Barbie: estridencias, dosis de cinismo y una crisis existencial para rendir homenaje a la muñeca devenida en inesperado ícono feminista
En el film de Greta Gerwig, Margot Robbie interpreta -y resignifica- a la popular muñeca creada en 1959
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Uno de los mejores chistes visuales de Barbie, la película centrada en la famosa muñeca articulada que llega hoy a los cines, muestra cómo una mañana cualquiera el personaje que interpreta Margot Robbie se despierta en su casa de Barbieland y, al bajar de su cama de una plaza, descubre la catástrofe: sus pies ya no están en punta permanente, sino que se apoyan completamente en la rosada alfombra de su rosada habitación ubicada en la segunda planta de su rosada mansión. La Barbie con los pies en la tierra está fuera de lugar en el mundo de ensueño en el que las diferentes versiones del personaje ocupan los puestos de autoridad, ejercen todas las profesiones y siempre lucen perfectas haciéndolo; esa es la fractura en la matriz de fábrica que la directora y guionista Greta Gerwig utiliza como punto de partida para crear una comedia feminista y existencial, tan graciosa como inteligente, tan brillante como llena de brillitos.
Un equilibrio tan complicado de lograr que, como Gerwig explicó durante la campaña de promoción del film, al principio le parecía un riesgo demasiado alto y con el potencial de arruinar su carrera. Un temor más que justificado, dado que desde su lanzamiento en 1959, Barbie inspira casi equivalentes niveles de amor y odio en cualquiera que se cruce en su camino. Alternativamente señalada como un modelo a seguir -después de todo, la muñeca fue astronauta, propietaria y votante antes de que las mujeres lo fueran en la realidad-, y tóxico emblema de la feminidad inspirada en una muñeca alemana para uso adulto afirmada en los atributos físicos hegemónicos, Barbie no parecía el tipo de personaje que pudiera compartir universo con las anteriores protagonistas de Gerwig. Y, sin embargo, la suya fue la puerta que Robbie, en su calidad de productora, decidió tocar cuando después de años de intentar convencer a los estudios Warner y a Mattel, la empresa que fabrica la muñeca, finalmente consiguió su visto bueno.
La combinación del ícono rubio de consumo masivo -según Mattel se venden más de 100 muñecas por minuto desde su lanzamiento- con la sensibilidad de la directora formada en el cine independiente desconcertó a muchos. ¿Acaso, en manos de Gerwig, Barbie se transformaría en una balbuceante hipster de Brooklyn en permanente estado de desconcierto? ¿O la aplanadora corporativa de Hollywood y la de juguetes de alcance global lograría limitar y adocenar el talento de la realizadora? Ni una cosa ni la otra. Para sorpresa de los cínicos e incrédulos, la historia de la muñeca fashionista encaja bien y completa la trilogía de grandes heroínas de la directora que comenzó con Lady Bird, su protagonista del film homónimo en el que debutó como realizadora en solitario, modelada según sus propias experiencias en la adolescencia; y también con Josephine “Jo” March, la sensible y fuerte líder de su adaptación de Mujercitas de Louise May Alcott. Como sus antecesoras, en el nuevo film Barbie atraviesa una crisis existencial que la hace cuestionar todo, empezando por ella misma y su lugar en el mundo. Un viaje de autodescubrimiento en el que, como las anteriores integrantes del canon Gerwig, sus mejores copilotos son otras mujeres, figuras maternas o amigas con sapiencia que la ayudan a encontrar el camino.
Así, aunque la posibilidad de que su exitosa carrera se derrumbara bajo el peso de muñeca de plástico era considerable, la directora, según explicó en una extensa entrevista en la televisión pública australiana que compartió con Robbie, sintió que al igual que le había sucedido con la adaptación de Mujercitas sencillamente tenía que contar su versión de la historia. Que incluye además el otro lado del espectro: el ornamental Ken que interpreta Ryan Gosling es el nuevo representante de la colección de simpáticos e inmaduros narcisistas de baja intensidad que suelen aparecer en los relatos de la directora a modo de alivio cómico o respiro romántico.
