querés ir más allá del otro, pasarlo por encima. Hay que estar en el propio eje para escuchar al otro.
- En estos tiempos en los que se habla de la grieta en la política, en el periodismo, en el ámbito de los actores, cómo haces para buscar ese eje, ese centro y que no te digan que no te comprometes.
-Los extremos no son buenos. Hay una meditación que me enseñaron cuando empecé con la actuación. Primero te conectás con tu cuerpo y decís "yo no soy mi cuerpo"; después, "yo no soy mis pensamientos"; luego, "no soy mis emociones". Todo con mucho amor, no peleándote con vos mismo. Para terminar, repetís "yo soy, yo soy, yo soy". ¿Por qué? Porque si yo soy solo mi cuerpo, ves las consecuencias en quienes hablan todo el tiempo de enfermedades, hacen bullying o que viven tuneándose para ser jóvenes. Si sos solo emociones, te dejás llevar por enojos o pasiones. Si solo sos tus pensamientos, pueden ser tan determinantes que podés encasillarte o ir a un extremo y no podés dialogar. Cuando decís, "yo soy", estás en movimiento. Estás abierto a ser y escuchar y por más que tengas tus ideas, tus pensamientos no te definen, el ser te define. La vida es un milagro, es un regalo, te morís y no hay ideología que valga. La vida es movimiento.
-Después pasa que quienes dicen defender ideologías intercambian figuritas en la política a conveniencia personal...
-Es un horror, yo les miro las caras a los políticos cuando están en la televisión, los silencio y los miro. Son los actos lo que hay que ver. El gran error es que ganen tanto dinero, si ganaran como un maestro, serían políticos por vocación. La gente se quiere meter en política para robar y si alguno tiene un ideal no dura mucho, como no negocia, lo sacan.
-Con el colectivo Actrices Argentinas, ¿te sentís representada?
-No te voy a dar una opinión, te voy a decir lo que observo, que es más personal. Cuando yo vi a todas las mujeres apoyando a una mujer que cuenta lo que le pasó y dice ´recién ahora puedo hablar...' A mí me gustó esa energía de mujeres diciendo ´te vamos a apoyar en tu pedido de Justicia´. Nadie debe violar a nadie. Tuve bastante suerte trabajando. Sí tuve una situación fea con un novio y lo dejamos ahí. Cuando sos inocente, sos fácil de manipular, pero es cierto que tenemos poca historia de apoyarnos entre nosotras las mujeres. Por ejemplo, a veces hay mucha competencia entre quién es o quién se ve más joven que la otra... y lo importante es cómo nos podemos potenciar juntas. Una persona más joven trae una mirada distinta, cosas nuevas, y vos podés aportar experiencia... Con mis alumnos pasa eso, es hermoso.
Betiana se vuelve a emponchar para salir al frío, tiene que ir al ensayo de la que será su nueva obra. La detienen dos mujeres jóvenes que la llaman desde una mesa cercana. Ella se acerca, recibe halagos efusivos, los agradece y luego se despide, sonriente.
Más notas de Entrevista exclusiva
Más leídas de Cine
“El cine está agonizando”. Juan José Campanella, a su regreso en Buenos Aires, en una charla íntima con LA NACION + Cerca
De Dennis Smith. Virgen rosa: tres hermanos, una procesión a Luján y una crisis que termina detonando su relación
De Finlandia. Niko, la aventura de las narices frías: animación navideña ágil y de fácil digestión para los más chicos
De Ridley Scott. Gladiador II es un relato monumental con asombrosas imágenes, que sin embargo queda en deuda con el film original