Ben, la rata asesina: cuatro mil roedores entrenados, un guion insólito y un hit pegadizo para una secuela que se convirtió en película de culto
El film de Phil Karlson tuvo un rodaje complicado, obtuvo malas críticas y fracasó en la taquilla, pero con los años fue reivindicado por los amantes del “consumo irónico”
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A principios de los ‘70, la voz de Michael Jackson copaba las radios con una balada melosa titulada “Ben”, cuya letra hablaba de dos marginados que finalmente se habían encontrado el uno al otro, por lo que ya nunca más estarían solos. “Ben, no tenemos que seguir en la búsqueda/Los dos encontramos lo que andábamos buscando (…) Y ahora mi amigo, verás/Que tienes un amigo en mí”, cantaba Jackson a los 14 años en este hit incluido en su segundo álbum solista. Lo que probablemente no imaginaba la mayoría de las personas que tarareaba esta canción bajo la ducha era que el famoso “Ben” del título era una rata.
Pero, ¿cómo llegó Jackson a cantar esta canción, que él mismo consideraba una de sus favoritas? “Ben” era el tema principal de la película de mismo nombre de Phil Karlson que se estrenó hace 50 años, un 21 de junio de 1972, en Estados Unidos. Acá se la conoció como Ben, la rata asesina, y solía formar parte de la programación de películas clase B de la televisión argentina de los años ‘70 y ‘80. Pero más increíble aún que el hecho de que Jackson lograra llegar a la cima de los ránkings con una oda a un roedor -¡nominada incluso a un Oscar a la mejor canción!- es que, mucho antes de la era del CGI, a alguien se le ocurriera que meter 4 mil ratas en un set era una buena idea. Que es exactamente lo que sucedió con Ben.
La película con la que comenzó todo
Ben nació como secuela de otra película protagonizada por roedores, ¡Escalofrío! (Willard, de 1971), que había resultado en un sorprendente éxito de taquilla. Dirigida por Daniel Mann -quien había trabajado con estrellas como Elizabeth Taylor en Una Venus en visón, pero cuya carrera se fue apagando con los años-, la película estaba basada en una novela llamada Ratman’s Notebooks (“Los diarios del hombre de las ratas”), de Stephen Gilbert. En ella, Bruce Davison (un secundario frecuente a quien hace poco se pudo ver en la serie Ozark) interpretó a Willard Stiles, un solitario y tímido joven bueno para nada que vive con su madre en una mansión venida abajo de Los Ángeles y que trabaja como oficinista en la empresa fundada por su difunto padre. Allí es maltratado por su jefe, el inescrupuloso Martin (Ernest Borgnine), quien tomó el control del emprendimiento.
Cuando la madre de Willard (Elsa Lanchester, la famosa “novia de Frankenstein” en la película de James Whale de 1935) le pide que mate las ratas avistadas en el fondo del jardín, Willard no solo desobedece la orden, sino que comienza a criar y entrenar a los pequeños roedores como si se tratara de adorables mascotas. Rápidamente sobresalen en el grupo Sócrates, una rata blanca amigable, y Ben, una rata negra más rebeldona a la que no le divierten tanto los juegos circenses. Mientras que Sócrates pasa a vivir en la mansión con Willard, Ben es confinado al sótano con otros compañeros, con quienes comienza a formar un ejército cada vez más numeroso.
Cuando, en un desafortunado episodio, Martin mata a Sócrates a palazos, el díscolo Ben deja de confiar en el género humano y comienza a mirar con ojitos torcidos a su dueño, quien no logró evitar la muerte de su compañero. Resumiendo: Willard ordena a las ratas atacar a Martin, quien termina devorado por ellas. Pero su propia prole se le vuelve en contra cuando, sospechando que Willard lo quiere matar con veneno para ratas, Ben les ordena a sus compañeras atacar al amo. La película terminaba con el pobre Willard boca abajo, cubierto de ratas, y un primerísimo primer plano del líder de la pandilla, Ben, moviendo su hocico de forma amenazante delante de cámara.
Una entrega dramática que no hay que subestimar: la rata negra que interpretó a Ben ganó un premio Patsy (Picture Animal Top Star of the Year) a la mejor actuación animal en una película, según un artículo de entonces de Los Angeles Times. El mismo artículo consignaba que Ben compartió la gloria con Pax, el perro guía de la serie de televisión Longstreet (premio a mejor actuación continuada en TV) y Ott, un caballo que actuó en Lassie (premio a la mejor actuación en un único episodio de TV). Toda una hazaña para un animal bastante menos agraciado que un perro o un caballo y que, sin embargo, el roedor volvería a repetir apenas un año después por su performance en Ben, la rata asesina.
