Burning: bella parábola sobre el desencanto
Burning (Corea del Sur/2018) / Guion y dirección: Lee Chang-dong / Duración: 148 minutos / Disponible en: Netflix / Nuestra opinión: muy buena
Apenas seis largometrajes en sus 64 años de vida le alcanzan a Lee Chang-dong para ser considerado uno de los más prestigiosos e influyentes directores del cine coreano. Comenzó como maestro de escuela secundaria, se convirtió en exitoso novelista, llegó a ser ministro de Cultura y, desde su debut en 1997 con Green Fish, construyó una filmografía poderosa y desgarradora que expuso como pocas las angustias y contradicciones de la sociedad de su país.
Tras Peppermint Candy, Oasis, Secret Sunshine y Poesía para el alma, Lee Chang-dong se tomó ocho años para filmar Burning, una de las películas más premiadas de su carrera.
El maestro surcoreano regresó a la Competencia Oficial del último Festival de Cannes (donde obtuvo el premio de la crítica internacional) con un thriller psicológico tan amargo como desolador sobre la frustración de los millennials. A partir de un cuento del reconocido autor japonés Haruki Murakami publicado originalmente en la revista The New Yorker, el propio Lee Chang-dong escribió el guion de este triángulo afectivo en el que se perciben la rabia, la furia contenida y el desencanto de la juventud coreana que en muchos casos termina en arranques violentos.
El protagonista del film es Lee Jongsu (Ah-in Yoo), un introvertido joven sin trabajo y aspirante a novelista que debe hacerse cargo de la decadente granja de su padre y los problemas legales que este le ha dejado. En los primeros minutos, conoce en las calles de Seúl a la bella, vivaz y arrasadora Haemi (Jeon Jong Seo), con quien pronto tendrá un encuentro sexual. Sin embargo, ella se irá de viaje al África y él quedará a cargo de su gato. El tercer personaje del triángulo es Ben (Steven Yeung, a quien se pudo ver en la serie The Walking Dead), un millonario con mansión, Porsche y fiestas en las que la va de gran Gatsby (así lo define Lee Jongsu), pero que tiene como secreta perversión incendiar graneros.
A esta altura no hay mucho más que agregar sobre la extraordinaria capacidad para la puesta en escena del director coreano, pero cada plano de Burning es de una belleza y una elocuencia que el cine contemporáneo adolece en el 99,9% de los casos. Hasta los momentos aparentemente banales, como cuando los personajes fuman un cigarrillo de marihuana o se filma un atardecer en el campo hasta que la oscuridad todo lo cubre, son de una potencia y un lirismo inusitados.
Lee Chang-dong está de vuelta con un film implacable. Quizá sus dos horas y media resulten algo tortuosas para un público habituado a propuestas más superficiales y la resolución es bastante polémica, pero Burning nunca deja de ser una película inteligente y profunda. El maestro coreando está de regreso. A lo grande y con gloria.
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