Being the Ricardos: Nicole Kidman y Javier Bardem van en busca de la leyenda de Lucille Ball y Desi Arnaz
El film de Aaron Sorkin, que pierde por momento fluidez pero gana cuando hace foco en la química de la pareja, ya está disponible en Amazon Prime Video
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Being the Ricardos (Estados Unidos/2021). Guion y dirección: Aaron Sorkin. Edición: Alan Baumgarten. Música: Daniel Pemberton. Elenco: Nicole Kidman, Javier Bardem, J.K. Simmons, Tony Hale, Alia Shawkat, Clark Gregg, Nina Arianda. Duración: 125 minutos. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: buena
Aaron Sorkin suele escribir sobre televisión o, para ser precisos, sobre cómo se hace la televisión. Lo hizo en Sports Night, el detrás de escena de un programa de deportes que lo colocó en la cúspide de los creadores de la pantalla chica y de nuevo en Studio 60 on the Sunset Strip, la que representó su gran regreso a la TV después de su salida de The West Wing y su primer fracaso en el medio. Y aun así, el ganador del Oscar al mejor guion adaptado por su trabajo en Red social decidió volver a explorar los entretelones de un ciclo televisivo, en ese caso un informativo, con el drama de HBO The Newsroom, un proyecto mejor recibido que el anterior aunque su costumbre de ocuparse de la escritura de cada línea de cada uno de los guiones de los 25 episodios de la serie no siempre fue beneficioso para el programa. Ese exceso de confianza o megalomanía, según por donde se lo mire, también parece haberse colado en Being the Ricardos, su tercer film como director.
En este caso, el ojo no está puesto en la producción de un programa ficticio sino en la legendaria sitcom Yo amo a Lucy, y en sus creadores y protagonistas Lucille Ball y su marido delante y detrás de cámaras, Desi Arnaz. La apuesta de recrear la concepción y los detalles de cómo se construía cada uno de los episodios del ciclo fundacional de la comedia televisiva norteamericana, un éxito descomunal -como nos recuerda la película apenas comienza y durante todo su desarrollo-, que veían más de sesenta millones de personas cuando se emitía cada lunes a la noche por la cadena CBS era enorme tanto para el realizador como para los actores que aceptaran interpretar a la conocida pareja, celebridades televisivas globales en un tiempo en que la TV todavía era un invento en expansión.
Con todo ese peso de un lado de la balanza, conseguir una película equilibrada y a la altura de la leyenda precisaba de un guion, una dirección y unas interpretaciones impecables, irrefutables. Sin embargo, esa presión resultó en un film cargado de elementos, de explicaciones, de avenidas narrativas que aunque interesantes, terminan en un atasco de tránsito difícil de maniobrar hasta para los talentosos Nicole Kidman y Javier Bardem, los valientes intérpretes de Lucille y Desi y de sus contrapartes ficcionales, Lucy y Ricky Ricardo.
Para empezar, con más de un rastro de los relatos televisivos de Sorkin, la película comienza con los testimonios a cámara de tres de los integrantes del equipo creativo de la sitcom. Como si trataran de las entrevistas para un documental, el trío sienta las bases para contar la historia de aquella “semana difícil en el set”, columna vertebral del relato que atraviesa la película ambientada en 1953. Así, siguiendo a Lucille y Desi desde el domingo en su casa enredados en una pelea por las ausencias de él que termina en apasionado encuentro y hasta el viernes, día de la grabación del episodio, el film aprovecha un encontronazo de la comediante con el comité del senado que investigaba las actividades de los integrantes de Hollywood en busca de miembros del partido comunista, para contar el vínculo de la pareja, sus días como participantes secundarios de la elite de los estudios de cine y sus enormes contribuciones a la industria televisiva mundial.
Claro que la acción no transcurre solo durante esa semana repleta de marchas y contramarchas creativas, amorosas y amistosas sino que también utiliza flashbacks para relatar el comienzo de la relación entre Lucille y Desi. Además, la puesta en escena se vale del blanco y negro para reflejar los momentos en los que ella demuestra su virtuosidad para la comedia imaginando las mejores resoluciones humorísticas para el programa. Y aunque por separado todos esos elementos podrían funcionar, en conjunto le quitan agilidad a la narración. Si el modo de construir diálogos de Sorkin no suele ser demasiado sutil, en este caso esa pluma pesada le exige a los intérpretes que la aligeren. Una tarea que Kidman y Bardem encaran con oficio pero en la que fallan más de lo que aciertan. El maquillaje que utiliza la actriz para acercarse a los rasgos de Ball le complican aún más de lo habitual su gestualidad, lo que resulta especialmente notorio porque la comediante tenía un rostro expresivo que utilizaba con toda su plasticidad para interpretar a su personaje más famoso. De todos modos, en las secuencias en las que Sorkin logra captar la química entre Lucille y Desi, esos diálogos disparados a la alta velocidad que lo caracterizan, la película se libera de las expectativas, las leyendas y los fantasmas que la sobrevuelan.
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