Lo cierto es que el éxito de ¡Escalofrío! dio pie en los ‘70 a una seguidilla de películas protagonizadas por pequeños animales e insectos asesinos, como Ranas (1972), sobre un grupo de batracios criminales, El imperio de las hormigas (1977) y El enjambre (1978), donde las fechorías eran cometidas por hormigas y abejas africanas, e Invasión infernal (1975), protagonizada por un ejército de cucarachas piromaníacas. Una secuela de ¡Escalofrío! parecía el paso lógico.
Una pandilla de ratas toma la ciudad
El afiche de Ben, la rata asesina mostraba al roedor en guardia con la leyenda: “Donde terminó ¡Escalofrío!, comienza Ben, la rata asesina. ¡Y esta vez no está solo!”. Y por cierto que no lo estaba. Mientras que para ¡Escalofrío! se entrenaron alrededor de 400 ratas, para Ben... se usaron unas 4 mil, superioridad numérica en la que se basa gran parte del guion de esta segunda película, plagado de escenas con miles de roedores.
Ben, la rata asesina arranca efectivamente con la escena final de ¡Escalofrío!, solo que apenas iniciada el espectador se entera de que sus acólitos no tuvieron piedad con su amo y se lo devoraron al igual que al jefe Martin. Preocupada, la policía comienza a investigar estos extraños crímenes y descubre a través del diario personal de Willard que el muchacho había conseguido entrenar a una manada de bichos para que siguieran sus órdenes. Pero ahora es Ben quien logró consolidarse como el líder de este poderoso ejército: basta con que se pare en sus dos patitas y lance dos o tres chillidos para desatar el caos.
A lo largo de la película, Ben y sus secuaces saquean un supermercado y se dan una panzada en el sector de los cereales, toman por asalto una quesería (y el spa vecino, aterrorizando a sus clientas), atacan un camión repleto de pescado y pollo cual piratas del asfalto y se zampan a los humanos que osen interponerse en su camino. Sin embargo, hay una sola persona en toda la ciudad que no le teme a Ben. Se trata del pequeño Danny (Lee Montgomery), un nene de salud frágil que acaba de ser operado del corazón y al que su madre y su hermana (Meredith Baxter, quien más tarde interpretaría a la madre en la exitosa serie Lazos familiares) cuidan a sol y sombra.
Al igual que Willard, Danny adopta a Ben como mascota, le da besitos en el hocico y hasta se lo lleva a la cama para dormir con él como si fuera un peluche. El chico encuentra en la rata a un amigo, otro “raro” como él a quien la mayoría no comprende. Por eso tampoco delata a Ben, al que considera un pan de dios, cuando la policía llega a su hogar preguntando por la presencia de roedores. Finalmente, los policías y los bomberos de la ciudad logran aniquilar a sopletazos al ejército invasor –que para entonces usa el sistema de cloacas de la ciudad como su búnker-, en una larga escena final en la que vemos a los roedores huir despavoridos de las llamaradas.
El coach actoral para miles de ratas
Nada de esto hubiera sido posible sin Moe Di Sesso, un especialista de Hollywood que trabajó tanto en ¡Escalofrío! como en Ben, la rata asesina. Fue él el encargado de entrenar a las ratas y hacerle el casting a cada una para dividirlas en grupos según sus habilidades, como “correr por un caño” o “pararse en dos patas”, según recordó Montgomery años después en el comentario de audio de la edición de Ben, la rata asesina en DVD. Ben, en tanto, fue interpretado por cinco animales distintos. Sin embargo, todas las “ratas Ben” eran más inteligentes que la media, ya que podían hacer bien varias de estas cosas.
Para lograr que las ratas hicieran lo que él quería, Di Sesso, un experimentado entrenador que preparó para la actuación a animales como “Sandy”, el perro de Annie (1982) o los cuervos que aparecían en El cuervo, de Roger Corman (1963), las guiaba con mantequilla de maní (al parecer, una delicatesen para los roedores). El mismo Ernest Borgnine –que confesó que para rodar ¡Escalofrío! tuvo que superar su aversión a las ratas- contó que fue untado de pies a cabeza con mantequilla de maní para la escena en que los seguidores de Ben le saltan encima para asesinarlo.
Uno de los principales desafíos que implicaba rodar películas de este tipo era, sin dudas, encontrar actores que soportaran el tête à tête con las ratas. Davison, quien interpretó a Willard, contó que cuando llegó al casting lo metieron en un garage en el que había cientos de ratas. Tomaron una grande, se la pusieron en el hombro y le preguntaron: “¿Creés que podrás llevarte bien con tu coprotagonista?”. Cuando la rata comenzó a lamerle la oreja y Davison se quedó lo más tranquilo, le dijeron: “Ok, muchacho, tenés el papel: al parecer le agradás a tu compañero”.
