Batman vs. Superman, un film de superhéroes estridente y pomposo
Batman vs. Superman: El origen de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, Estados Unidos / 2016) / Dirección: Zack Snyder / Guión: Chris Terrio y David S Goyer / Fotografía: Larry Fong / Música: Hans Zimmer y Junkie XL / Edición: David Brenner / Diseño de producción: Patrick Tatopoulos / Elenco: Ben Affleck, Henry Cavill, Amy Adams, Jesse Eisenberg, Diane Lane, Laurence Fishburne, Jeremy Irons, Holly Hunter, Gal Gadot, Scoot McNairy y Michael Shannon / Distribuidora: Warner Bros / Duración: 153 minutos / Calificación: apta para mayores 13 años / Nuestra opinión: regular
El primer chiste (o al menos el primero que funciona y logra carcajadas genuinas del público) aparece a los 115 minutos de los 153 que dura Batman vs. Superman: el origen de la justicia. Dominada por la grandilocuencia y la solemnidad, la película se desmarca por completo de las recientes apuestas por el humor en el cine de superhéroes (Guardianes de la Galaxia, Deadpool) para apostar por la gravedad y la oscuridad (de hecho la saga de El Caballero de la Noche ya tenía bastante de eso). El problema es que Zack Snyder carece del talento y la consistencia que sostenían las ambiciones muchas veces desmedidas y pretenciosas de Christopher Nolan.
Presionado quizá por el impresionante presupuesto (250 millones de dólares sin contar el lanzamiento) y, sobre todo, por la "obligación" de generar para la sociedad Warner/DC Comics varias franquicias que deben desprenderse luego de este film, Snyder apuesta a la acumulación, a la (falsa) espectacularidad en cada una de las escenas. Batman vs. Superman es una película inyectada con hormonas, engordada artificialmente, construida con una estilización que es puro regodeo, pero que jamás fluye ni respira. El resultado de esta parafernalia visual con un constante bombardeo de estímulos primarios es agotador e irritante: el film aturde e impide que el espectador pueda pensar o sentir algo mientras es arrasado por un director que no saca jamás el pie del acelerador.
Más allá del despliegue de recursos técnicos (en los créditos finales se pueden apreciar las decenas de empresas y cientos de especialistas en efectos visuales que aportaron a su factura), Batman vs Superman es una película caótica, inorgánica, deshilachada, que quiere abarcar demasiadas subtramas y conflictos, abrir distintas líneas (a ser retomadas en futuros films, claro) y, a partir de una narración bastante torpe y de una edición por momentos confusa, salta de un conflicto a otro a fuerza de caprichos y arbitrariedades.
Los diálogos, por suerte, son más bien escasos (los traumas de ambos contendientes son explicados de manera breve y didáctica), pero las actuaciones son en su mayoría penosas. Que Ben Affleck (Bruce Wayne / Batman) y Henry Cavill (Clark Kent / Superman) son intérpretes muy poco expresivos era algo ya sabido, pero aquí el contraste con el estridente y ridículo malvado Lex Luthor de Jesse Eisenberg no funciona nunca. Los intérpretes secundarios (la Luisa Lane de Amy Adams o la Martha Kent de Diane Lane, por ejemplo) están metidos con fórceps y el Alfred de Jeremy Irons hace extrañar bastante a Michael Caine. Tampoco es particularmente inspirada la inclusión sobre el final de la Mujer Maravilla de Gal Gadot.
Sumatoria de varios de los peores lugares comunes del cine de superhéroes, esta Batman vs. Superman estridente y pomposa dilapida a los pocos minutos el impacto de haber reunido y enfrentado a dos de las figuras más populares de la factoría DC Comics. Mucho ruido y poco cine.
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