En el caso del personaje de Gosling, que aquí demuestra enorme talento para la comedia y una gran disponibilidad para abrazar el ridículo a costa de su galanura, el guion escrito por Gerwig junto a su socio creativo y sentimental Noah Baumbach, aprovecha al máximo las circunstancias del “nacimiento” de Ken. Creado en 1961 como un accesorio más de la muñeca, en la película el novio de Barbie -cuya ocupación, aclara, no es ser salvavidas ni surfer, sino que se define simplemente como alguien que trabaja de estar en la playa- vive desesperado por la atención de la rubia, quien apenas nota su presencia.
Detrás o al costado de las grandes muñecas que lideran Barbieland habitualmente hay un Ken listo para sostener sus carteras. Un destino de segundones que la historia utiliza para generar risas y contrastes cuando los personajes centrales se topan cara a cara con el explícito enemigo del cuento: el patriarcado. Que Ken crea que el sistema de dominación de un género sobre el otro se trata de poseer caballos, camionetas gigantes y de usar dos pares de anteojos al mismo tiempo, además de ser hilarante, también sirve para señalar otros costados más reales aunque igual de absurdos del entramado social actual.
Abrir la puerta para salir a jugar
La primera escena del film, una parodia de la famosa secuencia inicial de 2001: odisea del espacio, le sirve a Gerwig para marcar el terreno: la muñeca de 30 centímetros es un monolito que representa un antes y un después en la experiencia femenina desde la infancia. Un portal hacia un mundo de fantasía en el que hay muchas más posibilidades de juegos que el de ser mamá o preparar comidas de mentiritas. Como lo demuestra que, en sus más de sesenta años de existencia, Barbie ya haya sido piloto de combate, embajadora, bióloga marina, chef, ingeniera informática, deportista olímpica y más de 200 otras ocupaciones. La película afirma con convicción que la muñeca es la más acabada representación de los logros del feminismo, siempre y cuando se mantenga entre los límites de la imaginación. Más temprano que tarde, la trama revela que, en el mundo real, Mattel solo cuenta con líderes masculinos ansiosos por explotar las ambiciones de sus jóvenes clientas con el único fin de acrecentar ganancias. Una crítica que aparece constantemente en pantalla y resulta un inusitado ejercicio de autoconciencia de la empresa y de Hollywood, que suele aplicar la misma fórmula cuando se trata de engordar sus resultados de taquilla.
Para muchos, lejos de verdadera militancia feminista y genuino cuestionamiento del estatus quo, Barbie, la película, con sus vestuarios y escenarios en tonos pastel, es apenas un gesto que a través del humor pretende abogar por un cambio para que nada cambie verdaderamente. Un punto de vista con altos grados de cinismo que la campaña de marketing del film pareció confirmar. Lo cierto es que Gerwig utiliza todas las herramientas a su alcance para que el film haga honor al llamado Barbiecore, un estilo de vestir y decorar con fuerte presencia de detalles coloridos y estridentes que recuerdan a las elecciones de los niños cuando empieza a decidir su propio look.
El diseño de producción de Sarah Greenwood (La bella y la bestia) y el de vestuario a cargo de la ganadora del Oscar Jacqueline Durran (Mujercitas) son piezas fundamentales en la creación del universo narrativo del film, que se completa con un par de escenas de baile entre las que se destaca el número creado a partir de la canción “Dance the Night”, de Dua Lipa. Con un despliegue visual que recuerda a las elaboradas secuencias de los musicales clásicos de Hollywood en las que participan todas las versiones de Barbie y Ken retratadas en el film, el hecho de que la coreografía alcance su punto más alto justo cuando la protagonista se pregunta por la finitud de la existencia subraya el espíritu anárquico del cuento. La Barbie de Robbie y Gerwig contiene multitudes: se trata al mismo tiempo de una película con ambiciones de tanque de Hollywood, una comedia existencialista, una campaña de marketing para la venta de juguetes y una reflexión sobre el feminismo en el año 2023 contada en estridente color rosa.
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