Por su parte, Montgomery recordó el día en que Di Sesso lo llevó a un lugar en el que había jaulas con cientos de ratas. “Creo que un poco me asusté al principio”, contó el actor. “Entonces mi mamá tomó a una de las ratas con las manos y me dijo: ‘Mirá, no pasa nada’. Creo que al principio ella estaba más cómoda que yo, pero me acostumbré rápidamente a ellas”, añadió. La Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (ASPCA, por sus siglas en inglés) estuvo presente durante todo el rodaje controlando que los animales no fueran sometidos a ningún maltrato. Sin embargo, se comentaba que, cuando los miembros de la ASPCA estaban distraídos, los sonidistas les apretaban la cola a las ratas para que lanzaran su chillido característico.
Un fracaso de taquilla con un guion flojo
Ben, la rata asesina se estrenó en 1972, que en el horóscopo chino fue el año de la rata. Sin embargo, ni siquiera esta buena aspectación le ayudó a la película con la taquilla: recaudó apenas unos 770 mil dólares, casi nada en comparación con los 19,2 millones que había reunido ¡Escalofrío!. El famoso crítico estadounidense Roger Ebert escribió tras su estreno: “Esto no es un thriller sino una película para frikis. En un thriller, se supone que nos debemos asustar por alguna amenaza impresionante para la humanidad, algo como la mancha voraz, o Piegrande, o un calamar invencible (...). Pero en una película friki, toda la película gira en torno a la idea de que sintamos asco porque los actores están todos cubiertos de ratas”. Por si quedaban dudas, en 2000, el premio Pulitzer incluyó a Ben, la rata asesina en su libro I hated, hated, hated this movie (“Odié, odié, odié esta película”).
Por la misma época, el crítico Vincent Canby del The New York Times escribía: “La forma en que respondas a Ben, la rata asesina dependerá de una serie de variables, incluyendo cómo te sientas acerca de la posibilidad de que haya un estado de sitio en Los Ángeles, una fotografía difícil, la actuación espantosa de un reparto espantoso, el declive y la caída de Phil Karlson como director y un guion que nunca tiene el valor de reconocer sus impulsos cómicos”.
Canby tenía razón en varios de estos puntos. Era bastante increíble que Ben, la rata asesina hubiera sido dirigido por Karlson, un director de cierto prestigio conocido por películas noir en los 50, como Los cuatro desconocidos, y que había trabajado con figuras como Marilyn Monroe, Dennis Hopper y Elvis Presley. Por su parte, el pequeño Montgomery, que venía de actuar en la comedia de Disney The Million Dollar Duck (1971), bien podría haberse beneficiado de un par de clases de actuación con Lee Strasberg (sus gestos, a medio camino entre la sonrisa y la sorpresa exageradas, nunca parecen ser los indicados para cada escena).
Si bien Mann y Klarkson, directores de ¡Escalofrío! y Ben, la rata asesina respectivamente, no habían dirigido nunca películas de terror antes de meterse en el mundillo de las ratas, Mann había contado al menos con un guion más sólido basado en la novela de Gilbert. Para Ben..., el guionista de ambas películas, Gilbert Ralston, tuvo que dar rienda suelta a su imaginación sin una historia previa en la cual inspirarse. Y al parecer, su imaginación se limitó en este caso a escribir una historia bastante chata acerca de los actos de vandalismo cometidos por una pandilla de ratas sin la hondura psicológica que tenía ¡Escalofrío!. Porque en la primera, más que las ratas, lo realmente interesante era el protagonista, un freak asocial y vengativo que en vez de buscar ayuda en los humanos –como en la compañera de oficina enamorada de él, Joan, interpretada por Sondra Locke- se escudaba en un ejército de roedores.
¡Escalofrío! podía leerse como una modesta pero digna heredera de dos grandes películas de género como Psicosis (1960) y Los pájaros (1963), de Alfred Hitchcock –con un protagonista psicótico y animales comunes que se volvían una pesadilla-, mientras que Ben, la rata asesina era más bien un rejunte de escenas a medio camino entre el terror, la comedia y el musical. Porque, sí, Ben... incluía dos números musicales: “Start The Day”, en el que Danny hacía bailar una marioneta con forma de rata delante de Ben, que observaba el espectáculo extasiado desde su taburete, y la escena en la que el nene cantaba al piano “Ben”, el tema interpretado por Michael Jackson. Una vez que se era consciente de que la canción está dedicada a una rata, algunas partes de su letra cobran mayor sentido: “Ben, siempre estás corriendo por aquí y allá/Sientes que no te quieren en ninguna parte/Ben, la mayoría de las personas te daría la espalda/Yo no escucho nada de lo que dicen”.
Si bien ¡Escalofrío! soportó mejor el paso del tiempo –en 2003 tuvo incluso una remake con Crispin Glover, quien interpretó al padre de Marty McFly en Volver al futuro-, con los años Ben, la rata asesina adquirió el status de película de culto, al menos para los cinéfilos que profesan el consumo irónico. Sin embargo, su baja recaudación impidió que se filmara la tercera entrega que prometía su pressbook y en la cual, según sus productores, iba a haber nada más ni nada menos que 10 mil ratas en escena. Algo que, en retrospectiva, quizá haya que agradecer.
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